II Domingo de Cuaresma, Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Génesis 22, 1-2.9-13.15-18; Romanos 8, 31-34;
Marcos 9, 2-10
EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a una
montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un
blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les
aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra
y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Estaban asustados, y no sabía lo que
decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: "Este es mi
hijo amado, escuchadlo". De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que
a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No
contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre
los muertos". Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de
"resucitar de entre los muertos".
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HOMILÍA
Juan era un niño que vivía en un campo. En la escuela vio un gran póster del circo
que iba a actuar en la ciudad. Cuando llegó a casa le dijo a su padre: Papá, ¿puedo
ir al circo el sábado? Si haces todas tus tareas a tiempo, podrás ir, le contestó su
padre.
Llegó el sábado, las tareas hechas y vestido de domingo, el padre sacó unos euros
del bolsillo y después de darle mil consejos le dejó ir a la ciudad.
Las calles estaban llenas de gente para recibir a todos los artistas del circo. Juan se
colocó en primera fila. Nunca había visto un espectáculo tan maravilloso. Un payaso
cerraba la caravana. Cuando el payaso pasó junto a Juan, éste sacó del bolsillo sus
euros y se los dio y Juan se fue a casa. El niño pensaba que eso era el circo. Sólo
había visto el desfile, pero no vio la maravillosa actuación que tendría lugar bajo la
carpa.
Con las cosas de Dios a nosotros nos pasa lo mismo. Cuántas veces hemos
confundido a Dios y a su Hijo amado con los eventos religiosos, con las cosas y las
personas y los libros…
Cuántas veces hemos confundido a Dios con nuestro vacío espiritual y nuestra
necesidad de llenarlo. Y como el niño que quería ver el circo nos hemos contentado
con el colorido y la emoción del desfile pero no hemos entrado en la tienda de su
amor; no hemos subido a la montaña donde Dios se transfigura; y es que,
hermanos, por más malabarismos que hagamos, Dios es siempre mas grande que
nosotros, Dios es el misterio que nos envuelve y nos ama.
La Cuaresma es tiempo de muchas cosas: conversión, fe, austeridad, vacunas…
Hoy la Palabra de Dios en el Génesis y en el evangelio de Marcos nos invitan a
cambiar nuestra imagen de Dios y a purificarla.
"Dios es el Padre que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por nosotros
y es el Dios que está con nosotros".
Dios no es el policía malo que balea al pecador. Dios es el padre que siempre está
del lado del pecador. Dios no es una estrella fugaz en el espacio, es una presencia
permanente en el corazón de la vida. Dios es el Dios de Jesucristo.
Pedro, Santiago y Juan que conocían a un Jesús que hacía milagros, anunciaba el
reino, predicaba la conversión y el tiempo nuevo, recorría los caminos de Palestina
y discutía con los fariseos, un día en la montaña vieron a un Jesús radiante y
transfigurado, una nueva imagen de Jesús. Jesús, fundido en Dios, resplandeció, se
transformó, había entrado en la nube del amor de Dios. Y sólo el amor verdadero
tiene el poder de transformar. Sólo el amor verdadero nos permite ver al Dios
verdadero y transformar las falsas imágenes de Dios. Sólo el amor verdadero nos
permite vernos a nosotros mismos como hijos de Dios.
La Cuaresma es tiempo de redescubrir el Dios amor. Es el tiempo de escuchar a
Jesús, su Hijo amado.
El evangelio nos dice que Jesús conversaba con Moisés y Elías. Pero la voz de Dios
nos dice: "Este es mi Hijo amado, escuchadlo". Dios nos manda escuchar en este
hoy, a su Hijo amado, a Jesús. Él nos da la ley nueva, no Moisés. Él es el profeta
nuevo y último que cumple todas las profecías. Él es le Hijo de Dios que hace
maravillas. Él es el Hijo del Hombre que muere para hacer visible y verdadero al
Dios amor.
Pedro, Santiago y Juan no entendieron nada. Se quedaron con el espectáculo de la
transfiguración. Y sin duda pedirían que desfilaran más personajes para que el
desfile fuera más largo. Les gustó el show de Jesús y querían más.
Jesús les dice, nos dice, el espectáculo verdadero y final se llama muerte y
resurrección.
Para vivir la verdadera transfiguración hay que pasar por la entrega generosa de la
vida. La última palabra la pronuncia el amor.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P