XXVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Números: 11, 25-29; Santiago 5, 1-6;
Marcos 9, 37-42.46-47
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Juan a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba
demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los
nuestros.
Jesús respondió: -No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre
no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor
nuestro. El que os dé de beber un vaso de agua porque seguís al Mesías, os
aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que escandalice a uno de estos
pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de
molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar
manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y
si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado
con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo; más te vale entrar
tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el
gusano no muere y el fuego no se apaga.
HOMILÍA
Érase un rey que cada día dedicaba un tiempo a escuchar las peticiones de sus
súbditos. Y cada día un hombre bueno, vestido de mendigo, se acercaba al rey y le
ofrecía una fruta muy madura. El rey la recibía y se la entregaba al tesorero que
estaba detrás del trono.
Un día, al cabo de muchos años de repetirse este gesto, un mono del palacio vino a
sentarse en un brazo del sillón del trono. El mendigo acababa de ofrecer al rey su
fruta y éste se la dio al mono. Cuando éste la mordió una joya de mucho valor cayó
al suelo.
El rey, maravillado, le preguntó al tesorero qué había sido de las otras. El tesorero
no respondió porque había tirado las frutas por la ventana a un patio interior.
El tesorero corrió al patio y allí, en el suelo, encontró las frutas ya podridas y un
montón de joyas preciosas.
Un mono –gracias a un mono- que se atrevió a morder la fruta se descubrió el
tesoro que le regalaba, cada día, un hombre bueno.
Hermoso cuento que vamos a descifrar a la luz del evangelio.
El hombre bueno, vestido de mendigo, es Jesús que nos ofrece día tras día la fruta
del amor. Jesús es el hombre bueno que, vestido con nuestra carne, nuestros
sufrimientos y nuestra debilidad, nos ofrece la fruta del perdón, del servicio y de su
vida entera para hacernos nuevos y felices.
Nosotros somos el tesorero, los que recibimos del rey el regalo de la fruta. Y como
el tesorero del cuento, despreciamos el regalo que se nos antoja pequeño e
insignificante y lo botamos por la ventana.
¿Qué hacemos nosotros con el regalo de la Palabra de Dios, con el regalo de su
mesa y con el regalo de su sangre?
¿Qué hacemos con los que no están a favor nuestro, con los niños, con nuestros
pies y con nuestros ojos?
El evangelio es siempre una llamada a la responsabilidad. Somos responsables de
nuestras vidas pero también lo somos de todo lo que nos rodea. Somos libres pero
también responsables. Tenemos derechos y también obligaciones. Y como católicos
más responsables, más obligaciones porque más conscientes de lo mucho que
hemos recibido del Señor Jesús.
¿Y el mono del cuento? El mono es el que sin darse cuenta, muerde la fruta, la
saborea, acepta ingenuamente el regalo y revela el secreto que encierra: la joya de
la salvación.
¿Quién es el mono aquí en la comunidad?
Todos los que aceptan el regalo del Señor y lo hacen suyo.
Todos los que se dejan ganar por el Espíritu. El Espíritu es la joya que Jesús nos
ofrece a todos. Todos somos Eldad y Medad del Libro de los Números. Todos
llamados a profetizar. Todos somos ese "uno que no era de los nuestros" al que
quieren callar. Todos llamados a estar a favor de Jesús.
Dios se sirve de todos nosotros, nos quiere utilizar a todos para revelar su amor a
los hermanos.
El mono del cuento, sin quererlo, dejó caer la joya. Nosotros, miles de veces, sin
quererlo ni saberlo, también manifestamos que poseemos el Espíritu de Jesús.
Nuestra responsabilidad no es la de prohibir sino la de dejar que fluya a través de
nuestras palabras y acciones el Espíritu de Dios.
Nuestra responsabilidad, la de todos, es ser testigos del Espíritu.
Ustedes son Eldad y Medad, los que están en el campamento, pero también
investidos del Espíritu.
Y ahí en la calle, amontonadas y abandonadas están las joyas, esperando ser
descubiertas. Y gracias a algún mono serán encontradas y acogidas.
Aquí venimos a abrirnos al don de Dios, a comer y probar el regalo de la salvación,
del perdón, del amor y del Espíritu.
"Si tu mano es ocasión de pecado…
Si tu pie es ocasión...
Si tus ojos son…"
Dios no quiere una comunidad de mancos, cojos o ciegos. Dios quiere una
comunidad que le sirva con el cuerpo y el espíritu.
Dios no quiere que adores la obra de tus manos.
Dios no quiere que tus pies caminen hacia lugares de pecado sino que caminen con
Jesús hacia la vida y caminen con los hermanos a la comunidad del Espíritu.
Dios no quiere que tus ojos vivan la lujuria del deseo, la pasión de la venganza, la
sed de mal. Tus ojos son para ver la belleza de Dios, del mundo y de los hermanos.
Manos para adorar. Manos para hacer el bien.
Pies para seguir a Jesús. Pies para hacer camino con todos.
Ojos para ver a Jesús. Ojos para ver a los pequeños, a los necesitados, el rostros
de Dios en todo y en todos.
Los complejos de Superioridad
Las iglesias ortodoxas confiesan que ellas solas son "la única iglesia de Cristo en la
tierra".
La iglesia católica ha proclamado durante siglos que "fuera de la iglesia no hay
salvación". Y San Cipriano, Obispo de Cartago escribió: "nadie puede tener a Dios
como Padre si no tiene a la iglesia como Madre". Y el Papa Bonifacio VIII, el 18 de
noviembre de 1302, en su bula Unum Sanctus ya no dejó ninguna duda cuando
proclamó: "Declaramos, es decir, definimos y pronunciamos que es absolutamente
necesario para la salvación de toda criatura humana estar sometida al Romano
Pontífice".
Los Protestantes también heredaron el complejo de superioridad. Al colocar la Biblia
por encima de la iglesia, revolucionaron el papel de la Biblia y dieron más poder al
individuo en su interpretación y en el ministerio eclesial.
Marcos, en el evangelio de hoy nos da un antídoto contra este complejo.
"No es uno de los nuestros", "le dijimos que se callara".
Se creen propietarios de la evangelización. Pero no deja des ser irónica la postura
de los discípulos ya que acaban de comprobar que no pudieron echar un demonio
(9, 14-18), mientras que éste outsider lo ha conseguido. Como también
consiguieron profetizar los dos outsiders que se habían quedado en el campamento:
Eldad y Meldad.
Jesús, siempre más grande que nosotros y más abierto a todos que nosotros, nos
invita a acoger otras teologías y metodologías. El culto siempre tiende a uniformizar
pero el cristianismo auténtico acoge y celebra la diversidad en la continuidad y la
común fe.
"El que no está contra nosotros está con nosotros".
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P