Miércoles 02 de Febrero de 2011
Presentación del Señor 2011
Malaquías 3,1-4
Así dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el
camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros
buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el
Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará
en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se
sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los
hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará
al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los
años antiguos."
Salmo responsorial: 23
R/El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las antiguas compuertas: / va a
entrar el Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? / -El Señor, héroe valeroso; / el Señor,
héroe de la guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las antiguas compuertas: / va a
entrar el Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? / -El Señor, Dios de los ejércitos. / Él es el
Rey de la gloria. R.
Hebreos 2,14-18
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra
carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el
poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la
muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los
hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus
hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y
expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor,
puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Lucas 2,22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres
de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo
escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y
para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos
pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y
piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él.
Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el
niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en
brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a
tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has
presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu
pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del
niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para
que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así
quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el
alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una
mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda
hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios
con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
COMENTARIOS
«Una mujer se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto». (Mt
9,20). Si esta mujer, tocando el borde de su vestido, sacó de ahí tantas ventajas
¿qué pensar de Simeón que «recibió al niño en sus brazos», y teniéndole en brazos
se dejó llevar del gozo al apercibirse que llevaba al niño venido para liberar a los
cautivos (Lc 4,18), y que él mismo iba a ser liberado de las ataduras del cuerpo?
Sabía muy bien que nadie es capaz de hacer salir a alguien de la prisión del cuerpo
dándole la esperanza de la vida futura si no aquél que tenía en sus brazos. Y se
dirige a él al exclamar: «Ahora, Señor, deja a tu siervo irse en paz. Porque a lo
largo de todo el tiempo que no he tenido a Cristo, que no lo he estrechado entre
mis brazos, he estado prisionero y no podía salir de mis ataduras».
De todas formas, no es solamente de Simeón, sino de todo el género
humano que se deben comprender estas palabras. Si alguien deja el mundo, si
alguien es liberado de la prisión y de la morada de los cautivos para alcanzar la
realeza, que tome a Jesús en sus manos y lo rodee con sus brazos, que le coja
entero y lo apriete contra su corazón, y entonces, saltando de gozo, podrá irse
donde desee.
Orígenes
JUAN ALARCÓN, S.J.
(EDD. http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP