V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
La locura por Cristo
A pesar del desorden institucionalizado, la sociedad tiene sus normas, sus
etiquetas, sus comportamientos rígidos. En la alta sociedad se habla de
„protocolos‟, manera simple de revestir la hipocresía. Más llano es nuestro
pueblo que usa la máscara como instrumento que ridiculiza y saca de casillas a
los muy pintoreteados.
Pablo en Corintio, esa parroquia difícil en la que extremó cuidados, audacias e
iniciativas, se presenta como un hombre temeroso, débil, asustado, sin títulos,
sin pretensiones de ninguna clase, a no ser su obsesión por la locura de la
Cruz. El Pablo fuerte, de carácter recio y, en cierta manera, temido, aquí
desaparece y cambia totalmente en aras de su amor por Cristo.
La luz es signo de transparencia. Llega la luz y desaparece el espanto. Me
gustaría unir en un solo vocablo la luz y la locura. Veo a cristianas y cristianos
muy preocupados por apariencias, ritualismos fríos, leyes sin amor. Falta el
„sabor‟, el fuego, la novedad, digámoslo duro, la locura de Dios, esa “sinfonía
de locos” que son las Bienaventuranzas. En esta palabra sintetizo la luz y la
locura evangélicas.
El lenguaje evangélico cambia nuestras consabidas pretensiones. Habla de
hacerse como niños, convertirse en locos, ser sal, gritar en las azoteas,
prender fuego, hacer la guerra. Todo aquello que tenga el mínimo olfato de
seguridad, sabiduría humana, ideas preconcebidas, comodidad y sucedáneos,
es negación de Cristo, de su evangelio.
Cochabamba 06.02.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com