VIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Oseas 2, 16.17.21-22; 2 Corintios 3, 1-6;
Marcos 2, 18-22
EVANGELIO
En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron
unos y le preguntaron a Jesús: "Los discípulos de Juan y los discípulos de los
fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?".
Jesús les contestó: "¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio
está con ellos? Mientras tienen el novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día
en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza
tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en
odres viejos; porque revientan los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino
nuevo, odres nuevos".
HOMILÍA
Hace unos años unos buscadores de tesoros localizaron un barco hundido en el mar
hacía 400 años. Entre los muchos tesoros que los buscadores encontraron en el
barco había un anillo de bodas. Cuando lo limpiaron apareció la dedicatoria. Dos
manos protegiendo un corazón con esta inscripción: "No tengo nada más que
darte".
De todos los tesoros encontrados, el anillo fue el que más emocionó a los cazadores
de tesoros marinos.
¿Estaría esa pareja celebrando su luna de miel en un crucero por el mar Caribe?
El "no tengo nada más que darte", ¿sería la promesa hecha el día del gran sí?
Pero después de tanto tiempo enterrado, hubo que limpiar el anillo para que brillara
de nuevo la imagen y la inscripción. Nosotros los buscadores del amor de Dios
estamos aquí, en este domingo, para hacer dos cosas: unos para encontrar el anillo
perdido de nuestra alianza con Dios y otros para limpiarlo y recuperar el fervor de
nuestro primer amor.
En la palabra de Dios se repite con mucha frecuencia la metáfora de las bodas.
Jesús es el novio que viene a traernos la alegría, el gozo y el vino nuevo. Jesús es
el novio que viene a inaugurar la nueva alianza, las nuevas bodas, la salvación para
todos nosotros.
En tiempos de Jesús los novios no se iban de luna de miel a Cancún, se quedaban
en casa y durante una semana celebraban su boda con familiares y amigos. Se
suspendía el ayuno y todas las observancias que cerraban la puerta a la fiesta y la
alegría.
En el evangelio de hoy, Marcos nos cuenta cómo un día los enemigos de Jesús le
buscan las cosquillas para ponerlo a prueba.
"¿Por qué no ayunan tus discípulos como lo hacen los de Juan y los de los fariseos?"
No ayunan, responde Jesús, porque están con el novio porque están de boda y en
las bodas todo es exageración.
Jesús es el novio que viene a hablarnos de amor y a amarnos. Jesús es el novio que
viene a sellar un matrimonio santo y formal fundado en el amor y la ternura y en
conocimiento de Dios como dice Oseas.
La presencia de Jesús en la tierra, es la presencia del amor, es esa otra mitad que
nos falta para ser felices. Y como en el día de la boda los novios dicen: sí quiero, así
nosotros somos invitados a decir nuestro: sí quiero. Dios dice el suyo todos los
días.
Esta es la historia del anillo perdido en el mar.
Aquí venimos para que Jesús nos ponga su anillo de amor una vez más.
¿Qué lo has perdido? No importa.
¿Qué lo has tirado al Duero? No importa-
¿Qué no quieres que sepan que estás casado? No importa.
¿Qué está sucio y no se ve el sello? No importa.
Sellados todos con la sangre del cordero y el fuego del Espíritu, podemos decir sí al
amor que Dios nos ofrece.
No olvides que la salvación de Jesús es el don gratuito de su amor.
No olvides que la salvación de Jesús nunca te la merecerás.
No olvides que la salvación de Jesús es para los pobres, los pecadores como tú, los
que se resisten a ponerse el anillo del amor.
No olvides que Dios te ronda y te ama desde siempre y para siempre.
"Pero llegará el día en que el novio les sea arrebatado y entonces ayunarán". Como
el matrimonio tiene sus pruebas y sus días negros, nuestra vida cristiana tiene
también sus días de ayuno, sus noches oscuras, y sus días en que quisiéramos
buscar otro novio menos exigente y más tolerante.
Aquí venimos para re-enamorarnos de nuestro novio oficial, Jesús, y para superar
con su ayuda nuestras sequías, impotencias y pruebas.
Jesús te dice: te he dado mi vida, mi sangre, mi Espíritu. No puedo darte nada
más.
Y yo le digo: teniéndote a ti, no necesito nada más.
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Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P