VIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Camino espiritual
Aceptarnos como personas, asumir nuestra propia limitación, vivir en
constante peregrinaje, crecer, crecer y madurar, son apenas responsabilidades
que marcan el derrotero espiritual del ser humano. Todas las culturas
encierran en su núcleo más profundo esta dimensión de trascendencia y cada
persona la hereda como hijas/os de la inquietud.
Las lecturas de hoy nos delinean hitos, mojones en esta dirección. La novedad
la encontramos en el evangelio. Es todo un reto. Aprender a ser hijas/os de
Dios. Saber estar en sus manos providentes. Que si es Padre y Madre no
puede olvidarse de nosotras/os. Un Padre que no nos juzga y que ilumina
nuestra conciencia y nuestro corazón.
Una santita muy cercana a la modernidad, Teresa de Lisieux, nos traza su
“caminito espiritual” en lo que Ella define como “La Infancia espiritual”. Es un
sentimiento muy vivo de la propia impotencia y una confianza igualmente viva
en el Dios Padre, el Abba. Una manera muy nueva de saberse hijas/os de Dios,
pero más radical, más simple.
Pablo define nuestros roles dentro de esta caminada: Servidores de la
comunidad, administradores de la misericordia, fieles hasta la Cruz. Esta
fidelidad sólo tiene validez y se hace verdad en nuestras vidas, si está apoyada
en una honda espiritualidad, es decir, si aceptamos que Dios tiene que ver con
nosotras/os y que la vida misma es milagro que pende de sus manos. Así
nuestra única preocupación será el saberse amadas/os por Él.
Cochabamba 27.02.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com