“Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba
manifestarse”
Mc 4, 21-25
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL CRISTIANO CAMINA INCANSABLEMENTE POR UN CAMINO NUEVO Y VIVO.
Aquí abajo nunca considera que ha llegado, nunca se siente satisfecho con los resultados
alcanzados o asegurado contra los peligros y las insidias. Con la mirada fija en la meta,
nunca debe detenerse: eso sería retroceder. Por otra parte, esta urgencia insaciable de ir
siempre «más allá» es la señal misma de la presencia en él de algo -o Alguien- que le
supera infinitamente. Es el amor derramado por el Padre en nuestros corazones el que nos
da ojos para descubrir a nuestro alrededor situaciones de pobreza que tienen necesidad de
socorro, de consuelo, de esperanza. Estamos todos en camino hacia la morada de paz,
pero no llegaremos a ella sino juntos, ayudándonos mutuamente. Y es precisamente la
caridad la que nos renueva siempre el camino, porque con su divina intuición es capaz de
hacemos descubrir, bajo las más míseras apariencias, la llama de la vida que quiere nacer.
Entonces la fatiga deja de contar, puesto que ve brillar la luz allí donde reinan la tristeza y la
muerte.
Jesús nos invita en el evangelio de Marcos a escuchar atentamente su Palabra, para que
nos impregnemos hasta tal punto de ella que la hagamos rebosar fuera de nosotros, que la
irradiemos. El autor de la carta a los Hebreos nos propone una manera muy sencilla de ser
misioneros del evangelio: animamos recíprocamente, evangelizarnos unos a otros
practicando la caridad fraterna en las situaciones de la vida cotidiana. Es imposible que este
amor humilde y sincero no suscite interrogantes en quienes nos ven vivir de un modo tan
«diferente» y tan bello. Las historias de muchas conversiones han empezado precisamente
así: del encuentro con creyentes que vivían a Jesús. «¿Acaso se trae la lámpara para
taparla con una vasija de barro?». A buen seguro que no. La lámpara existe sólo para brillar
con un rayo de esperanza en la oscuridad de la noche. Como los cristianos en el mundo.
ORACION
Jesús, al principio tú estabas junto al Padre, dirigido a él en el amor; ahora estás también
con nosotros, misericordiosamente inclinado sobre nuestras heridas; caminas con nosotros
y nos llevas sobre tus sagrados hombros. No sólo nos indicas la senda, sino que tú mismo
eres el Camino hacia la casa del Padre. Estás viendo cómo, a veces, nos sorprende el
cansancio, nos aferra el miedo; tú conoces bien nuestras secretas tentaciones, que nos
invitan a detenernos, a dirigir la mirada hacia atrás... Y nosotros sentimos, por encima de
todo el humano sufrir, tu mirada misericordiosa, que se posa sobre nosotros; en la hora de
la prueba sólo en ti ponemos nuestra confianza. Tu Palabra, fiel, siempre nos sostiene,
porque creemos que todo tu camino, todo trecho del camino, por muy áspero y escarpado
que sea, no es un sendero desconocido, sino que es camino de salvación y quien lo toma
encuentra su paz. Todo tu camino, aunque parezca duro e interminable, es un paso a la
vida que no tiene límites.
Concédenos, Señor, cada día el ánimo para volver a partir todos juntos; no permitas que
nunca se quede alguien atrás, sentado en sus ruinas, con el corazón cargado de tristeza.
Señor, ven en nuestra ayuda, para que deseemos llegar a contemplar sin velos tu rostro en
el Reino de la luz.