DOMINGO/4/TO/A 30 DE FEBRERO 2011
Sofonías 2,3;3,12-13
Buscad al Señor los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la
justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor.
"Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del
Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en
su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos."
Salmo responsorial: 145
R/Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, / él hace justicia a los
oprimidos, / él da pan a los hambrientos. / El Señor liberta a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos al ciego, / el Señor endereza a los que ya se doblan, /
el Señor ama a los justos, / el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda / y trastorna el camino de los malvados. /
El Señor reina eternamente, / tu Dios, Sión, de edad en edad. R.
1Corintios 1,26-31
Fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo
humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio
del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha
escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del
mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que
nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús,
en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y
redención. Y así -como dice la Escritura- "el que se gloríe, que se gloríe en el
Señor".
Mateo 5,1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se
acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres
en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la
tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán
saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que
trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier
modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo."
COMENTARIOS
SOFONÍAS. No es un agorero que se deleite en hacer estremecer a los
pusilánimes, sino vocero de la palabra de Dios, que aprieta pero no ahoga. En 3,9-
20 resuena el anuncio gozoso de la restauración, que se hará palpable,
“sacramento”, en un reducido grupo “pobre y humilde”, es decir, los aparentemente
fracasados. Bienaventurados los que optan por los valores en apariencia
vergonzantes del Reino.
MATEO. Con la lectura litúrgica de este domingo nos adentramos en esa
larga catequesis que acostumbramos a llamar el Sermón de la montaña . Es una
propuesta para orientarnos a una existencia plena y fecunda. Su enseñanza se
articula a través de las tres relaciones fundamentales: con los otros, con Dios, con
el resto de las cosas. Son saberes que se orientan claramente a la práctica.
No se trata de una promesa de consuelo futuro, para otro tiempo, que invite
a resignarse. Al contrario, sirve para iluminar el presente mostrándonos cómo es
Dios y cómo es su hacer. Jesús es el primero que vivirá según este programa.
Nada desea tanto el corazón humano ni busca con más ahínco como ser feliz.
Nada extraño que este deseo y necesidad sea un filón que explota la industria y la
inventiva humana para hacer ofertas de productos que dan la felicidad. Sin
embargo, debemos reconocer que nuestro mundo no consigue ser feliz.
El “sermón del monte” de Jesús es el canto a una felicidad que nace en la
solidaridad de quien deja de poseer para poder amar. Lo que Jesús nos propone es
el camino del “ser” frente al camino del “tener”. Justamente todo lo contrario de lo
que hemos venido haciendo. No es de extrañar, pues, que el programa de Jesús
comience por la pobreza o, mejor, por la “desposesión”, por la decisión de no
apoyarse en los “teneres” para sentirse seguros. Ése es el primer mandamiento de
la vida lograda: vivir sin poseer. Porque la posesión es un arma de doble filo que
se desliza desde la posesión de cosas a la posesión de personas, a ver al otro y a
los otros, no ya como personas sino como objetos y obstáculos en el camino de la
posesión. El “otro” es mi propiedad o mi enemigo y rival. Seréis dichosos, os
lograréis, en la medida en que os liberéis de vuestras riquezas para compartir.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de SAL TERRAE: HOMILÉTICA)