DOMINGO QUINTO. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt 5, 3-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vosotros sois la sal de la
tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que
para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No
se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se
enciende una lámpara para meterla debajo del candelero, sino para ponerla
en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz
a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro
Padre que está en el cielo. »
CUENTO: EL VERDADERO CRISTIANO
Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a toda
prisa por el camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se
acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó:
“por favor, seor, ha visto pasar por aquí a algún cristiano?”.
El anciano, encogiéndose de hombros le contest: “depende del tipo de
cristiano que ande buscando”. “Perdone, dijo contrariado el hombre, “pero
yo soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Slo conozco a Jesús”.
Y el anciano aadi: “pues sí, amigo, hay de muchos tipos y maneras”.
Los hay para todos los gustos: “hay cristianos por cumplimiento, por
tradición, por costumbres, por superstición, por obligación, por conveniencia
y cristianos auténticos”. “Los auténticos! Esos son los que busco! Los de
verdad!”, exclam el hombre emocionado. “Vaya!”, dijo el anciano con voz
grave. “Esos son los más difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pas
uno de esos por aquí, y precisamente me pregunt lo mismo que usted”.
“Cmo podré reconocerle?”. Y el anciano respondi tranquilamente: “no se
preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad
no pasa desapercibido en este mundo. Lo reconocerá por sus obras. Allí
donde van, siempre dejan huellas”
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
¡Qué actualidad tiene este Evangelio! Más que nunca es necesario recordar
que los cristianos debemos ser sal y luz de un mundo cada vez más
indiferente a los religioso y a lo cristiano, precisamente porque quizá los
cristianos hemos dejado de ser luz y sal para nuestra sociedad. ¿Qué hemos
hecho de nuestra fe? ¿A qué se está reduciendo nuestro testimonio
cristiano? ¿Nos conformamos con vivir una fe en privado o la reducimos al
ámbito de las misas y el templo? ¿Hemos renunciado a salir a la calle y
mostrar con humildad, convencimiento y alegría el motivo de nuestra
felicidad que no es otro que habernos encontrado con Cristo? ¿O quizá
hemos dejado que nuestra sal se vuelva sosa, insípida, deslavazada,
incapaz de dar sabor y esperanza al mundo que nos toca vivir? ¿No será
que estamos escondiendo la luz que nos fue regalada y dejamos a nuestra
sociedad a oscuras, cuando más necesitan del ejemplo y compromiso de los
cristianos a favor de un mundo más justo y fraterno?
¡Qué diferente es vivir la fe en medio de la persecución, como les está
ocurriendo a muchos cristianos en países de mayoría musulmana o hindú!
Algunos lo están pagando con su propia vida. Ellos son la semilla de nuevos
cristianos, su ejemplo conmueve y estimula, como el de tantos cristianos
que, como los monjes cistercienses de Argelia, cuya historia ha sido
reflejada con gran éxito estos días en la película “De dioses y hombres”,
que fueron degollados por un grupo islamista radical. Aunque sin llegar a
esos extremos de heroicidad, de alguna manera, también en los propios
países occidentales de mayoría “cristiana”, estamos viviendo una especie de
“persecucin” solapada y pacífica, que intenta ridiculizar la fe cristiana o
reducirla al espacio privado de las conciencias y las sacristías.
Pero no debemos desanimarnos. Contamos con la promesa de Cristo de que
no nos fallará y debemos estar convencidos de que su mensaje y su
persona son de plena actualidad. Si no nos convencemos de que merece la
pena conocer y seguir a Jesucristo y de que su Buena Noticia de amor, de
perdón y de paz son más que nunca necesarios en este mundo nuestro tan
avanzado tecnológicamente, pero con inmensas desigualdades, con
profundos vacíos morales y espirituales, con escandalosas injusticias, con
destructivas e innecesarias guerras.
Y para eso tenemos que acrecentar nuestra relación personal con Cristo a
través de la oración, los sacramentos, la Palabra, la cercanía y defensa de
los necesitados. Sólo desde esa experiencia transformadora que nos colma
de felicidad, podremos ser la sal y la luz que el mundo necesita. Porque,
como nos recuerda el cuento de hoy, donde hay un cristiano de verdad se
nota, deja huella, es como un imán que atrae. Eso sí, debemos
convencernos primero nosotros, vivirlo desde dentro, para poder contagiarlo
hacia fuera. Y tener claro que hoy el mundo, la gente que nos rodea, están
hartos de bonitos discursos, de ver cristianos incoherentes entre lo que
dicen y lo que hacen, de contemplar cómo se llaman cristianos personas
que públicamente no son precisamente ejemplo de verdad, honestidad,
justicia, o perdón. De una vez por todas, la Iglesia debe dejar claro de que
para ser cristiano no basta con estar bautizado o ir a misa los domingos,
sino que debe dar testimonio de una fe verdadera y de un amor solidario.
Quizá seremos menos, pero qué importa, Cristo empezó con un grupo
reducido de seguidores, pero entusiastas y comprometidos, que cambiaron
la sociedad que les tocó vivir y cuyo testigo ha llegado hasta nosotros.
Demos, pues, testimonio de nuestra fe a través de nuestras buenas obras,
como dice el Evangelio. Sin complejos, pero también sin prepotencia, con
mucha humildad y alegría, dando razón de nuestra esperanza, tendiendo
siempre la mano al diálogo y a la escucha, no imponiendo, sino proponiendo
con sencillez y amor la oferta de felicidad que Cristo nos ofrece a todos.
¡FELIZ, ALEGRE, SABROSA Y LUMINOSA SEMANA PARA TODOS!