XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Amós 8, 4-7; 1 Timoteo2, 1-8; Lucas 16, 1-13
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador
y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: -
¿Qué es lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque
quedas despedido.
El administrador se puso a echar sus cálculos: -¿Qué voy a hacer ahora que mi amo
me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya
sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre
quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: -¿Cuánto
debes a mi amo?
Éste respondió: -Cien barriles de aceite.
Él le dijo: -Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe "cincuenta".
Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes?
Él contestó: Cien fanegas de trigo.
Le dijo: -Aquí está tu recibo; escribe "ochenta".
Y el amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de
la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte,
os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es
honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar
en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo
ajeno, lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos:
porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no
hará caso del segundo.
No podéis servir a Dios y al dinero.
HOMILÍA
EL DIOS DINERO
“Antes de afiliarme a la iglesia Metodista estudié la vida de John Wesley, fundador
de esta denominación religiosa.
John Wesley en su primer año de profesor de la Universidad de Oxford ganaba 30
Libras, un buen sueldo en el año 1700.
Para vivir necesitaba 28 Libras, las dos que le sobraban las daba a los pobres.
Su sueldo aumentaba cada año, pero sus gastos seguían siendo los mismos, 28
Libras.
Así cuando ganaba 60, daba 32.
Cuando le subieron el sueldo a 90, daba 62.
Cuando ganó 120, 90 eran para los necesitados.
Cuando llegó a ganar 1400, se desprendió de 1372.
Hizo esto durante toda su vida. Esto me impresionó. He aquí un hombre que vivía
su fe.
Testimonio de Dorothy Okray.
En nuestros días los filántropos Warren Buffet y Bill Gates en su afán por
incrementar las donaciones para la caridad predican los mismos principios:
“Decidan no lo que pueden dar sino lo que necesitan para vivir y luego den todo lo
demás”.
Cada loco con su tema y es verdad.
Los amantes del fútbol discuten durante la semana las jugadas y los errores del
árbitro.
Los fans de la música se extasían en los conciertos de sus ídolos y conocen todas
sus canciones.
Los maestros hablan de los alumnos de la ESO.
Los curas, de las colectas.
Jesús, según el evangelio de Lucas, tenía obsesión por el tema “dinero”.
“Ay de vosotros los ricos”…
El joven que no le siguió porque tenía muchas riquezas.
Hace dos domingos escuchábamos este aviso de Jesús: “El que no renuncia a todos
sus bienes no puede ser discípulo mío”.
Hoy nos dice: “No se puede servir a Dios y al dinero.
Había un administrador que era ladrón…
Sin embargo, Jesús, agradable sorpresa, no habló nunca del sexo, esa debilidad
humana e invento de Dios al que ricos y pobres tienen acceso.
La Iglesia, a ejemplo de Jesús, debería hablar menos de sexo y más de amor.
El dinero es invento si no del diablo, sí de los hombres y sólo lo gozan unos pocos.
¿Qué hacer con el dinero? ¿Qué predicar sobre el dinero en la iglesia?
En nuestra sociedad, el dinero es el dios que mueve todos los hilos y anuda todas
las relaciones.
Hablamos de dinero sucio, de blanquear el dinero, de economía sumergida, de todo
por la pasta, de corrupción, los periódicos y los noticieros están llenos de nombres
de hombres corruptos, de los que se venden por dinero, de administradores astutos
que se enriquecen y aseguran el futuro estafando a los demás.
A todos estos servidores públicos que tienen tanto poder y administran los dineros
de todos y también a nosotros que, en menor escala, nos vendemos y rezamos al
dios dinero, Dios nos preguntará y la sociedad tiene que investigar las riquezas mal
adquiridas.
“¿Qué es eso que me cuentan de ti?”
Para nosotros, los creyentes, Dios es el dueño de toda la creación y todas las
riquezas de la tierra que habitamos son patrimonio de la humanidad.
Nosotros somos los administradores de esta gran finca, “creced, multiplicaos y
dominad la tierra” dijo Dios en el principio. Tiene que haber alimentos para todos.
El peligro, tentación real, que corremos es practicar el antievangelio, levantar vallas
y muros, excluir a los demás y satisfacer nuestra avaricia.
Ser administradores es también una oportunidad para vivir de acuerdo con el
evangelio de Jesús.
Como Wesley y Bill Gates y tantos hombres buenos, el cristiano calcula lo que
necesita para vivir y el resto lo pone al servicio de los que no tienen nada.
Jesús nos dice hoy una frase lapidaria que se pega a la memoria y que decimos
más para justificarnos y defendernos que para cumplirla.
“No podéis servir a Dios y al dinero”.
Los matrimonios se divorcian “por incompatibilidad de caracteres”.
Dios y el dinero son una pareja imposible por incompatibilidad de caracteres, de
sensibilidades, de prioridades, de celos, de rivalidades, de justicia…
Jesús nos invita a elegir.
Los hombres de hoy, muy a gusto en su piel, en sus negocios, satisfechos con el
dinero al que rezan veinte veces al día, al que dedican todo su tiempo y su astucia
ya han hecho su elección.
Al negocio de la salvación y a su Salvador le dedican poco tiempo y poca astucia.
Es un negocio que no interesa, no sale en la televisión luego no puede existir. Y sin
embargo es el único negocio que debiera preocuparnos inmensamente.
La Iglesia, administradora de muchos bienes materiales, corre también el peligro de
acumular, de dejarse seducir y ensuciar por el dinero injusto. Una de las
acusaciones de los de afuera y de los de dentro es su inmensa riqueza y la poca
transparencia de sus negocios. Sus cuentas son el secreto mejor guardado.
La Iglesia más que una oportunidad tiene la obligación de practicar y vivir el
evangelio de Jesús, su Señor, de escuchar el clamor de los pobres y de poner todos
sus recursos al servicio de los necesitados.