El Sermón del Monte: la Ley nueva del cristiano
Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del domingo 6° “A” (Mt 5,17-37), 13 febrero 2011.
I. “Yo he venido a dar cumplimiento”
1. El Evangelio de hoy comienza con la afirmación de Jesús:
“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas. Yo
he venido… a dar cumplimiento” (Mt 5,17).
En el lenguaje bíblico, la palabra “Ley” significa el
conjunto de la Sagrada Escritura. Por ejemplo, cuando Jesús
dice: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas” (Mt 22,40). En cuanto al sentido de la palabra
“cumplimiento”: los Evangelios, y especialmente Mateo,
afirman que en Jesús se cumplen las Escrituras. Lo que en
ellas está anunciado proféticamente, se hace realidad en
él: “Todo eso sucedi para que se cumpliera lo que el Seor
había anunciado por el Profeta…” (Mt 1,22). Este es un
principio fundamental para interpretar la Escritura.
II. Una santidad superior a la de los escribas y fariseos
2. En el pasaje de hoy, Jesús nos enseña no sólo que él
vino a dar cumplimiento a la Escritura, sino que también su
discípulo lo ha de hacer: “ El que no cumpla el más pequeño
de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo
mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos.
En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado
grande en el Reino de los Cielos” (v. 19). Esta frase y la
que sigue podrían inducirnos a pensar que Jesús se inclina
por una interpretación literal de la Escritura, al estilo
de muchos fariseos: “Les aseguro que no desaparecerá ni una
i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y
la tierra, hasta que todo se realice” (v.18). Pero evitemos
desgajar el párrafo del resto del Sermón de la Montaña y
del Evangelio de Mateo. Jesús no se presenta como uno de
aquellos fariseos que, en su obsesión por observar la Ley,
inventaban interpretaciones caprichosas: “¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres
el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar
a los que quisieran” (Mt 23,13). Él se manifiesta como el
Maestro “humilde y paciente”, del cual aprender, “porque mi
yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,29-30). Su
Evangelio nada tiene que ver con una vivencia literal de la
Escritura, que los Apóstoles, después de Pentecostés,
criticaron como “un yugo que ni nuestros padres ni nosotros
pudimos soportar” (Hech 15,10).
3. Lejos de Jesús proponer una moral rigorista. Pero
tampoco propone una laxista. Él nos propone una moral de
plenitud, capaz de configurarnos con él que, con su vida,
muerte y resurrección, es el perfecto cumplidor. A él le
importa que su discípulo también cumpla y realice en
plenitud la Palabra de Dios. Y, por tanto, en forma muy
superior a como lo hacían los escribas y fariseos: “Si la
justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20).
En todo el Sermón de la Montaña, Jesús nos orienta hacia la
meta que escucharemos el domingo próximo: “Ustedes sean
perfectos como es perfecto su Padre que está en el cielo”
(Mt 5,48). Si olvidásemos esto, no entenderíamos nada del
Evangelio de Jesús.
III. “Se dijo a los antepasados… Pero yo les digo…”
4 . Que Jesús propone el cumplimiento de la Ley de Dios
comprendida en plenitud, lo apreciamos en los párrafos que
siguen. Él toma seis de los mandamientos promulgados por
Moisés, relacionados con el prójimo, y los reinterpreta en
sentido más profundo. En este domingo, lo hace con el 5°,
6° y 8° mandamientos del Decálogo, y suprime una
disposición sobre el divorcio. Otros dos serán leídos y
considerados el domingo próximo: “Ustedes han oído que se
dijo a los antepasados: „No matarás... Pero yo les digo que
todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser
condenado por un tribunal‟… Ustedes han oído que se dijo:
„No cometerás adulterio‟. Pero yo les sigo: El que mira a
una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazn… También se dijo: „El que se divorcia de su mujer,
debe darle una declaración de repudio‟. Pero yo les digo:
El que se divorcia de su mujer,… la expone a cometer
adulterio” (Mt 5,21-22.27-28.31-32).
IV. “Cuando ustedes digan „sí‟, que sea „sí‟”
5. El último de los mandamientos que Jesús reinterpreta es
el octavo, referido al juramento: “Ustedes han oído que se
dijo a los antepasados: „No jurarás falsamente‟…” (5,33-
38). El párrafo merecería una seria reflexión sobre el
valor que los cristianos damos hoy a la palabra empeñada,
al sí matrimonial, a los votos religiosos, a las promesas
sacerdotales. Según Jesús el hablar del discípulo es
sagrado: “Cuando ustedes digan „sí‟, que sea „sí‟” (v. 37).
Si el cristiano rompiese habitualmente su palabra, el
“Amén”, al final de su oración o al recibir la Comunión,
sonaría a mentira.
6. Todas las rupturas de la palabra de un cristiano son
dolorosas. Pero existe hoy una forma de degradación de la
palabra a la que hay que prestar atención, pues es
demoníaca: delatar al hermano en la fe mediante el uso de
anónimos por Internet. Es digno de condenación el que emite
el anónimo, pero también el que lo acepta. La reforma de la
Iglesia sólo puede venir por la corrección fraterna, como
nos lo enseña Jesús (Mt 7,1-5; 18,15-17), y no por
iniciativas espurias contrarias a la fe.