VII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 43, 18-19.21-22.24-25; 2 Corintios 1, 18-22;
Marcos 2, 1-12
EVANGELIO
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra.
Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío,
levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y
descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al
paralítico: "Hijo, tus pecados quedan perdonados". Unos escribas, que estaban allí
sentados, pensaban para sus adentros: "¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién
puede perdonar pecados, fuera de Dios?" Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y
les dijo: ¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados
quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa andar"? Pues, para
que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados..." Entonces le dijo al paralítico: "Contigo hablo: levántate, coge tu camilla
y vete a tu casa". Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de
todos. Se quedaron atónitos y daba gloria a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto una
cosa igual".
HOMILÍA
Un día un niño estaba intentando levantar una piedra muy grande y no podía ni
siquiera moverla. Su padre le estaba observando y al cabo de un rato le preguntó:
¿estás usando todas tus fuerzas? Y el niño, un poco molesto, le contestó: claro que
sí.
No, no estás le dijo el padre porque no me has pedido ayuda.
Pedir ayuda. El niño intentaba levantar la piedra él solito y no podía. Pero ahí
estaba su padre que sí le podía ayudar.
Pedir ayuda. Nosotros intentamos levantar muchas piedras solos y no podemos.
Muchas veces nos resignamos y decimos que siga la piedra ahí, la piedra de la
droga, del botellón, de los emigrantes, de los fracasados... No pedimos ayuda.
Pedir ayuda. Nosotros intentamos buscar solos el camino de la felicidad y no
pedimos ayuda.
Nosotros, los paralíticos, los paralizados por el pecado, la pereza, la cobardía, la
falta de ilusión, las malas compañías...
Necesitamos pedir ayuda. ¿A quién?
El evangelio de hoy es para nosotros una gran lección. Es el milagro de la ayuda de
los hermanos, el milagro de cómo curar la parálisis.
"Le trajeron un paralítico; cuatro hombres lo llevaban en su camilla. Como no
podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, abrieron el techo y por ahí bajaron
al enfermo en su camilla".
El paralítico no podía hacer nada solo. Los paralíticos no podemos hacer nada solos.
Pero aquel tenía cuatro hermanos, cuatro amigos, cuatro hombres dispuestos a
superar todos los obstáculos.
¿Sin la ayuda de esos cuatro hombres se habría marchado a casa perdonado y
sanado?
Jesús podría haber usado el mando, el control remoto, y haberlo curado y
perdonado a distancia. Pero quiso tenerlo cerca, mirarle a los ojos, tocarle como al
leproso y hablarle cara a cara. Jesús quiere cercanía y presencia para que el poder
de Dios actúe. Y esto fue posible mediante la ayuda de esos cuatro hombres
anónimos.
En el evangelio siempre hay alguien que acerca a los paralíticos a Jesús.
Esta es la primera lección, hermanos, el paralítico sin la ayuda de los hermanos no
era nada, no podía nada.
Nosotros, no sólo en las cosas humanas, también en las cosas de Dios necesitamos
la ayuda de los hermanos.
¿Quién nos llevará hasta Jesús?
La iglesia, la comunidad de los creyentes.
Cuando yo soy débil tengo que apoyarme en la fortaleza de mis hermanos.
Cuando yo no tengo ganas de orar tengo que refugiarme en la oración de mis
hermanos.
Cuando yo estoy en pecado, tengo que refugiarme en la gracia y la fidelidad de mis
hermanos.
Cuando yo tengo hambre de Dios, tengo que pedir la comida de la palabra y la
eucaristía a mis hermanos, a mi iglesia.
Cuando yo no encuentro mi camino hacia Jesús, tengo hermanos a quien
preguntar.
Dios sana a los paralíticos con la ayuda de los hermanos.
A veces nosotros queremos llegar hasta Jesús sin intermediarios. Pero ese no es el
camino normal. Todos necesitamos a los hermanos y a su iglesia para encontrarnos
con Jesús cara a cara.
Su Caja, su Banco, fantástico mediador entre usted y sus facturas. ¿Qué sería de
los millones de pobres emigrantes si no existiera Western Union?
¿Quién nos llevará hasta Jesús? La iglesia, la comunidad de los creyentes.
¿Para qué queremos ir a Jesús? Para ser liberados de la culpa del pecado. La gran
cadena que nos impide nacer a la nueva creación es el pecado.
Jesús, el blasfemo, lo primero que ofrece al paralítico es el perdón que se
experimenta "dentro", en lo profundo del ser, ahí está la verdadera sanación.
El perdón es reconocer que el hombre es completo y total cuando la brecha abierta
por el pecado ha sido sanada por Dios..
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P