XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Sabiduría 18, 6-9; Hebreos 11, 1-2.8-19;
Lucas 12, 32-48
LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS
Hermanos: la fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve. Por
su fe son recordados los antiguos, por fe obedeció Abrahán a la llamada y salió
hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber a dónde iba. Por fe vivió
como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas –y lo mismo Isaac y
Jacob, herederos de la misma promesa –mientras esperaba la ciudad de sólidos
cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por fe también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar
un linaje, porque se fió de la promesa. Y así, de una persona, y ésa estéril, nacieron
hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las
playas.
Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido la tierra prometida; pero viéndola y
saludándola de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Está claro que los que así hablan, están buscando una patria; pues si añoraban la
patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban
una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios,
porque les tenía preparada una ciudad.
Por fe Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: y era su hijo único lo que ofrecía,
el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: "Isaac continuará tu
descendencia". Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar
muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro.
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño, porque
vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino. Vended vuestros bienes, y dad
limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el
cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas
las lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la
boda para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al
llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y
les irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así,
dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el
ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el
Hijo del hombre.
Pedro le preguntó: -Señor, ¿has dicho esta parábola por nosotros o por todos?
El Señor le respondió: -¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha
puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro
que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo
tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y
beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo
espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado
que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá
muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá, al que mucho se le confió, más se le
exigirá.
HOMILÍA
QUE VIENE EL LOBO
“Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.
Un diplomático, en su visita al Vaticano, vio en la mesa del Papa un teléfono de oro,
línea directa para hablar con Dios.
¿Cuánto cuesta la llamada? Preguntó curioso.
“Medio milln de euros”, le contestaron.
Desanimado y triste renunció a la conversación con el Altísimo.
Semanas más tarde ya en su país fue a visitar a su párroco y vio en la mesa otro
teléfono de oro.
¿Cuánto cuesta la llamada a Dios desde este teléfono? Preguntó sorprendido
“15 céntimos” le contest el párroco entre risas.
¿Y cómo es que en el Vaticano cuesta medio millón de dólares?
El párroco le dijo: “es que desde aquí es una llamada local mientras que desde el
Vaticano es una llamada al extranjero”.
Tiempo de vacaciones, tiempo de olvidos y de disfraces.
No es tiempo de echar monedas en la hucha sino de gastarlas.
No es tiempo de pensar ni de hacerse preguntas serias.
Es tiempo de vivir el presente, huir de la rutina y gozar el presente. No más
preocupaciones.
¿Cómo llamar a Dios desde un extranjero vacacional?
¿Cómo pensar en un más allá imaginario?
¿Cómo esperar a un dios a quien nadie ha visto?
¿Cómo dar limosna en tiempos de crisis?
¿Cómo tener miedo cuando todo lo tenemos asegurado?
Preguntas incómodas que ya casi nadie se hace.
Los que venimos a la iglesia a celebrar la continua presencia del Dios que camina
con nosotros nos fiamos de su Palabra y no tenemos miedo.
“Somos el pequeo rebao” cada día más pequeo en número y en poder, pero
estamos convencidos de que el Señor viene a cualquier hora y que nos habla de
maneras inesperadas.
Las emisoras de radio emiten sus mensajes las 24 horas del día, pero hay que
sintonizarlas para recibir el mensaje.
Dios también habla en la meditación del evangelio, en la belleza de la naturaleza,
en la alegría de la asamblea litúrgica, en el silencio de la noche, en la espera
confiada, en el desprendimiento de lo superfluo, en la búsqueda del tesoro
escondido, en la fidelidad a la tarea encomendada…llamadas gratis, 24/7.
Hay que tener canas y el pie en el estribo para empezar a poner las prioridades de
la vida en orden. Empezar antes es perderse lo mejor de la vida.
Cuando uno es joven piensa en la carrera, el trabajo, la familia, la casa, el coche,
los hijos, las vacaciones…, instalados en el presente nadie piensa en eso tan etéreo
que llaman más allá.
Que viene el lobo gritan los curas en el desierto. A mí que no me despierten. La
muerte no la mencione.
“A pesar de las fatigas, perpetuas y gigantescas, los hombres ponen mucho cuidado
en morir lo más tarde posible. ¡Cuánto mayor no debe ser el esmero para no morir
nunca! Mas en esto nadie quiere pensar”. San Agustín
Sin embargo en la iglesia tenemos que recordarnos que somos mortales aún en
tiempo de vacaciones.
No para amargarnos la vida sino para vivirla con más sentido y una gran alegría.
El Señor que nos quiere más que nadie nos invita hoy a vigilar, a estar atentos a la
presencia de Dios para que acojamos día tras días sus dones.
El Señor que nos habla de mil maneras nos invita a esperar sin miedo y a trabajar
como administradores fieles en esta tensión de la presencia-ausencia del dueño de
todo y del novio que nos quiere desposar.
El Señor, el Amén de Dios, el muerto que vive, el hermano que nos hace herederos,
nos invita a confiar en su Palabra y a tener la seguridad de que heredaremos los
nuevos cielos y la nueva tierra.
Hermanos, ninguno de los que a lo largo de la historia se han acercado a Jesús se
han marchado tristes o con miedo de su presencia.
Espero que ustedes se acerquen a Jesús y recuperen la alegría y la valentía que Él
da a sus seguidores.