XIV Domingo del Tiempo Ordinario A
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Zacarías 9, 9-10; Romanos 8, 9.11-13;
Mateo 11, 25-30
EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con
mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
HOMILÍA
Un día, un joven lleno de vigor y entusiasmo presumía en la plaza del pueblo de
tener el corazón más sano y hermoso de todos.
La gente se arremolinó y confirmaron que su corazón era perfecto, no tenía ni
manchas ni rasguños y latía con la precisión de un reloj.
De pronto, un anciano se presentó también en la plaza gritando que su corazón era
más hermoso que el del joven.
La gente lo examinó y vio que tenía muchas cicatrices, que le faltaban trocitos y
tenía grandes huecos.
El joven le dijo: "Déjate de bromas. Mi corazón es más perfecto. El suyo, anciano,
es un montón de cicatrices, heridas y dolores."
Es cierto, dijo el anciano, pero mira cada cicatriz es una persona amada. Arranqué
trocitos de mi corazón para dárselos a las personas amadas. Otras veces, entregué
un trozo de mi corazón a personas que no me ofrecían nada. Esos son los huecos
que ves. Dar amor es arriesgar y esas heridas me recuerdan que sigo amando.
¿Comprendes ahora por qué mi corazón es más hermoso?
El joven permaneció en silencio, arrancó un trocito de su corazón y se lo ofreció al
anciano. Éste lo recibió y lo colocó en su corazón y le dio un trozo del suyo al joven.
El joven miró a su corazón que ya no era perfecto, pero lucía más hermoso que
antes porque el amor del anciano fluía en su corazón.
Jesús nos dice hoy que el es "manso y humilde de corazón".Y nos invita a examinar
su corazón en el que cabemos todos.
¿Si usted tuviera que ofrecer una casa al evangelio de Jesús dónde lo alojaría? ¿En
su cabeza o en su corazón?
El corazón, no la cabeza, es la única casa donde el evangelio de Jesús puede
albergarse.
Los sabios e inteligentes tienen cabeza, los humildes y sencillos tienen un gran
corazón.
"Te doy gracias, Padre"…
Jesús ofrece descanso a nuestros corazones siempre inquietos, siempre buscando,
siempre deseando nuevas aventuras.
El cuerpo después de un día de trabajo, después de un largo paseo lo único que
necesita es una silla. Para el corazón no hay silla, pero el Señor es la silla para un
corazón que necesita descanso, fuerza y sabiduría.
"Vengan a mí los cansados", invitación de Jesús para todos los días, pero invitación
urgente y necesaria para los domingos.
El domingo es el día en que los cristianos hacemos santo el tiempo, disfrutamos de
la creación de Dios y adoramos a Dios Padre y Creador.
Así como durante las vacaciones los niños olvidan libros y maestros y los mayores
descansan debajo de la mata…el domingo olvidamos las luchas del trabajo y nos
centramos en el Señor que nos habla al corazón.
El domingo escuchamos la invitación a ir al Señor y a seguirle. Y recibimos el
encargo de anunciar a los hermanos que nadie está excluido del amor y de la gracia
de Dios.
Y, a veces, le decimos a Dios: Mira la violencia en el mundo, en mi barrio, en la
iglesia. Haz algo. Quisiéramos un Dios que baje a cerrar las pompas de agua, a
barrer la basura de las calles, a eliminar los vendedores de drogas…Pero parece que
Dios no hace nada. Tiene otro trabajo y nos dice simplemente: "toma mi yugo".
El yugo hace el trabajo más fácil, más rápido y más eficiente.
El yugo de Jesús es suave.
¿Cómo puede ser suave, preguntan algunos, con tantas normas a cumplir?
Sí, el yugo del cristiano tiene sus limitaciones, pero Jesús es mi compañero, unido a
Él puedo llevar el peso de mi vida, Jesús tira conmigo y nunca estoy solo con mis
problemas.
Y si no puedes, confíale tu debilidad, pídele ayuda, ora y celebra la eucaristía unido
al yugo de la comunidad.
Maestro, ¿cuál es la tarea más difícil de la vida?
No tener ninguna carga que llevar.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P