“Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”
Jn 15, 9-17 “
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“OS HE DICHO TODO ESTO PARA QUE PARTICIPÉIS EN MI GOZO Y VUESTRO
GOZO SEA COMPLETO”
Todos y cada uno de los discípulos están invitados a dejarse poseer por la alegría de
Jesús, tras haberse dejado poseer por el amor de Dios. Mi existencia como discípulo
consiste en dejar sitio a este amor divino, que es un amor “descendente”, un amor
que mueve al Padre a “entregar a su Hijo único” (Jn 3,16), un amor que mueve al
Hijo a entregarse a sí mismo, un amor que mueve a los discípulos a hacer otro tanto,
un amor que garantiza la “felicidad” del discípulo.
Cuando Jesús habla de las más que exigentes condiciones de este amor, dice
claramente que son posibles porque este nuevo modo de amar procede de Dios. Es
el amor mismo de Dios el que obra en mí, en ti, en todos los discípulos. Y no sólo
eso, sino que recibiremos de Jesús “su” felicidad, la alegría que procede de haber
amado como Dios ama, a través del impulso y de la imitación de Jesús. Se trata de
algo que nada tiene que ver con el moralismo: aquí nos encontramos en la cima de
la mística, de la mística de la acción, que implica la entrega de uno mismo e incluye
ser poseídos del todo por el amor de Dios.
EL HIJO QUE BAJÓ PARA DAR LA VIDA POR MÍ.
“Mi mandamiento”, el que resume todos los otros, el que distingue a un discípulo de
Jesús de todos los demás, el que Juan llamará también “mandamiento nuevo”, el
típico e inconfundible de Jesús, es sencillo y exigente: “Amaos los unos a los otros
como yo os he amado”. Seguir a Jesús consiste en amar al hermano hasta dar la
vida por él, precisamente como hizo Jesús, el Hijo que bajó para dar la vida por mí.
Dar la vida no significa slo “morir” por los hermanos. Puede ser incluso hermoso y
deseado, en ciertos momentos en que sentimos en nosotros un particular impulso de
generosidad. Dar la vida significa gastar nuestra propia vida para que sean felices
los que viven junto a mí. Significa que cada mañana debo preguntarme cómo puedo
hacer para no ser una carga para los que viven conmigo. Significa soportar sus
silencios y sus “malas caras”, aceptar los límites de su carácter, no extraarse de sus
contradicciones ni de sus pecados. Significa aceptar a mi prójimo tal como es, y no
tal como debería ser.
ORACION
Señor Jesús, ayúdame a mirar hacia lo alto para tener el valor de mirar hacia abajo.
Ayúdame a mirarte a ti, en el esplendor de los santos; a ti, completamente vuelto al
Padre, que eres una sola cosa con él desde la eternidad. Fija mi mirada en ti para
que también yo sea capaz de descender y hacer lo que tú has hecho. Y es que servir
un poco puede resultar fácil, pero convertir toda la vida en un servicio es bastante
difícil. Servir a los que no lo merecen, a los que no son agradecidos, a los que te
rechazan, es todavía más arduo.
Te ruego que infundas en mi corazón ese amor tuyo arrollador, ese amor tuyo
concreto, humilde, que has recibido del Padre y que ha plasmado tu vida, para que
también yo pueda hacer lo que tú me dices que es preciso para ser discípulo tuyo. Mi
servicio no será así un arrastrarse de manera penosa; mi perseverancia en un
servicio exento de gratificaciones será fuente de felicidad, porque estaré poseído por
la felicidad que viene de ti, esa felicidad que prometiste a los que dejan sitio a tu
manera de amar.
Hoy me siento obligado, Señor, a preguntarme hasta qué punto me tomo en serio
“tu” mandamiento, ese que me distingue como discípulo tuyo, ese que te tomas tan a
pecho. Si me examino bien, debo confesar que no es, de hecho, el primer
mandamiento, el que me tomo más a pecho. Y es que he puesto por delante muchos
otros valores que el entorno considera más importantes o que me gratifican más y
con mayor facilidad.
Ilumíname, Señor, para que, en mi vida, esté por encima de todo la preocupación por
construir la fraternidad, por aceptar con benevolencia a mis hermanos y hermanas,
por olvidar sus errores, por recordar constantemente tu mandamiento. Concédeme la
íntima convicción de que es la práctica de este mandamiento lo que hace nuevo el
mundo, de que mi verdadera contribución como creyente la brinda mi actitud
fraterna. Ayúdame a poner en lo más alto de mi escala de valores este
mandamiento, que es el más antiguo y el más nuevo, que cada día deberé aplicar a
nuevas situaciones, para renovarme a mí mismo, mi existencia y mi ambiente vital.