“Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen
y lo han visto"
Jn 14, 7-14
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¿Y TÚ QUÉ VES CUANDO CONTEMPLAS LAS OBRAS DE DIOS?
Felipe quiere ver al Padre, pero no ha sabido verlo en Jesús. Ha visto con los ojos la
realidad externa, pero no ha visto la realidad escondida con los ojos, mucho más
penetrantes, de la fe. Juan usa de una manera típica el verbo «ver» para indicar dos tipos
de realidades: la del signo visible y la de la gloria del Verbo o realidad sobrenatural.
¿Y tú qué ves cuando contemplas las obras de Dios? ¿Ves sólo la realidad sensible, el
signo, o la acción de Dios, la realidad significada? Es bueno plantearse una pregunta como
ésta, porque el secularismo invasor no se preocupa más que de la realidad visible,
empírica, palpable. Aunque está dispuesto, a continuación, a correr detrás de «doctas
fábulas» de tipo astrológico o mágico o pseudorreligioso. El discípulo de Jesús debe
caminar entre el positivismo y la superstición, aceptando lo real de la realidad y aguzando la
mirada de la fe, que nos permite ver la acción –o la «gloria»– de Dios en los
acontecimientos humanos, a menudo intrincados, siempre misteriosos, nunca absurdos.
El Señor ha prometido a su Iglesia la posibilidad de hacer obras incluso mayores que las
que él ha hecho: la grandeza ha de ser medida en el orden de los valores proclamados por
él mismo, esto es, con el signo por excelencia que es la cruz. Se trata del signo del martirio,
de la entrega, del amor que se da, de consumir nuestra propia vida por el prójimo: lo que
exige ver y apreciar otro orden de valores distintos a los apreciados por el mundo, un orden
de valores que, al final, atrae todos a él.
ORACION
Me doy cuenta, Señor, de que soy un buen compañero de Felipe, es decir, que soy un poco
miope para ver tu acción en el mundo. Ayer me lamentaba de la debilidad de tu Iglesia, y
quizás no consiga vislumbrar tu posible mensaje. Me lamentaba asimismo, con acentos de
nostalgia, del hundimiento de esta «cristiandad», sin lograr ver lo nuevo que estás haciendo
brotar. Me lamento de verte ausente de la historia y no consigo verte allí donde antes no
estabas presente y ahora, en cambio, lo estás. Veo que no sé leer los «signos de los
tiempos», dejándome ir unas veces hacia el pesimismo y otras hacia el optimismo, es decir,
leyendo los acontecimientos humanos o bien mirando exclusivamente las debilidades de los
hombres, o bien abandonándome a un providencialismo milagrero.
Enséñame tú el arte del discernimiento, concédeme el don de verte allí donde actúas y el
modo en que lo haces. Purifica mi corazón para no sean mis estados de ánimo, sino tu luz
la que me guíe para descubrirte y encontrarte allí donde actúas, para colaborar contigo,
pero, sobre todo, para amarte como tú quieres.