Jueves 13 de Enero de 2011
Jueves 1ª semana de tiempo ordinario 2011
Hebreos 3,7-14
Hermanos: Como dice el Espíritu Santo: "Si escucháis hoy su voz, no
endurezcáis el corazón, como cuando la rebelión, cuando la prueba del desierto,
donde me pusieron a prueba vuestros padres y me tentaron, a pesar de haber visto
mis obras durante cuarenta años; por eso me indigné contra aquella generación, y
dije: "Siempre tienen el corazón extraviado; no han conocido mis caminos, por eso
he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.""
¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e
incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo. Animaos, por el contrario, los unos
a los otros, día tras día, mientras dure este "hoy", para que ninguno de vosotros se
endurezca, engañado por el pecado. En efecto, somos participes de Cristo, si
conservamos firme hasta el final la actitud del principio.
Salmo responsorial: 94
R/Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro
corazón."
Entrad, postrémonos por tierra, / bendiciendo al Señor, creador nuestro.
/ Porque él es nuestro Dios, / y nosotros su pueblo, / el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz: / "No endurezcáis el corazón como en
Meribá, / como el día de Masá en el desierto; / cuando vuestros padres me pusieron
a prueba / y me tentaron, aunque habían visto mis obras." R.
"Durante cuarenta años / aquella generación me asqueó, y dije: / "Es un
pueblo de corazón extraviado, / que no reconoce mi camino; / por eso he jurado en
mi cólera / que no entrarán en mi descanso."" R.
Marcos 1,40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
"Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó
limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero,
para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que
mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes
ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún
pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
COMENTARIOS
El leproso es marginado por su enfermedad, consecuencia de su pecado,
según la tradición judía. La lepra era la mayor muralla social y, al mismo tiempo,
una enfermedad que sólo Dios podía curar ante la petición humilde del “impuro”.
Jesús no repara en tocar lo intocable y, en lugar de quedar contaminado, comunica
su propia “pureza”. El segregado queda reintegrado. Es un gesto grandioso y
revelador. El leproso es invitado a no proclamar su curación, pero en cambio se
convierte en testigo de la acción de Jesús y anuncia abiertamente la acción
liberadora de que ha sido objeto.
Jesús tiene el poder de integrar en su ministerio a todos y a todo; rompe
todos los esquemas de marginación; su práctica pretende abolir las fronteras que
dividen a los hombres.
El discipulado no se puede convertir en un grupo cerrado de “elegidos”,
sino más bien tiene que saber descubrir todos ambientes de marginación que la
sociedad va creando. Su misión será reintegrar a todos para que sean partícipes de
la misericordia de Dios, que siempre está dispuesto a ir en busca de la oveja
perdida para regresarla al redil.
(Extracto de SERVICIOS KOINONÍA)
Juan Alarcón s.j.