“Felices ustedes cuando sean perseguidos a causa de mi”
Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del Domingo 4° “A”, (Mt 4,25-5,12), 30 enero 2011.
I. El Sermón de la Montaña
1. A partir de hoy, durante seis domingos, nos deleitaremos
espiritualmente escuchando el Sermón de la Montaña, el
primero de los cinco sermones en los cuales San Mateo
expone la enseñanza de Jesús. En él se nos propone el ideal
al cual ha de aspirar todo discípulo. Se abre con el
enunciado de las bienaventuranzas, uno de los pasajes
evangélicos más característicos, pues rompe toda lógica
humana al llamar “felices” a seres que de ordinario causan
lástima: “Felices los pobres… Felices los afligidos…”.
II. “Felices los que tienen alma de pobres”
2. La primera de las bienaventuranzas, “Felices los que
tienen alma de pobres” (Mt 5,3), contiene, en cierto modo,
a todas las demás. ¿Qué significa? Para entenderla la
Iglesia nos da la clave en la primera lectura del profeta
Sofonías: “Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de
la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen
la justicia, busquen la humildad… Yo dejaré en medio de ti
a un pueblo pobre y humilde que se refugiará en el nombre
del Señor” (So 2,3; 3,12). Pobre es, por tanto, el que no
se apoya en ningún poder humano, sino que se confía
totalmente a Dios y realiza su voluntad. Siguiendo el
lenguaje de Mateo, podríamos decir que “pobre” es el
“pequeño” en el que Jesús se alegra por su disposición a
recibir el anuncio del Reino de los Cielos: “Te alabo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado
estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas
revelado a los pequeños” (Mt 11,25).
III. “Felices los perseguidos por practicar la justicia”
3. La serie de bienaventuranzas se cierra con un enunciado
que entendían muy bien los miembros de la comunidad de San
Mateo: “Felices los perseguidos por practicar la justicia”
(Mt 5,10). Su contenido se explicita en los dos versículos
siguientes. Uno se refiere a sufrir persecución por ser
cristiano: “Felices ustedes, cuando sean insultados y
perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa
de mi” (v.11). Y otro, a la alegría espiritual por dicha
persecución: “Alégrense y regocíjense entonces…” (v.12).
El sermón vuelve, poco después, sobre las implicancias de
esta bienaventuranza: “Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores” (Mt 5,44). En la carta de San Pablo a los
romanos, escrita en tiempos del emperador Nerón,
encontramos el eco de esta bienaventuranza: “Bendigan a los
que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca… No
devuelvan a nadie mal por mal” (Rom 12, 14.17).
4. El Evangelio de Mateo se caracteriza por preanunciar la
persecución que sufrirá el discípulo de Cristo. El segundo
sermón de Jesús, o sermón misionero, que ocupa todo el
capítulo 10, se refiere ampliamente a ello: “A causa de mi,
serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar
testimonio delante de ellos y de los paganos…” (Mt 10,18).
5. Por los otros escritos del Nuevo Testamento, y por
documentos extrabíblicos incluso de autores paganos,
conocemos las persecuciones sufridas desde el comienzo de
la difusión del cristianismo. Algunas muy cruentas. La de
Nerón, en el siglo I, es su prototipo. Hubo algunas en las
que el proceso se realizaba en un tribunal, donde la
autoridad trataba de persuadir al cristiano a renegar de su
fe para salvar el pellejo. Pero hubo otras, como en las
Galias a fines del siglo II, en las que el pueblo se
ensañaba contra sus vecinos cristianos y no les permitían
ni siquiera salir de casa a buscar agua a la fuente.
IV. La persecución: gloria y no máscara de una vida doble
6. La realidad del pecado está siempre presente en el
hombre. También en los cristianos. Por ello el apóstol
Pedro distingue entre la persecución que un cristiano sufre
por un crimen y la que sufre por ser cristiano: “Felices si
son ultrajados por el Nombre de Cristo… Que nadie tenga que
sufrir como asesino, ladrón, malhechor o delator. Pero si
sufre por ser cristiano, que no se avergüence y glorifique
a Dios por llevar ese nombre” (1 Pe 4,14-16) .
7. Esta distinción es importante también hoy. La
“cristianofobia” creciente, denunciada por Benedicto XVI,
nos dice que los cristianos hemos de prepararnos a sufrir
persecución cada día más dura. Ya sea cruenta, como sucede
hoy en Oriente por parte de grupos fanáticos islámicos. O
no cruenta, en Occidente, pero no menos terrible, por parte
de un laicismo militante, que pretende destruir todo signo
público referido al cristianismo, e incluso privar al
cristiano de vivir en la vida civil conforme a su fe,
negándole incluso el derecho a la objeción de conciencia.
8. Sin embargo, nunca podremos tildar como persecución la
sanción judicial por las fechorías que cometamos. Éstas
deben ser sancionadas por la autoridad civil. Nada más
ajeno a un cristiano que disfrazar la iniquidad con el
manto de la fe, como denunció el apóstol Pablo: “Tú, que
hablas contra el robo, también robas. Tú que condenas el
adulterio, también lo cometes. Tú, que aborreces los
ídolos, saqueas sus templos. Tú que te glorías en la Ley,
deshonras a Dios violando la Ley”. La consecuencia de ello
era muy triste: “ Por culpa de ustedes, el nombre de Dios es
blasfemado entre las naciones” (Rom 2,21-24).