SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
XLIV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Sábado 1 de enero de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
En este primer Ángelus de 2011, dirijo a todos mi deseo de paz y de bien
confiándolo a la intercesión de María santísima, a la que hoy celebramos como
Madre de Dios. Al inicio de un nuevo año, el pueblo cristiano se reúne
espiritualmente ante la cueva de Belén, donde la Virgen María dio a luz a Jesús.
Pedimos a la Madre la bendición, y ella nos bendice mostrándonos a su Hijo: de
hecho, él en persona es la Bendición. Dándonos a Jesús, Dios nos lo ha dado
todo: su amor, su vida, la luz de la verdad, el perdón de los pecados; nos ha
dado la paz. Sí, Jesús es nuestra paz (cf. Ef 2, 14). Él trajo al mundo la semilla
del amor y de la paz, más fuerte que la semilla del odio y de la violencia; más
fuerte porque el Nombre de Jesús es superior a cualquier otro nombre, contiene
todo el señorío de Dios, como había anunciado el profeta Miqueas: «Y tú,
Belén... De ti me nacerá el que debe gobernar... Él se mantendrá de pie y los
apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su
Dios. ¡Y él mismo será la paz!» (5, 1. 3-4).
Por esto, ante el icono de la Virgen Madre, la Iglesia en este día invoca de Dios,
por medio de Jesucristo, el don de la paz: es la Jornada mundial de la paz,
ocasión propicia para reflexionar juntos sobre los grandes desafíos que nuestra
época plantea a la humanidad. Uno de ellos, dramáticamente urgente en
nuestros días, es el de la libertad religiosa; por eso, este año he querido dedicar
mi Mensaje a este tema: «Libertad religiosa, camino para la paz». Hoy asistimos
a dos tendencias opuestas, dos extremos igualmente negativos: por una parte el
laicismo, que a menudo solapadamente margina la religión para confinarla a la
esfera privada; y por otra el fundamentalismo, que en cambio quisiera imponerla
a todos con la fuerza. En realidad, «Dios llama a sí a la humanidad con un
designio de amor que, a la vez que, implicando a toda la persona en su
dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de
libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y
comunitario» ( Mensaje , 8). Donde se reconoce de forma efectiva la libertad
religiosa, se respeta en su raíz la dignidad de la persona y, a través de una
búsqueda sincera de la verdad y del bien, se consolida la conciencia moral y se
refuerzan las instituciones y la convivencia civil (cf. ib . 5). Por esto la libertad
religiosa es el camino privilegiado para construir la paz.
Queridos amigos, dirijamos de nuevo la mirada a Jesús, en brazos de María su
Madre. Mirándolo a él, que es el «Príncipe de la paz» ( Is 9, 5), comprendemos
que la paz no se alcanza con las armas, ni con el poder económico, político,
cultural y mediático. La paz es obra de conciencias que se abren a la verdad y al
amor. Que Dios nos ayude a progresar en este camino durante el nuevo año que
nos concede vivir.