V Domingo de Cuaresma, Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Jeremías 31, 31-34; Hebreos 5, 7-9;
Juan 12, 20-33
EVANGELIO
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos
griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: "Señor,
quisiéramos ve a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron a
decírselo a Jesús. Jesús les contestó: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el
Hijo del Hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a si mismo se
pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida
eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí estará también
mi servidor, a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y
¿qué diré?: Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo: "Lo he
glorificado y volveré a glorificarlo". La gente que había estado allí y lo oyó decía que
había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la
palabra y dijo: "Esta voz no ha venido por mi, sino por vosotros. Ahora va a ser
juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y
cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia Mí". Esto lo decía dando
a entender la muerte de que iba a morir.
HOMILÍA
Un compañero de trabajo le preguntó a su amigo que acababa de hacer el cursillo
de cristiandad cómo le había ido. Y éste le contestó: "allí morí". Perplejo, el
compañero le preguntó qué quería decir.
Fui al cursillo sin gran ilusión pero a lo largo del fin de semana fui descubriendo que
mi vida se ocultaba detrás de una máscara. No había permitido a nadie, ni a mi
mujer ni a mis hijos que me vieran tal como soy, me ocultaba detrás de la máscara
y ni yo mismo me conocía. A medida que me la iba quitando, moría una y otra vez.
Estoy convencido de que tenía que pasar por esta experiencia de mi muerte para
convertirme en la nueva persona que espero ser a partir de hoy.
El domingo pasado veíamos como Nicodemo, llevado por la curiosidad, fue a
entrevistarse con Jesús. En la entrevista Jesús le dijo: "El Hijo del Hombre tiene
que ser levantado en alto y el que crea tendrá vida eterna".
No sabemos si Nicodemo se quitó la máscara de hombre bueno y creyó en Jesús.
Hoy, Juan nos habla de unos griegos que querían ver a Jesús. Serían peregrinos o
turistas que querían hacerse una foto o tener el autógrafo de Jesús para llevar a
casa. Jesús era la figura del momento y había que estrecharle la mano. Felipe y
Andrés, guardaespaldas de Jesús, se lo comunicaron.
No sabemos si hubo foto y autógrafo o no. Pero Juan nos ha dejado escrito este
deseo que late en el corazón de muchos hombres y mujeres: "Señor, queremos ver
a Jesús".
Aquí y ahora, en este hoy de nuestra vida, en esta asamblea eucarística, nosotros,
¿podemos decir que queremos ver a Jesús?
Yo no soy el guardaespaldas de Jesús que impide a la gente que se acerque a
Jesús. Yo soy el portero que a todos invita a celebrar la fiesta del amor y del
perdón. Yo les invito a escucharle y a purificar las razones para querer verle.
Ver a Jesús, sí, para que nos quite las máscaras, nos ayude a ver a los hermanos, a
cambiar de vida, a aprender a morir, a reconocerle en los hermanos…
"En verdad les digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero
si muere, da mucho fruto".
Jesús anuncia su destino y el de sus seguidores. "Ha llegado la hora".
La hora de caer en tierra: morir y dar fruto: resucitar. La hora urgente de hacer la
voluntad del Padre. Caer en tierra es algo transitorio pero los frutos son para todos
y para siempre. "Jesús daba a entender así de qué modo iba a morir. La hora de
Jesús, hora de miedo y angustia, es la hora de glorificar al Padre. Extraña manera
de dar gloria a Dios. Extraña manera de ser glorificado por Dios. Las cosas de Dios
no se parecen en nada a las nuestras.
El Oscar al mejor mensajero, y mejor mensaje es para Jesús, grano de trigo
enterrado y fructificado para todos y para siempre.
Ustedes saben que el grano de trigo cae en tierra y muere sin esfuerzo pero
nuestro morir al hombre viejo, quitarnos las máscaras, vencer el egoísmo y superar
la barrera de buenos y malos exige gran lucha interior.
El hombre que había hecho el cursillo de cristiandad tuvo que pasar por la
experiencia de la muerte para empezar a ser una persona nueva. Se empieza a
morir cuando el poder de Dios nos toca el corazón pero hay que seguir muriendo
día tras día.
Esta lucha interior y este aprender a morir hay que llevarlo a cabo con las armas
del Espíritu, la carne no sirve para nada porque se resiste a morir.
Como los griegos del evangelio, nosotros también estamos a las puertas de la
Pascua, de la Semana santa. Y nosotros decimos: queremos ver a Jesús.
Yo no les invito a ver el show de la Semana Santa, no les invito a mirar sino a
creer, no les invito a asistir sino a celebrar, no les invito a morir sino a resucitar. Yo
les invito a comer los frutos del grano caído en tierra y florecido para nuestra
salvación.
Ha llegado la hora y es urgente.
Acompañemos a Jesús para aprender a servir que es morir; para aprender a dar
frutos que es resucitar.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P