COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO
Fiesta. Bautismo del Señor
Con la fiesta del Bautismo del Señor, de este domingo, finaliza el tiempo de
navidad, un tiempo en el que nos hemos alegrado por el nacimiento de nuestro
redentor. Con esta fiesta terminamos el período de espera, que fue el adviento, y la
celebración de los primeros años de vida del Señor. Recordemos que su bautismo
fue realizado por Juan el Bautista cuando tenía al menos 30 años, después del cual
Jesús salió a predicar y a curar enfermos, a anunciar la buena noticia de la
salvación, tiempo que duró unos tres años porque los mismos evangelios nos dicen
que Jesús celebró tres pascuas con sus discípulos, la última en la que instituyó la
eucaristía. A partir del lunes se iniciará el tiempo ordinario donde día a día
seguiremos los pasos del Señor, conoceremos su mensaje y apreciaremos sus
milagros. Para esta fiesta del Bautismo del Señor la liturgia nos propone el capítulo
42 del Profeta Isaías, el salmo 28, el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, y
en este ciclo A meditamos el evangelio según san Mateo en su capítulo tercero.
Bautismo es una palabra que tiene como significado sumergir, hundir, en cierta
medida bañarse. Varias religiones tienen entre sus ritos de iniciación algún baño
ritual con el que la persona pasa a pertenecer a la religión que lo practica. En el
pueblo de Israel, el bautismo está asociado a la purificación ritual, la que se debía
hacer para ofrecer de manera limpia y pura la ofrenda a Dios. Juan el Bautista,
asume el papel dado por Dios de predicar la conversión, el arrepentimiento, y le
ordena bautizar, sumergir a las personas en el río Jordán como señal del cambio de
vida y de conversión. Por eso cuando se acerca Jesús para ser bautizado Juan trata
de disuadirlo diciéndole que más bien era él quien debía ser bautizado por el Hijo
de Dios. Pero Jesús lo convence de que deben cumplir lo estipulado en las
escrituras, porque con ese bautismo se realizaría la manifestación del Espíritu de
Dios que bajaba sobre Jesús y se posaba en él con las palabras que lo confirman:
“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
El bautismo de Jesús marca el inicio de su vida pública, de su ministerio de
predicación. Es un punto de inflexión porque a partir de ese momento su vida deja
de ser privada, se hace pública, en función de los demás, predicando la buena
noticia, y manifestando la salvación que llega con las curaciones. En una cierta
medida el Bautismo de Jesús marca su compromiso como Dios-con-nosotros,
Emmanuel como fue anunciado por los profetas. Y lo hace con obras y palabras. Es
la manifestación más explícita de su ser consagrado al Padre Dios.
Esta fiesta del Bautismo del Señor debe ser para nosotros un momento para
reflexionar sobre nuestro bautismo. Como vimos antes, con Jesús el bautismo dejó
de ser un rito meramente de perdón y arrepentimiento, y se ha convertido, por la
acción del Espíritu Santo, en el donador de la gracia santificante de Dios. El
bautismo nos hace hijos de Dios, herederos de su reino eterno, pero también nos
hace sujetos de los deberes de los hijos, que están plasmados en los
mandamientos. Por el bautismo hemos sido marcados como propiedad de Dios,
como lo dice el libro del Apocalipsis, y de allí su realidad de imprimir carácter, y ser
un sacramento de iniciación que no se repite ni se anula. Si somos bautizados,
somos hijos de Dios, y así nos alejemos, así cambiemos de religión, así nos
hagamos bautizar en otras religiones, la validez de nuestro bautismo es total,
porque la Iglesia no sólo interviene con el agua que nos purifica, sino que todos los
ritos del bautismo tienen un significado profundo que indica la propiedad de Dios
sobre nosotros, especialmente la unción con el santo Crisma que recibimos en la
cabeza. El bautismo nos hace miembros del pueblo de elegidos, que tienen la
misión de anunciar al mundo la buena nueva de la salvación, la buena noticia de la
encarnación del Hijo de Dios que murió por nosotros, y resucitando nos dio nueva
vida. Ser bautizados es un privilegio, pero también es un compromiso que tal vez
no terminamos de asumir. Muchas veces criticamos a la Iglesia porque no actúa
ante ciertas realidades preocupantes de la humanidad, identificamos a la Iglesia
con la jerarquía y los consagrados. Pero la realidad es que la Iglesia somos todos
los bautizados, y somos todos los que tenemos que responder con nuestra fe y
compromiso ante las cosas negativas que genera el pecado. Tenemos la gracia del
Espíritu Santo para que nos auxilie y nos ayude a superar el mal y el pecado que
hay en el mundo.
En este día del bautismo del Señor, revive tu bautismo y comprométete más con
Dios, haciendo el bien y llevando la paz a todos los ambientes donde desarrollas tu
vida.
Fuente: Radio vaticano. (con permiso)