XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Eclesiastés 1,2; 2, 21-23, -Colosenses 3, 1-5.9-11; Lucas 12, 13-21
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia.
Él le contestó: -Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y
dijo a la gente: -Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso esta parábola; -Un
hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No
tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los
graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto
de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados
para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo:
"Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?"
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
HOMILÍA 1
TRIUNFAR
“No tiene sentido ser el hombre más rico del cementerio”. M. Twain
Howard Hughes, cineasta, piloto, empresario…dejó al morir más de dos mil
millones de dólares, pero murió solo, no amado e irreconocible. Murió como mueren
tantos mendigos en las calles de Calcuta.
Los mendigos de Calcuta mueren con mayor dignidad y más amor cuando son
recogidos por las Hermanas de la Madre Teresa.
Gandhi vivió austeramente, no dejó dinero. Sólo nos dejó una herencia espiritual,
un ideario de paz, de no violencia y de resistencia pasiva que aún hoy sigue
inspirando a muchas personas de buena voluntad.
Francisco de Asís realizó una acción simbólica en la plaza mayor de Asís. Un día se
despojó de todas sus vestiduras para proclamar a todos que lo externo: ropas
lujosas, riquezas, familia…eran ataduras, “vanidad de vanidades”, que le
encerraban en el mundo de las apariencias del presente y le negaban la verdadera
realidad, ser a imagen de Jesucristo.
El triunfo humano se mide por los muchos ceros de la cuenta corriente, por los
minutos que le dedican en la televisión, por los muchos títulos y medallas
acumulados…
El triunfo cristiano no se mide ni por los ceros ni por las influencias.
Jesús, en el evangelio de este domingo, nos ofrece su enseñanza a través de una
sencilla historia.
Érase una vez “un hombre rico que tuvo una gran cosecha”.
Jesús es fantástico, para seguirle y comprenderle no hace falta ser un teólogo que
nadie entiende, no hace falta ir a la universidad Pontificia de Salamanca. Basta abrir
el oído y el corazón. Se le entiende mucho mejor que a los curas.
Jesús es un maestro fantástico.
Los hombres, avariciosos y ambiciosos, sueñan, trabajan, sufren y se fatigan por
tener más, ser los primeros, quieren triunfar a toda costa.
Triunfar, Jesús dixit, no es tener más, almacenar más en nuevos y gigantescos
graneros.
Triunfar es ser más a imagen de Jesús que se hizo pobre para enriquecernos.
Triunfar es vivir la dimensión humana, temporal, con ilusión y alegría y en actitud
de servicio. Ser capaz de ver a los demás y compartir sus carencias.
Triunfar es olvidarse del “YO”, el hombre rico de la parábola habla 9 veces en
primera persona, -“¿Qué haré Yo?”- y pensar en “Nosotros”.
Triunfar es negarse a vivir sólo en un mundo cerrado, en un presente sin apertura
al mañana de Dios.
Los cristianos queremos no sólo vivir sino sobrevivir. Para sobrevivir hay que
alimentar la dimensión espiritual escondida y olvidada.
“Túmbate, come, bebe y date buena vida” se dice a si mismo el hombre rico.
“Necio” le llama Jesús.
Nuestra dimensión espiritual, llamada a la eternidad, para sobrevivir necesita comer
el cuerpo de Cristo y beber la sangre de Cristo y descansar y darse buena vida en el
área de descanso, en la comunidad de los creyentes, en la alabanza… en acumular
riquezas para Dios