SEPTIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A
JUEVES
a.- Eclo. 5, 1-8: No tardes en volverte al Señor.
b.- Mc. 9, 41-50: Más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos
manos al abismo.
Este evangelio es una colección de sentencias de Jesús respecto a las disposiciones
interiores para entrar en el Reino de Dios. Humildad y sencillez, caridad con el
prójimo, evitar los escándalos y hace un serio examen de lo que hay que quitar o
mortificar de nuestra vida lo que impide el seguimiento de Cristo. “Y si tu mano te
es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las
dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de
pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser
arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que
entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la
gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de
ser salados con fuego.” (vv. 45-49). No se trata de entender esto en forma literal,
si no que estar atentos a lo que sale del corazón, como fuente de lo que hace
impuro al hombre. Lo que le interesa a Jesús es resaltar la importancia absoluta del
Reino de Dios, ante lo cual nada puede impedir ingresar en él, de ahí la importancia
de quitar todo cuanto estorba para mantenerse en él, como quien hace dieta para
mejorar su salud física.
Toda esa renuncia es válida antes de ser arrojado al abismo, es decir, el infierno
(cfr. Is. 66, 24). La referencia a la sal y al fuego, elementos considerados de
purificación, viene a significar, la fortaleza para conservar la fe y fidelidad a Dios
frente a las persecuciones que las comunidades han comenzado a sufrir. Las
pruebas, como la sal y el fuego, purifican y confirman la fe y la fidelidad al
evangelio; sin sal la identidad cristiana se diluye en la nada, recordemos que Jesús
dijo que sus discípulos son la sal de la tierra. Muy unido al tema de la identidad
cristiana es conservar la paz. Si la sal, la identidad, está en la vida de los cristianos,
con ella la paz sirve para la convivencia eclesial. “Tened sal en vosotros y tened paz
unos con otros.” (v. 50). Se trata de darse cuenta que la vida comunitaria exige
sacrificio, olvido de sí y fortaleza para enfrentar a la sociedad que rechaza la fe. La
paz dentro de los corazones y por ende en la comunidad es como una plaza fuerte,
un alcázar, para evitar protagonismos y poner el servicio como distintivo de toda
convivencia eclesial. Florecen las virtudes cristianas del sacrificio, de la comunión
en la fe y el amor, y del servicio que se presta al hermano. Cada uno se convierte
en víctima de suave olor, culto hecho de la propia vida cristiana (cfr. Rom.12, 1ss).
Si queremos la vida eterna debemos aprender a entrar en nuestro propio castillo
interior, es decir, nuestra alma. Así lo plantea Teresa de Jesús, aunque en el
camino de la oración, siempre existe el peligro de volver atrás, debido a que el
Señor va mostrando lo que realmente somos y debemos con humildad alcanzar.
“Podría alguna pensar que si tanto mal es tornar atrás que mejor será nunca
comenzarlo sino estarse fuera del castillo. Ya os dije al principio y el mismo Señor
lo dice: que quien anda en el peligro en él perece, y que la puerta para entrar en
este castillo es la oración; pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar
en nosotros conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios
y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino. El mismo Señor dice: ninguno
subirá a mi Padre sino por mí (Jn 14,6); no sé si dice así, creo que sí; y quien me
ve a mí ve a mi Padre (Jn 14,9). Pues, si nunca le miramos ni consideramos lo que
le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podemos conocer ni
hacer obras en su servicio, porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al valor de los
merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor puede tener ni quién nos
despertará a amar a este Señor? ¡Plega a Su Majestad nos dé a entender lo mucho
que le costamos y cómo no es más el siervo que el Señor y qué hemos menester
obrar para gozar su gloria y que para esto nos es necesario orar, para no andar
siempre en tentación” (2Moradas 1,11).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD