Domingo 3 Durante el Año
“Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca” (Mt. 4,17)
La liturgia de este domingo nos presenta a Cristo –según el Evangelista San Mateo-
cumpliendo lo anunciado por los Profetas acerca del Mesías que había de venir. En este caso
Jesús cumple la profecía de Isaías quien lo presenta como la luz que había de venir a iluminar
al Pueblo que habitaba en las tinieblas: “A los postrados en parajes de sombras de muerte una
luz les ha amanecido” (Mt.4,16). Después que Jesús se entera que Juan el Bautista es
encarcelado no volverá más a Nazaret. Se establece en Cafarnaúm y desde allí empieza a
predicar por toda la Galilea, tierra que se había contaminado entremezclándose con paganos y
que era tenida en menos a la luz de las demás tribus de Israel. Jesús es la luz que ilumina la
Galilea y la predicación del Reino se difundirá desde allí a todo el mundo.
Jesús comenzó a predicar diciendo: “arrepiéntanse porque se acerca el Reino de Dios” (Ib, 17).
Es un mensaje que urge transmitir, porque el Reino que Jesús promete instaurar se ofrece a
todos los hombres y está cerca, ya viene, está próximo. Es un mensaje de la cercanía de Dios,
es un mensaje de esperanza que reclama cambios en el corazón para que la luz del Señor, su
obra, su Reino, venga a nosotros haciéndonos mejores personas, más humanas, más felices y
más dignas.
Toda la predicación de Jesús está orientada a la conversión y a la salvación de los hombres.
Todas sus obras, milagros y palabras están orientadas a la vida de un Reino Nuevo. Los
milagros que realiza “sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Ib. 23) no es más que
la imagen de la curación de una dolencia más profunda: la del alma. Jesús quiere sanar los
espíritus, viene a traer una curación más profunda, pues si el corazón del hombre no está
sanado no puede hacerse acreedor a la Vida del Reino Nuevo.
Jesús ve a los hermanos pescadores Pedro y Andrés y les dice: “venid en pos de mí y les haré
pescadores de hombres” (Mt.4,19), y así hace también con Santiago y Juan, los hijos del
Zebedeo, quienes después de escuchar la invitación de Jesús, lo siguieron. Jesús los llama
para que compartan su misión, para que por la palabra y las obras de la fe, salven y conviertan
el corazón del hombre.
Dios hoy sigue llamando a sus discípulos y continúa llamando a los hombres de hoy para
hacerlos pescadores de hombres. Llama especialmente a los jóvenes para que con una
respuesta libre, generosa y responsable le digan “Sí” al Señor y dejándolo todo acepten
seguirlo para difundir el Reino de Dios, la obra de Dios. El Señor necesita personas que
quieran dejarse llevar por el Espíritu Santo para hacer presente el Reino que trajo Jesucristo:
reino de paz, alegría, esperanza, verdad, consuelo, luz y misericordia. Los hombres y mujeres
de hoy debemos poner el corazón en Dios para oír el llamado de Jesús, para responder en la
fe y arriesgarse a ser discípulos, testigos y anunciadores del evangelio en este mundo tan
indiferente a la vida de Dios. Dios llama de múltiples formas y en circunstancias muy diferentes
a cada uno, llama a través de las circunstancias de la vida diaria o bajo la forma de impulsos
interiores y para ello nos acompaña siempre con la gracia, para que el llamado sea seguido
con generosidad. En este tiempo de secularismo e indiferencia ante el Reino de Dios, el Señor
está pidiendo a los laicos que se animen a ser cristianos que con la luz de Dios manifiesten su
fe en las casas, en medio de familias que no tienen fe o que están con su fe adormecida, tal
como hicieron los primeros cristianos. El Papa Benedicto está llamando a llevar el Reino de
Dios en clave de reevangelización usando incluso los nuevos medios tecnológicos tales como
internet: es necesario evangelizar también el continente digital.
Que la Virgen Madre que escuchó el llamado y lo aceptó con generosidad nos ayude en el
seguimiento de Jesús para transformar el mundo con el anuncio y las obras del Reino.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Puerto Iguazú