EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 6,44-51.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en
el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que
oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y
el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), Carmelita Descalza, Doctora de la
Iglesia
Manuscrito Autobiográfico C, 35 r°
«Nadie puede venir a mí, si no lo atrae mi Padre que me ha enviado»
Madre, creo necesario darle alguna explicación más sobre aquel pasaje del
Cantar de los Cantares: «Atráeme y correremos», pues me parece que no quedó
muy claro lo que quería decir.
«Nadie puede venir a mí, dice Jesús, si no lo trae mi Padre que me ha
enviado». Y a continuación, con parábolas sublimes -y muchas veces incluso sin
servirse de este medio, tan familiar para el pueblo-, nos enseña que basta llamar
para que nos abran, buscar para encontrar, y tender humildemente la mano para
recibir lo que pedimos...Dice también que todo lo que pidamos al Padre en su
nombre nos lo concederá. Sin duda, por eso el Espíritu Santo, antes del nacimiento
de Jesús, dictó esta oración profética: Atráeme y correremos.
¿Qué quiere decir, entonces, pedir ser atraídos, sino unirnos de una manera
íntima al objeto que nos cautiva el corazón? Si el fuego y el hierro tuvieran
inteligencia, y éste último dijera al otro «Atráeme», ¿no estaría demostrando que
quiere identificarse con el fuego de tal manera que éste lo penetre y lo empape de
su ardiente sustancia hasta parecer una sola cosa con él?
Madre querida, ésa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas
de su amor, que me una tan íntimamente a él que sea él quien viva y quien actúe
en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor
fuerza diré «Atráeme»; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito
de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los
perfumes de su Amado.
Porque un alma abrasada de amor no puede estarse inactiva. Es cierto que,
como santa María Magdalena, permanece a los pies de Jesús, escuchando sus
palabras dulces e inflamadas. Parece que no da nada, pero da mucho más que
Marta, que anda inquieta y nerviosa con muchas cosas y quisiera que su hermana
la imitase.
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