Viernes 04 de Febrero de 2011
Viernes 4ª semana de tiempo ordinario 2011
Hebreos 13,1-8
Hermanos: Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad;
por ella algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles. Acordaos de
los que están presos, como si estuvierais presos con ellos; de los que son
maltratados, como si estuvierais en su carne. Que todos respeten el
matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los libertinos y
adúlteros Dios los juzgará. Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo
que tengáis, pues él mismo dijo: "Nunca te dejaré ni te abandonaré"; así
tendremos valor para decir: "El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá
hacerme el hombre?" Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la
palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo
es el mismo ayer y hoy y siempre.
Salmo responsorial: 26
R/El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, / ¿a quién temeré? / El Señor es la
defensa de mi vida, / ¿quién me hará temblar? R.
Si un ejército acampa contra mí, / mi corazón no tiembla; / si me
declaran la guerra, / me siento tranquilo. R.
Él me protegerá en su tienda / el día del peligro; / me esconderá en lo
escondido de su morada, / me alzará sobre la roca. R.
Tu rostro buscaré, Señor, / no me escondas tu rostro. / No rechaces
con ira a tu siervo, / que tú eres mi auxilio; / no me deseches. R.
Marcos 6,14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey
Herodes oyó hablar de él. Unos decían: "Juan Bautista ha resucitado, y por
eso los poderes actúan en él." Otros decían: "Es Elías." Otros: "Es un profeta
como los antiguos." Herodes, al oírlo, decía: "Es Juan, a quien yo decapité,
que ha resucitado." Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había
metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado
con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito
tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa
de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un
hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba
desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes,
por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la
gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando
mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que
quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La
madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a
toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en
una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero,
por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó
a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel,
trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la
entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver
y lo enterraron.
COMENTARIOS
Juan fue capaz de enfrentar sin miedo a Herodes, de criticar su matrimonio
con la esposa de su hermano Filipo, cosa que la ley prohibía totalmente (ver Lv
18,16), y por ello es asesinado, por ser justo y fiel a la verdad de Dios; su muerte
traza el camino que habrá de recorrer Jesús; es lo que le espera al Maestro, a los
discípulos y a todos aquellos que asumen como opción de vida la lucha diaria por la
construcción del Reino de Dios.
JUAN ALARCÓN, S.J.
(Extracto de SERVICIOS KOINONÍA)