BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 8 de julio de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
El evangelio de hoy (cf. Lc 10, 1-12. 17-20) presenta a Jesús que envía a setenta
y dos discípulos a las aldeas a donde está a punto de ir, para que preparen el
ambiente. Esta es una particularidad del evangelista san Lucas, el cual subraya
que la misión no está reservada a los doce Apóstoles, sino que se extiende
también a otros discípulos.
En efecto, Jesús dice que "la mies es mucha, y los obreros pocos" ( Lc 10, 2). En
el campo de Dios hay trabajo para todos. Pero Cristo no se limita a enviar: da
también a los misioneros reglas de comportamiento claras y precisas. Ante todo,
los envía "de dos en dos" para que se ayuden mutuamente y den testimonio de
amor fraterno. Les advierte que serán "como corderos en medio de lobos", es
decir, deberán ser pacíficos a pesar de todo y llevar en todas las situaciones un
mensaje de paz; no llevarán consigo ni alforja ni dinero, para vivir de lo que la
Providencia les proporcione; curarán a los enfermos, como signo de la
misericordia de Dios; se irán de donde sean rechazados, limitándose a poner en
guardia sobre la responsabilidad de rechazar el reino de Dios.
San Lucas pone de relieve el entusiasmo de los discípulos por los frutos de la
misión, y cita estas hermosas palabras de Jesús: "No os alegréis de que los
espíritus se os sometan; alegraos, más bien, de que vuestros nombres estén
escritos en los cielos" ( Lc 10, 20). Ojalá que este evangelio despierte en todos los
bautizados la conciencia de que son misioneros de Cristo, llamados a prepararle
el camino con sus palabras y con el testimonio de su vida.
Es tiempo de vacaciones y mañana partiré para Lorenzago di Cadore, donde seré
huésped del obispo de Treviso en la casa que ya acogió al venerado Juan Pablo II.
El aire de montaña me hará bien —así lo espero— y podré dedicarme más
libremente a la reflexión y a la oración.
Deseo a todos, especialmente a los que sienten mayor necesidad, que puedan
tomar vacaciones, para reponer las energías físicas y espirituales, y renovar un
contacto saludable con la naturaleza. La montaña, en particular, evoca la
elevación del espíritu hacia las alturas, hacia el "grado alto" de nuestra
humanidad que, por desgracia, la vida diaria tiende a rebajar.
A este propósito, quiero recordar la V Peregrinación de los jóvenes a la cruz del
Adamello, a donde el Santo Padre Juan Pablo II fue dos veces. La peregrinación
se realizó durante estos días, y acaba de culminar con la santa misa, celebrada
aproximadamente a tres mil metros de altura. A la vez que saludo al arzobispo de
Trento y al secretario general de la Conferencia episcopal italiana, así como a las
autoridades trentinas, renuevo la cita a todos los jóvenes italianos para los días 1
y 2 de septiembre en Loreto.
Que la Virgen María nos proteja siempre, tanto en la misión como en el merecido
descanso, para que podamos realizar con alegría y con fruto nuestro trabajo en la
viña del Señor.
© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana