Jesús hoy nos llama a la conversión
Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del domingo 3° “A” (Mt 4,12-23), (23-1-2011).
I. “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”
1. Las primeras palabras que el Evangelio según Mateo pone en labios de
Jesús al comenzar su predicación son: “Conviértanse, porque el Reino de los
Cielos está cerca” (Mt 4,17). En estos dos elementos, la llegada del Reino
de los Cielos y la conversión del hombre a Dios: se contiene todo el
Evangelio de Jesús. Es Dios quien viene al hombre. Pero establece su
reinado en él en la medida en que éste escuche su llamado de convertirse.
2. Para decir “convertirse”, el texto original griego usa la palabra
“metanoeín”, que se traduce más adecuadamente por “arrepentirse”.
Convertirse es, pues, volver sobre los propios pensamientos y decisiones,
reconocer lo errado de ellos, y comenzar a pensar y a decidir de manera
nueva conforme a lo que es verdadero y justo según Dios. Ya Juan Bautista
había identificado el arrepentimiento con una conducta nueva. Por ello, a los
fariseos y saduceos que se acercaban a recibir el bautismo por formalismo,
les dijo: “Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten
con decir: „Tenemos por padre a Abraham‟. Porque yo les digo que de estas
piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham” (Mt 3,8-9).
3. La exhortación de Jesús al arrepentimiento, pronunciada hace dos mil
años, tiene una gran actualidad. Y la tendrá siempre. La Iglesia la proclama
en la liturgia de este domingo. Por medio de ella, es Jesús mismo quien la
pronuncia. Y la dirige al ministro que la lee, a la comunidad que la escucha,
a la Iglesia toda, a la humanidad entera. Nadie queda al margen de este
llamado de Jesús.
II. La resistencia a la conversión
4. Cuán importante es para Jesús el llamado a la conversión, lo apreciamos
en el dolor que prueba por las ciudades que presencian sus milagros, y sin
embargo se resisten a convertirse: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!
Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y
en Sidón, hace tiempo se habrían convertido” (Mt 11,21). Lo mismo vale de
la escena en que Jesús recrimina a los escribas y fariseos . Mientras los
habitantes de Nínive, ciudad pagana, “se convirtieron por la predicación de
Jonás”, ellos, los conocedores de la religión y los que se ufanan de
practicarla escrupulosamente, en vez de aceptar su llamado a la conversión,
pretenden “ver un signo” (Mt 12,38-41) .
5. La resistencia a la conversión que sucedió en tiempos de Jesús, aconteció
después en la Iglesia cuando San Mateo escribió su Evangelio. Y, a no
dudar, sucede también hoy, y sucederá mañana. Con no rara frecuencia,
una lectura errada del Evangelio, nos lleva a los cristianos a interpretar los
pasajes evangélicos que incluyen a personajes judíos en actitud negativa
frente a Jesús como simples anécdotas dolorosas soportadas por él. No
percibimos el mensaje profético que contienen para nosotros. No se nos
ocurre hacer la transposición desde el fariseo y el escriba de entonces, al
cristiano y al clérigo actual. Y que es Jesús quien hoy nos llama a la
conversión.
III. Jesús llama a la Iglesia a la conversión
6. Que Jesús continúa llamando al arrepentimiento a través de las edades,
lo muestra el Nuevo Testamento. El Apocalipsis, escrito varios decenios
después de la resurrección de Jesús, se abre con su figura majestuosa que
ordena escribir a siete Iglesias para llamarlas a la conversión. Después de
ponderar sus buenas obras, señala sus fallas y las exhorta al
arrepentimiento: “Escribe al Ángel de la Iglesia de Éfeso: „Sé que tienes
constancia… Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que
tenías al comienzo. Fíjate de dónde has caído, conviértete y observa tu
conducta anterior. Si no te conviertes, vendré hacia ti y sacaré tu
candelabro de su lugar prominente‟” (Ap 2,1-5). Y así hace con las Iglesias
de Pérgamo, Tiatira, Sardes y Laodicea.
7. Sería interminable narrar cómo, a través de dos mil años, Jesús ha
llamado a su Iglesia a la conversión. Por medio de los santos, de las
persecuciones, de los concilios. Modernamente, por el Concilio Vaticano II,
por los viajes apostólicos de los Papas, por la celebración del Gran Jubileo
del año dos mil, por la “cristianofobia” desatada: de manera cruenta en
sectores de algunos países islámicos; y, en Occidente, en forma de laicismo
militante para erradicar todo signo cristiano del espacio público. Y, a no
dudar, por la difusión a los cuatro vientos de miserias nefandas de hombres
de Iglesia, entre las que sobresale el crimen de la pedofilia, que es preciso
reconocer con humildad, para lograr una verdadera conversión de la Iglesia
en la cabeza y en los miembros.
8. El pasado año 2010, año de gracia, a la vez que “año horrible”, bien
puede ser la bisagra de una puerta que se abra a la renovación de la
Iglesia. Depende de nosotros empujarla y abrirla. La gracia de Dios está
disponible en abundancia. ¿O nos contentaremos con que pase el chubasco,
para seguir luego en la mediocridad de una vida que tiene poco de
evangélica?