III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Nehemías 8,2- 6.8-10; 1 Corintios 12,12-30;
Lucas 1, 1-4,14-21
EVANGELIO
Excelentísimo Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de
los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones
transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la
palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio,
he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se
extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue
a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los
sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta
Isaías y, desarrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena
Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor". Y,
enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía
los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: "Hoy se cumple esta Escritura que
acabáis de oír".
HOMILÍA
Hay adicciones que matan. ¿Quién no conoce un adicto al alcohol, a las drogas, al
sexo, al juego, a la pornografía…? Las adicciones no nos dejan crecer ni pensar
bien. Para todas estas enfermedades hay terapias y sesiones de rehabilitación.
Aunque la iglesia no es una clínica, ni un grupo de alcohólicos anónimos ni un
gimnasio para hacer body building, sí que es un lugar de rehabilitación.
La Palabra de Dios tiene poder para rehabilitarnos de todas nuestras adicciones.
Sí que es un gimnasio para fortalecer nuestro espíritu y nuestra alma.
La iglesia es el gimnasio del alma y del espíritu.
Todos somos llamados a ser rehabilitados de nuestra mediocridad espiritual por el
poder de la palabra de Dios.
Y todos somos llamados a la escucha atenta de la Palabra.
Dice Nehemías en la primera lectura: "Y todo el pueblo escuchaba atentamente la
Palabra de la ley y todo el pueblo respondió Amén".
La escucha es un acto de disciplina que exige dejar otros pensamientos y exige
concentración.
La escucha es un acto de amor.
El crecimiento y el cambio, en la vida cristiana, empieza cuando se escucha con
atención la palabra de Dios.
La escucha de la Palabra de Dios produce la rehabilitación de nuestro vivir.
Reacción del pueblo: situarse frente a Dios.
Respuesta del pueblo: Amén
Vivir la Palabra como relación, no como imposición.
Lucas, que no ha visto a Jesús, cristiano de la segunda generación, es un eslabón
en la cadena de la transmisión de la Buena Noticia. ¿Y yo?
Lucas nos invita, hoy, a escuchar el discurso inaugural de Jesús.
El ungido de Dios es el Mesías de los pobres y para los pobres.
El libro que leyó Jesús está ahí a mi alcance. Yo también lo puedo coger y leer.
Yo, bautizado y ungido con el santo crisma, también estoy impregnado del Espíritu
Santo. No tengo que usar el extintor para apagarlo sino dejarle que me guíe,
enseñe y fortalezca para ser testigo del Ungido de Dios.
Yo, hijo de Dios, también poseo el secreto de la Buena Noticia y como Jesús estoy
llamado a evangelizar con la predicación de la vida y de la palabra a todos.
Jesús no abrió todas las cárceles ni curó todas las enfermedades, pero sí ofrece la
liberación del peso de la culpa y el veredicto de inocencia a todos los que se dejan
tocar por él.
"Hoy se cumple esta Escritura".
"Hoy ha nacido el salvador".
"Hoy estarás conmigo en el paraíso".
HOY. El cristiano vive siempre en el hoy de Dios siempre presente, siempre
buscándonos, siempre amnistiándonos.