“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi
amor”
Jn 15, 9-11 “
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¡ ES EL AMOR MISMO DE DIOS EL QUE OBRA EN MÍ, EN TI, EN TODOS LOS
DISCÍPULOS.
«Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo y vuestro gozo sea completo» (v. 11):
todos y cada uno de los discípulos están invitados a dejarse poseer por la alegría de Jesús,
tras haberse dejado poseer por el amor de Dios. Mi existencia como discípulo consiste en dejar
sitio a este amor divino, que es un amor «descendente», un amor que mueve al Padre a
«entregar a su Hijo único» (Jn 3,16), un amor que mueve al Hijo a entregarse a sí mismo, un
amor que mueve a los discípulos a hacer otro tanto, un amor que garantiza la «felicidad» del
discípulo.
Cuando Jesús habla de las más que exigentes condiciones de este amor, dice claramente que
son posibles porque este nuevo modo de amar procede de Dios. Es el amor mismo de Dios el
que obra en mí, en ti, en todos los discípulos. Y no sólo eso, sino que recibiremos de Jesús
«su» felicidad, la alegría que procede de haber amado como Dios ama, a través del impulso y
de la imitación de Jesús. Se trata de algo que nada tiene que ver con el moralismo: aquí nos
encontramos en la cima de la mística, de la mística de la acción, que implica la entrega de uno
mismo e incluye ser poseídos del todo por el amor de Dios.
ORACION
Señor Jesús, ayúdame a mirar hacia lo alto para tener el valor de mirar hacia abajo. Ayúdame a
mirarte a ti, en el esplendor de los santos; a ti, completamente vuelto al Padre, que eres una
sola cosa con él desde la eternidad. Fija mi mirada en ti para que también yo sea capaz de
descender y hacer lo que tú has hecho. Y es que servir un poco puede resultar fácil, pero
convertir toda la vida en un servicio es bastante difícil. Servir a los que no lo merecen, a los que
no son agradecidos, a los que te rechazan, es todavía más arduo.
Te ruego que infundas en mi corazón ese amor tuyo arrollador, ese amor tuyo concreto,
humilde, que has recibido del Padre y que ha plasmado tu vida, para que también yo pueda
hacer lo que tú me dices que es preciso para ser discípulo tuyo. Mi servicio no será así un
arrastrarse de manera penosa; mi perseverancia en un servicio exento de gratificaciones será
fuente de felicidad, porque estaré poseído por la felicidad que viene de ti, esa felicidad que
prometiste a los que dejan sitio a tu manera de amar.