Sexto Domingo de Pascua - Ciclo A
San Bernardo
Quienes hallan consolación en la memoria de Dios se muestran
más idóneos para amarle
Pero interesa saber quiénes hallan consuelo en la recordación de Dios.
Pues no son de la generación perversa, que irrita al Señor y a la que
se dice: ¡Ay de vosotros, ricos, que ya tenéis vuestra consolación !,
sino la que puede con verdad decir: Rehusó mi alma ser consolada . A
ésta sí que la creemos si añade lo siguiente: Me acordé de Dios y me
deleité . Justo es que, no gozando aún de la presencia, tengan siquiera
la memoria; y que, pues desdeñan los consuelos que pueden
conseguir del torrente de estas cosas perecederas, se consuelen
recordando las eternas. Esta es la generación de los que buscan al
Señor, que buscan la faz del Dios de Jacob y no su propio interés.
Pues a estos que buscan la presencia del Señor y suspiran por ella,
presto les acude su memoria con suavidades de consuelo, no ya
dándoles plena satisfacción, sino enamorándolos más y más,
acuciándolos con más vivos deseos y encendiéndolos en más voraces
hambres, para verse luego saciados del todo. Esto mismo atestigua de
sí el que se da a sí mismo por manjar: Quien me come, todavía
sentirá hambre . Y así, uno que ya se alimentó comiéndole,
exclama: Me saciaré cuando se me apareciere tu gloria. Pero
bienaventurados los que han hambre y sed de justicia, porque día
vendrá en que ellos, y no otros, se verán hartos y colmados. Y, en
cambio, ¡ay de ti, generación depravada y perversa! ¡Ay de ti, pueblo
insensato y necio, que hallas fastidio en la memoria de Dios y temes
que un día te sea presente! Razón tienes para temer, pues ya que no
quieres salir ahora de los lazos de los cazadores, pues los que quieren
hacerse ricos en este siglo caen en los lazos del diablo , tampoco
podréis evitar después aquella voz áspera. ¡Oh palabra áspera, oh
frase dura!: Id, malditos, al fuego eterno . Más áspera ciertamente y
más dura que aquella otra que se oye a diario en la Iglesia,
recordando la pasión: Quien come mi carne y bebe mi sangre vivirá
eternamente . O sea, el que trae de continuo en su memoria mi
muerte y como yo mortifica sus miembros aquí en la tierra, alcanzará
vida eterna; .o sea: si padecéis conmigo, reinaréis conmigo.
Y, con todo, muchos son en nuestros días los que, oyendo esta voz, la
rechazan y dejan de practicar lo que les aconseja, y responden, si no
de palabra, con los hechos, que todavía valen más: Duro es este
hablar, y ¿quién podrá oírlo? Así, los hombres que no conservan su
corazón recto y puro ni son fieles a Dios, antes cifran todas sus
esperanzas en lo incierto de las riquezas, enójanse oyendo hablar de
la cruz y tienen por pesado el recuerdo de la pasión. Pero ¿cómo
podrán sostener el peso de estas terribles palabras que habrán de
oír: Id, malditos, al fuego eterno, que está preparado para el diablo y
sus ángeles? Aplastará esta roca a aquel sobre quien cayere. Y, en
cambio, la generación de los justos será bendita, pues ellos, con el
Apóstol, tanto en la ausencia como en la presencia, no buscan sino
agradar a Dios . Por eso oirán en su boca: Venid, benditos de mi
Padre... Entonces será cuando los impíos, que pertenecen a la
generación aquella que no llevó su corazón por recto camino, verán,
aunque, desgraciadamente, ya tarde, cuán dulce era el yugo de Cristo
y cuán liviana su carga, comparada con el presente dolor, y cuán
desastradamente la rechazaron ellos como si se tratara de pesadísimo
fardo y de yugo insoportable, oponiéndole con soberbia su rebelde
cerviz. No podéis, no, míseros esclavos del oro, gloriaron con la cruz
de nuestro Señor Jesucristo y cifrar toda vuestra esperanza en las
riquezas; no podéis correr desalados tras el dinero y gustar a la vez
cuán suave es el Señor. Por eso, ya que no le sentís amoroso y dulce
en el recuerdo, le hallaréis sin duda áspero cuando sintáis su
presencia.
