Sexto Domingo de Pascua - Ciclo A
P. Leonardo Castellani
El Espíritu Santo es Dios
Hay que probarlo, pues ha sido un desconocido durante mucho
tiempo. Recién al final de su vida Cristo comenzó a afirmar que el
Espíritu Santo era Dios, y que provenía de El y del Padre, lo cual trajo
después un tremendo cisma, el cisma griego, que no quería saber
nada con que el Espíritu Santo procediera también del Hijo: tenía que
proceder solamente del Padre.
Que Jesucristo es Dios ("el Hijo de Dios") lo hemos probado en la
primera tesis. Que el Padre es Dios nadie lo duda, ni los judíos con su
estrictísimo monoteísmo, ni Jesús que lo llama Dios de continuo, ni
hereje ninguno, sino sólo los ateos.
Los adversarios de esta tesis son Macedonia (año 360) que fue un
arzobispo usurpador de Constantinopla, puesto fraudulentamente por
el Emperador arriano Constancio, hijo de Constantino, el último de los
hijos que sobrevivió. Fue precedido por Arrio y seguido por muchos
arríanos y semiarrianos a quienes San Atanasio
llamó "Pneumatómajos" que significa los que matan el espíritu. Arrio
había dicho que el Espíritu Santo había sido creado de la nada por el
Hijo, siendo así que Dios no puede delegar el poder de creación en
nadie. Dios no puede comunicar a una criatura el poder de crear y el
Hijo, según Arrio, era una criatura del Padre.
Por supuesto, todos los que niegan la Trinidad niegan el Espíritu
Santo. Estos son: 1°) los monarquianos (que dicen que hay una sola
persona); los racionalistas (que también niegan la Trinidad) y los
sabellianos (Salebio dijo que las tres personas eran tres modos de
Dios, como tres nombres y eso lo dijo entre nosotros Leopoldo
Lugones mucho tiempo; casi hasta el fin de su vida afirmaba que en
Dios había tres cualidades que eran Verdad, Bondad y Beldad.
Yo lo visité mucho al hermano mayor Santiago Lugones antes de
morir, porque la señora me llamaba y al final terminé por confesarlo
dificultosamente y después la familia hizo venir el viático. Había hecho
una poesía en que decía que Dios era, como he dicho. Verdad, Bondad
y Beldad. Pese al error la poesía era hermosa). 2°) Los que niegan la
divinidad del Espíritu Santo (Pneumatómajos) y 3°) Los que niegan la
unidad (los triteistas que creen que hay como tres dioses).
Y en nuestra imaginación todos los somos un poco, pues en nuestra
imaginación los representamos no sólo como tres personas distintas
sino también como tres sustancias diferentes. Y no podemos hacerlo
de otro modo, es imposible para nosotros imaginamos una sustancia o
naturaleza con tres personas. No podemos ni siquiera tragarlo eso.
Más aún los que nos hemos formado en la filosofía griega. Se
enumera al Gran Rosmini Serbate, como uno de los adversarios del
Espíritu Santo, pero es una calumnia.
El misterio de la Unidad y Trinidad de Dios ha sido objeto de una
especulación complicadísima, mayor que ningún otro. Hay que leer los
libros que he conservado yo de mis estudios, para ver lo" difícil que
son, aún hoy, después de haberlos estudiado y releído. Toda esta
complicación se debe 1°) Al enjambre de herejías de los cinco
primeros siglos; 2°) Al cisma griego del siglo IX; ) Al racionalismo
y al modernismo actual. Yo, si me preguntan cuál es el esquema o
quisicosa diría: En Dios hay UNA natura, DOS procesiones, TRES
personas, CUATRO relaciones y CINCO nociones y podría explicarlas
mal que bien, pero si me preguntan qué es la "Circumincesión" o la
"perijosis" no lo sé; y nunca lo he sabido, salvo dos horas antes del
examen.
LAS CINCO NOCIONES SON:
1°) la inmacibilidad que es propia del Padre,
2°) la paternidad,
3°) la filiación, que son propias del Padre y del Hijo
respectivamente,
4°) la expiración común, que es la relación del Padre y el Hijo con
el Espíritu Santo y
5°) La procesión que es la aparición del Espíritu Santo, su
nacimiento o como quieran llamarlo, aunque propiamente no es eso
pero lo conciben como una expiración, como si fuere soplado.
La prueba de que el Espíritu Santo es Dios, es que, después de
aparecerse dos veces visiblemente, en el Bautismo de Cristo y en
Pentecostés, (lo cual no probaría que es Dios) Cristo habla del Espíritu
del Padre y suyo como una persona distinta a la que atribuye
atributos divinos. Los Apóstoles lo llaman Dios explícitamente. Cristo
le atribuye al Espíritu Santo, poco a poco, especialmente en sus
últimos sermones, en la Ultima Cena, atributos divinos: que inspiró a
los profetas, que inspiró también a los libros sagrados; el Ángel le
atribuyó el nacimiento del Hijo de Dios. Hablaremos más tarde de una
cosa curiosa que es la apropiación. Todos dicen que las obras de Dios
"ad extra", hacia el exterior, es decir hacia nosotros, proceden de las
tres divinas personas a la vez, sin embarco se ha hecho la costumbre
en la Iglesia, de apropiar una obra al Padre que es la Creación, otra
obra al Hijo, que es la Redención y otra el Espíritu Santo qué es la
justificación, siendo así que todas las obras proceden de las tres
personas a la vez, de un solo Dios.
San Juan XV 26 " Cuando viniere el Paráclito Consolador —dice
Jesús— que yo os mandaré desde mi Padre, el Espíritu de Verdad, que
procede del Padre, El prestará testimonio de mi..." Aquí Jesús indica
de paso que el Consolador procede del Padre y del Hijo, como
creemos nosotros y negaban los cismáticos griegos (―Filioque") .
"Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. . ." El "nombre" está en singular y
los tres apelativos son un plural; y no dice "en los nombres". San
Agustín dice: "Fíjate en el "nombre" y fíjate en el "somos'. "Estos dos
textos principales bastan para probar la divinidad del Espíritu Santo".
"Et in Spiritum Sanctum dominum et vivificantem, qui ex Patre
Filióque procedit. . ." (Y en el Espíritu Santo, señor y vivificador, que
procede del Padre y del Hijo" Credo de Nicea). Esta palabra "y el
Hijo" (Filioque) sirvió para separar de la Iglesia millones y millones de
fieles. El "que" es una preposición copulativa, que se pone detrás de
las palabras en lugar de ponerlas entremedio de ellas.
( P. Leonardo Castellani , Catecismo para adultos, Ediciones del
Grupo Patria Grande, pp. 66 – 67)