II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Introducción a la semana
La carta a los Hebreos, que leemos en estas primeras semanas, es el único escrito del NT en que se atribuye a
Cristo la condición de sumo sacerdote. Sorprende tanto más cuanto que él no pertenecía a la tribu sacerdotal de
Israel –la tribu de Leví-, ni ejerció actividad alguna de ese tipo en el templo, ni su muerte tuvo ninguna referencia
cultual; más bien se enfrentó con los sacerdotes y fue condenado por ellos como un maldito. Por eso, el autor de
este escrito habla de un sacerdocio completamente distinto al del AT. Dios mismo es quien ha constituido a Cristo
Jesús sacerdote de la nueva alianza, plenamente grato a sus ojos, porque es su Hijo, y plenamente identificado con
sus hermanos los hombres, por su encarnación en la historia humana; capaz, por tanto, de comprender nuestras
debilidades, de compadecerse de ellas y de interceder eficazmente por nosotros ante el trono de Dios, habiendo
entregado su propia vida por nosotros. De ahí surge una exhortación imperiosa a vivir de acuerdo con estas
convicciones, con fe y perseverancia, a fin de que se cumpla lo que esperamos y nos ha sido prometido.
En esta semana celebra la Iglesia a tres conocidos santos del siglo IV: san Antonio Abad, austero asceta egipcio y
maestro de vida espiritual, considerado patrón de los animales de compañía; santa Inés, mártir de la fe siendo aún
una niña, cuyo nombre figura en una de las Plegarias eucarísticas; y san Vicente, el joven diácono de Zaragoza,
martirizado en Valencia, ciudad que lo venera como patrón.
Del 18 al 25 de este mes se celebra también la Semana de Oración por la unidad de los cristianos. En 1908
comenzó a celebrarse con el nombre de “Octavario por la unidad de la Iglesia” y fue evolucionando hasta convertirse
en una oración compartida por todos los creyentes en Cristo. Desde 1968 los textos de esta oración son preparados
conjuntamente por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (Iglesia católica) y la
Comisión “Fe y Constitución” (Consejo Mundial de las Iglesias). Es, pues, expresión de una decidida voluntad de
colaboración ecuménica, a la que debemos sumarnos con entusiasmo todos los que nos sentimos discípulos de
Jesús.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Dominicos.org (con permiso)