JUAN PABLO II
ÁNGELUS
1 de enero de2003
XXXVI Jornada Mundial de la Paz
1. Al inicio del nuevo año elevemos al Señor nuestro profundo agradecimiento
por este tiempo "nuevo", don de su amor misericordioso, que comienza en
nombre de Jesús y de su Madre virgen , María. En efecto, hoy, octavo día desde
la solemnidad de la Navidad, se celebra la fiesta de la maternidad divina de la
Virgen, y el evangelio nos recuerda que al Niño nacido en la cueva de Belén le
"pusieron por nombre Jesús" ( Lc 1, 42), que significa "Dios salva".
¡Sí! Sólo del Señor el mundo puede esperar la salvación . Únicamente Cristo
conoce a fondo el corazón del hombre: al acoger la fuerza de su gracia, cada
uno puede realizarse plenamente a sí mismo.
2. Sostenidos por esta certeza, los creyentes no pierden la esperanza , incluso
cuando se multiplican los obstáculos y los atentados contra la paz. Hace
cuarenta años, en un contexto de graves amenazas a la seguridad mundial, el
beato Juan XXIII publicó, con gran valentía, la encíclica Pacem in terris .
Me referí a ese significativo acontecimiento en el Mensaje para la Jornada
mundial de la paz, que celebramos hoy. Como entonces, también actualmente
es necesario que cada uno dé su contribución para promover y realizar la
paz, mediante opciones generosas de comprensión recíproca, de reconciliación,
de perdón y de atención efectiva a quienes se encuentran en dificultades. Hacen
falta gestos de paz concretos en las familias, en los lugares de trabajo, en las
comunidades, en el conjunto de la vida civil y en las organizaciones nacionales e
internacionales. Es necesario, sobre todo, orar continuamente por la paz.
¡Cómo no expresar una vez más el deseo de que los responsables hagan todo lo
posible por encontrar soluciones pacíficas a las numerosas tensiones existentes
en el mundo, particularmente en Oriente Próximo, evitando ulteriores
sufrimientos a aquellas poblaciones ya tan probadas! Que prevalezcan la
solidaridad humana y el derecho.
3. Amadísimos hermanos y hermanas, encomendemos esta incesante petición a
María, a quien hoy veneramos con el hermoso título de Madre de Dios, la
"Theotokos". Ella, elegida para ser la Madre del Salvador, al pie de la cruz se
convirtió en Madre de todo ser humano.
Que ella nos obtenga un año sereno y favorable , durante el cual se multipliquen
"gestos de paz" que revistan siempre el carácter de la profecía, es decir, la
humildad de quien no busca brillar, sino que proclama el gran ideal de la paz
(cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz , 9).