XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Deuteronomio 30, 10-14; Colosenses 1, 15-20;
Lucas 10, 25-37
EVANGELIO
En aquel tiempo se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Él le dijo: -¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?
El letrado contestó: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.
Él le dijo: -Bien dicho. Haz esto y tendrá la vida.
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi
prójimo?
Jesús dijo: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos
bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio
muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino, y, al verlo dio un
rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio
un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde
estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles
aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura lo llevó a una posada y lo
cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, y, dándoselos al posadero, le dijo: -Cuida
de él y lo que gaste de más yo te lo pagaré a la vuelta.
¿Cuál de esos tres parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los
bandidos?
El letrado contestó: -El que practicó la misericordia con él.
Jesús le dijo: -Anda, haz tú lo mismo.
HOMILÍA
Una mujer salió de casa y vio a tres hombres con largas barbas blancas sentados a
la puerta. No los reconoció.
Ella les dijo: "Creo que no les conozco, pero deben tener hambre. Pueden entrar y
comer algo"."¿Está el señor de la casa dentro?, preguntaron.
"No", respondió la señora. "Está fuera". "Entonces no podemos entrar",
contestaron.
Al anochecer cuando llegó el marido, ella le contó lo que le había pasado.
"Ve e invítalos". La mujer salió y los invitó. Pero ellos le dijeron: "Nosotros no
entramos en una casa los tres a la vez".
"¿Por qué?" les preguntó curiosa.
Uno de los tres le explicó: "Ese es Mr. Riqueza y aquel es Mr. Éxito y yo soy Mr.
Amor. Ahora entra en casa y dile a tu esposo quién de nosotros quiere que entre en
su casa."
"Qué interesante". Invitemos a Mr. Riqueza y que nos llene la casa con sus
riquezas", dijo el marido.
Su mujer no estaba de acuerdo. "¿Por qué no invitamos a Mr. Éxito? Su nuera que
estaba escuchando saltó diciendo: "¿No sería mucho mejor invitar a Mr. Amor y así
nuestra casa se llenaría de amor"?
Los tres se pusieron de acuerdo e invitaron a Mr. Amor.
El Amor se levantó y se dirigió hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y
le siguieron. Sorprendida la señora preguntó a Mr. Riqueza y Éxito:
"Sólo invité a Mr. Amor, ¿por qué quieren entrar también ustedes?"
Y los dos respondieron al unísono: "Si usted hubiera invitado a Mr. Riqueza o Mr.
Éxito los otros dos se habrían quedado afuera, pero como invitó a Mr. Amor,
adonde él va también vamos nosotros.
Donde hay amor hay también riqueza y éxito.
¿A quién de los tres invitaría usted?
Al amor, por supuesto. La verdad es que si miramos a nuestro alrededor son pocos
los que invitan al amor a su mesa. Nos da más seguridad la riqueza, el éxito y la
fama que el amor.
El amor no es el calor del nido si no la intemperie de todos los vientos, y las
incomodidades de todos los hermanos.
Todos hemos entendido el cuento hermoso de Jesús. Se titula el Buen Samaritano.
El diccionario define al Buen Samaritano como "una persona excepcionalmente
caritativa o servicial".
Todos sabemos que Dios es amor.
Todos sabemos que Jesús nos amó y dio su vida por todos.
Todos sabemos que Dios no tiene acepción de personas.
Todos sabemos que la verdadera religión, la única alabanza y la única fiesta es la
del amor.
Todos sabemos que los gestos de amor valen más que todas las palabras de amor.
Todos sabemos que sólo se salvan los que aman.
El maestro de la ley que quiso poner a Jesús en apuros también sabía la respuesta
a su pregunta: ·¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?"
Y como un loro citó dos textos bíblicos.
"Haz esto y vivirás", le contestó Jesús.
El evangelio de Jesús no es el libro del saber sino del hacer, hacer el bien a todos.
Amar a Dios, para muchos, es algo barato: una misa de vez en cuando, un grito
aquí, una alabanza allí, una oración de petición, una promesa a medio cumplir… Y
es que Dios como las madres lo da todo y no pide nada a cambio.
Yo creo que Dios se contenta con poco, pide poco para él.
Pero, ay, hermanos, cuando se trata de sus hijos, a Dios todo le parece poco.
"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de los bandidos"…
Los sabios de la Biblia pasaron de largo. Un samaritano, un hereje, un ateo, uno
que no conocía la Biblia, lo vio y se compadeció.
Dios quiere que seamos el buen samaritano, que ve, se compadece y actúa.
El amor humano ve y los ojos se llenan de lujuria y quiere poseer.
El amor samaritano ve, se compadece y actúa.
El amor humano ama a los suyos.
El amor samaritano a los extraños los convierte en amigos.
El amor humano pone límites y quiere respuesta.
El amor samaritano no busca recompensa y no cuenta el coste.
El amor samaritano es el amor de Jesús. El es el Buen Samaritano que sale a
nuestro encuentro en el viaje de la vida. Y lo da todo.
El evangelio de Jesús no es el libro del saber, es el libro de hacer el bien. ¿A quién?
A Todos.
Jesús no dice que este samaritano sea un santo, no le llama tampoco héroe. Le
llama con un nombre mejor: prójimo.
Los héroes hacen cosas maravillosas y hay pocos. Los santos nos parecen lejanos y
dedicados sólo a Dios y sus cosas y nadie les hace caso. Dios no quiere que seamos
ni santos ni héroes. Dios quiere que seamos prójimos. "Vete y haz tú lo mismo".
Cuenten las veces que Jesús nos manda "hacer" y se convencerán de que el
evangelio de Jesús no es el libro del saber sino del hacer el bien, ser prójimo, de
todos y siempre.
El domingo pasado les invitaba a compartir con algún hermano el evangelio de los
72 enviados.
Hoy, les invito a no decir nada.
El buen samaritano no dijo nada, simplemente hizo el bien al herido.
Ustedes también, a través de un gesto, una ayuda, una sonrisa, sean prójimo de
alguien al que nadie quiere.
Practiquen el amor, no el de… sino el del samaritano, el de Jesús.
No olviden que el mejor culto a Dios no es el que le damos en la iglesia sino el que
le damos en el servicio y ayuda a los hijos de Dios, nuestros hermanos en la vida.
E inviten a Mr. Amor a su mesa.