Por lo demás, el alma del justo suspira con grandes ansias por la
presencia, y suavemente descansa con la memoria; y hasta que se le
conceda contemplarle cara a cara, se gloría con las ignominias de la
cruz. Así, así es como la Esposa, la Paloma de Cristo, descansa entre
tanto y reposa en medio de los bienes que le han tocado por herencia,
y goza ya en el tiempo presente de la memoria de tu abundante
suavidad, Señor Jesús, habiendo alcanzado por esta memoria
conservar sus alas como de plata, o sea blancas por el candor de la
inocencia y la pureza. Amén de lo cual espera ser colmada de alegría
al ver tu cara, cuando también se tiñan de palidez de oro sus
espaldas, cuando, introducida en los resplandores de tu templo con
júbilo, fuere ilustrada más plenamente con fulgores de sabiduría. Por
eso con razón se gloría ya ahora y dice: Pondrá su mano izquierda
debajo de mi cabeza, y con su derecha me abrazará . Por la mano
izquierda puédese entender el recuerdo de este amor del Esposo, en
cuya comparación ningún otro amor representa nada, pues él le hizo
dar la vida por sus amigos; por la derecha, empero, se puede figurar
la visión beatífica que prometió a sus mismos amigos y la alegría con
que se embriagarán cuando gocen de esta deifica visión, y aquel sumo
e inenarrable deleite de que se verán inundados con la divina
presencia, pues de ella se canta también deleitablemente : En tu
diestra goces hasta el fin. Con razón se coloca en la siniestra aquella
memorable y recordada dilección, para que siempre sobre él descanse
y repose la Esposa mientras pasa la iniquidad.
Con razón la mano izquierda del Esposo sostiene la cabeza de la
Esposa para que ella se confíe y descanse en él, lo cual es propio de la
cabeza, o sea, para que la atención de su alma no se incline hacia los
deseos carnales del siglo, porque el cuerpo corruptible que la
envuelve pesa sobre ella y hácela decaer de los altos pensamientos a
que no puede menos de elevarse en considerando, no sólo la gran e
inmerecida misericordia que se le hace, sino también amor tan
probado y gratuito, dignación tan inesperada, mansedumbre tan
invicta, dulcedumbre tan estupenda. Todo esto diligentemente
considerado, ¿cómo no conmoverá al alma y la librará de cualquier
perversa afición, y la arrebatará por maravilloso modo, y la encenderá
vivamente, y la hará despreciar todo aquello que no se puede
apetecer sin menosprecio de estas cosas? Por eso, tras el buen olor de
estos ungüentos corre la Esposa contenta, ama con ardor; y viéndose
amada con tal fineza de amor, piensa que nunca ama bastante, aun
consumiéndose toda en amor. Y no sin motivo; porque ¿cuándo y de
qué manera ese polvillo podrá pagar bastantemente amor tan
inmenso y venido de tan alto, aun cuando se dé toda al amor? ¿No se
le anticipó la Majestad, y no la ve del todo dedicada a la obra de su
salvación? En fin, de tal modo amó Dios al mundo, que le dió a su
Unigénito. Esto dícese, sin duda, del Padre. Y sin duda que dice del
Hijo: Entregó su alma a la muerte . Y dice también del Espíritu
Santo: El Paráclito, que os enviará mi Padre, en mi nombre, os
enseñará todas las cosas y os sugerirá cuanto yo os dije . Amanos,
pues, Dios, y nos ama con todo su ser, pues nos ama toda la Trinidad,
si todo cabe decirlo del Ser infinito e incomprensible, aunque
ciertamente simple.
(Tomado de Obras de San Bernardo, BAC, pag 1381- 1384).