Viernes 13 de Mayo de 2011
Viernes 3ª semana de Pascua 2011
Hechos 9,1-20
En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los
discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las
sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que
seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.
En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con
su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?" Preguntó él: "¿Quién eres, Señor?" Respondió la voz: "Soy Jesús, a
quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que
hacer." Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la
voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos
abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días
ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en
una visión: "Ananías." Respondió él: "Aquí estoy, Señor." El Señor le dijo: "Ve a la
calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y
ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la
vista." Ananías contestó: "Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del
daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los
sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre." El
Señor le dijo: "Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para
dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que
tiene que sufrir por mi nombre."
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: "Hermano Saulo,
el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado
para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo." Inmediatamente se le
cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo
bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos
de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es
el Hijo de Dios.
Salmo responsorial: 116
R/Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, / aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, / su fidelidad dura por siempre. R.
Juan 6,52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne
del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne
y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo
vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan
que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y
murieron; el que come este pan vivirá para siempre." Esto lo dijo Jesús en la
sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
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COMENTARIOS
Jesús hace una aclaración: Comer y beber significan asimilarse a Jesús,
aceptar y hacer propio el amor expresado en su vida (su carne) y en su muerte (su
sangre). En el éxodo, la carne del cordero fue alimento para la salida de la
esclavitud, su sangre liberó de la muerte. En el nuevo éxodo, la carne de Jesús es
alimento permanente; la carne y la sangre dan vida definitiva. El Hijo del
Hombre en su plenitud es el que hace esa entrega y puede comunicar el Espíritu.
No hay realización para el hombre (no tenéis vida en vosotros) si no es por la
asimilación a Jesús; el Espíritu que se recibe lleva a una entrega y a una calidad
humana como la suya.
Contexto eucarístico en el que se muestra el doble aspecto de la eucaristía:
nuevo maná, alimento que da fuerza y vida, y nueva norma de vida, no por un
código externo, sino por la identificación con Jesús y su entrega .
Jesús no es un modelo exterior que imitar, sino una realidad interiorizada:
sintonía. La vida que Jesús posee procede del Padre y no hay realización para el
hombre (no tenéis vida en vosotros) si no es por la asimilación a Jesús; el Espíritu
que se recibe lleva a una entrega y a una calidad humana como la suya. No hay
realización para el hombre (no tenéis vida en vosotros) si no es por la asimilación a
Jesús; el Espíritu que se recibe lleva a una entrega y a una calidad humana como la
suya. Él vive en total dedicación al designio de Dios de dar vida al mundo. Él
comunica esa vida a los suyos: la actitud de éstos ha de ser dedicarse a cumplir el
mismo designio, tal como lo hace Jesús.
A diferencia del antiguo pueblo, la nueva comunidad podrá alcanzar la tierra
prometida, la de la vida definitiva.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de FUNDACIÓN ÉPSILON)