EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 6,53-56.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas
desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer
toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que
él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a
los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su
manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 306, passim
«Los que tocaban el borde de su manto, se ponían sanos»
Todo hombre quiere ser feliz; no hay nadie que no lo quiera, y tan fuertemente,
que lo desea por encima de todo. Aún más: todo lo que quiere además de esto, sólo
lo quiere por eso. Los hombres van detrás de diferentes pasiones, uno ésta, el otro
aquella; en el mundo hay también maneras distintas de ganarse la vida: cada uno
escoge su profesión y la ejerce. Mas, cuando se comprometen en una forma de vida,
todos los hombres actúan en ella buscando ser felices... ¿Qué cosa hay, pues, en
esta vida capaz de hacer feliz, que todos la buscan pero que no todos la encuentran?
Busquémosla...
Si pregunto a alguno: «¿Quieres vivir?», nadie estará tentado de contestarme:
«No lo quiero»... Igualmente si pregunto: «¿Quieres vivir con buena salud?», nadie
me responderá: «No quiero». La salud es un don precioso a los ojos del rico, y para
el pobre es, a menudo, el único bien que posee... Todos están de acuerdo en amar
la vida y la salud. Ahora bien, cuando el hombre goza de vida y de una buena salud,
¿se puede contentar con esto?...
Un joven rico preguntó al Señor: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar
la vida eterna?» (Mc 10,17). Temía morir y no podía escapar de morir... Sabía que
una vida con dolores y tormentos no es una vida, sino que más bien debería
llamarse muerte... Sólo la vida eterna puede ser feliz. La salud y la vida de aquí
abajo nadie os la asegura, teméis mucho perderla: llamad a eso «siempre temer» y
no «siempre vivir»... Si nuestra vida no es eterna, si no puede eternamente llenar
nuestros deseos, no puede ser feliz, e incluso no es una vida... Cuando entremos en
aquella vida de allá, estaremos seguros que permaneceremos siempre en ella.
Tendremos la certeza de poseer eternamente la verdadera vida, sin ningún temor,
porque estaremos en el Reino del cual se ha dicho: «Y su reino no tendrá fin» (Lc
1,33).
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