¿Un salario sin mucha sal, y unos cristianos sin mucha influencia en el
mundo?
Domingo 05 ordinario 011 Ciclo A
Como todos los mortales, Cristo fue fruto de un ambiente, de unas costumbres y
de un folclore propio de su tiempo, de su raza y de su gente. Muchas de las
palabras de Cristo tuvieron su origen en la casita, la agradable casita de
Nazaret. Ahí conoció Cristo dos elementos importantes en la vida de su pequeña
familia, la sal y la luz. Sobre la sal, Jesús veía como su madre mezclaba unos
cuantos granitos de sal en la comida, y ¡Qué sabrosa sabía! Era comida de
pobres, pero servida con amor, servía no sólo para ellos, sino para cuanta
persona tocara a su puerta. Pero la sal además de su uso alimenticio, para la
gente de ese tiempo, tenía otras propiedades, servía para desinfectar las
heridas, para cauterizarlas. A los recién nacidos se les salaba. En el terreno
social, era muy importante, pues en las alianzas, se hacía un banquete y se
hacía notar, que como la sal, ellos deberían preservar la paz. E incluso en el
terreno religioso también era importante, pues a las víctimas para el sacrificio se
les salaba previamente. Y todavía hoy, abundando en la cuestión de la sal, al
sueldo de los obreros lo llamamos salario, pues en Roma, la Vía Salaria, era una
vía importante por la que se transportaba y llegaba a Roma la sal necesaria para
los usos descritos y a los soldados encargados de preservar la seguridad en
aquella importante Vía, se les pagaba con pequeñas bolsitas de sal llamadas
Salarium Argentum. En Roma la sal se recibía del puerto de Ostia y en Israel
era transportada del Mar Muerto y por supuesto que tenía aparejada cierta
impureza. De la luz, Cristo se encontraba cada tarde con su madre para asistir a
un pequeño ritual, tomar un poco de aceite de la garrafa, para ponerlo en la
lámpara de barro, colgarla en el techo y a la luz de aquella lámpara, comentar
los sucesos del día, tomar los alimentos de la noche, y orar al Buen Padre Dios.
Ya no nos iluminamos con aceite ni con velas pero la luz seguirá siendo siempre
símbolo de alegría, de vida, de energía y de contento. Un espacio iluminado es
siempre un espacio buscado para estar, para trabajar, para divertirse y para
amar.
Por eso Cristo, ya crecido, llegará a decir a sus discípulos y a sus seguidores:
“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida….” Y además:
“Ustedes son la luz del mundo. Que de igual manera brille la luz de ustedes ante
los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a
su Padre que está en los cielos”. En un afán de respuesta generosa, hubiéramos
querido que Cristo nos pidiera algo más concreto, quizá más difícil, pero tras de
esos dos elementos tan sencillos en los que quizá no reparamos, se encierran
grandes requerimientos. Los cristianos en el mundo, no quieren protagonismo en
su ambiente, como la sal, que no puede comerse a puños pero que hace
saborear la comida más sencilla. Así tienen que ser los cristianos, no exigen
primeros lugares y si acaso lo hacen es para servir, pero no para ser notados. El
Profeta Isaías, varios siglos antes de Cristo, hablaba a su pueblo en el que
algunos se habían enriquecido a costa de los demás, y parece que hace el mejor
comentario a las palabras de Cristo. Díganme si no: “comparte tu pan con el
hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda
a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de
prisa tus heridas…cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el
gesto amenazador y la palabra ofensiva, brillará tu luz en las tinieblas y tu
oscuridad será como el mediodía”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en
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