“USTEDES SEAN PERFECTOS COMO EL PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO”
Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del domingo 7° “A” (Mt 5,38-48), 20 febrero 2011.
I. Dios Padre: clave del Sermón de la Montaña
1. Leer el Sermón de la Montaña por párrafos, y no en forma
continua, puede ayudarnos, pero también estorbarnos y no
captar lo esencial. La clave del sermón es Dios, a quien
Jesús designa como “mi Padre”, “vuestro Padre”, “tu Padre”.
En él hemos de inspirarnos, ante él hemos de realizar
nuestras acciones, pues él está en lo más hondo de
nosotros, las ve y las premia, a él hemos de confiarnos
plenamente, e invocarlo como “Padre nuestro”.
2. Con la figura expresiva de Dios Padre concluimos hoy la
lectura del capítulo 5 de San Mateo: “Amen a sus enemigos,
rueguen por sus perseguidores, así serán hijos de su Padre
que está en el cielo” (Mt 5,45 ), “Ustedes sean perfectos
como su Padre que está en el cielo” (v. 48).
Su figura se refuerza en los dos capítulos siguientes: 6 y
7, que leeremos los próximos domingos. Sin embargo,
advirtamos que, por razones litúrgicas, buena parte del
capítulo 6, se lee fuera de los domingos; por ejemplo, el
Miércoles de Ceniza, Mt 6,1-6.16-18: Dios Padre que ve y
premia el ayuno y la limosna; y el primer martes de
Cuaresma, Mt 6,7-15: la oración del Padre Nuestro. Esto
debe tenerlo en cuenta el predicador y el catequista para
no privar a los fieles dominicales y a los catecúmenos del
meollo del Sermón de la Montaña.
II. “Vuestro Padre hace salir el sol sobre malos y buenos”
3. Tres domingos atrás, Jesús nos exhortaba a ser luz del
mundo, y nos daba como razón que Dios Padre sea reconocido
y glorificado entre los hombres: “Así debe brillar ante los
ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que
ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que
está en el cielo” (Mt 5,16). Hoy, al profundizar dos de los
mandamientos de Moisés, Jesús vuelve a proponernos la
figura de Dios Padre como criterio fundamental para todo
nuestro obrar: “Así serán hijos de su Padre que está en el
cielo”, “Ustedes sean perfectos como es perfecto su Padre
que está en el cielo” (Mt 5,45.48; lástima que la
traducción argentina omita a veces el “su” o el “vuestro”,
que lo hace tan “nuestro” a Dios Padre).
4. En todas sus acciones el cristiano tiene sólo una fuente
de inspiración: Dios nuestro Padre. ¿Se trata de hacer
justicia? Ya no basta el equilibrio entre crimen y castigo
establecido por Moisés, llamado la ley de talión: “Si
sucede una desgracia, tendrás que dar vida por vida, ojo
por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie,
quemadura por quemadura, contusin por contusin” (Ex
21,23-25). Para hacer verdadera justicia, el discípulo de
Cristo, que tiene a Dios por Padre, ha de inspirarse en él,
“que no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeos”
(Mt 18,14). Por lo mismo, ha de procurar llevar al malvado
al terreno del bien, porque sólo allí podrá derrotarlo como
enemigo y ganarlo como hermano. De lo contrario, el mal se
acrecentará, y, en vez de un enemigo, habrá dos: “Si
alguien te da una bofetada en la mejilla derecha,
preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio
para quitarte la túnica, déjale también el manto. Y si te
exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da
al que te pide, y no le vuelvas la espalda” (Mt 5,39-42).
5. El pensamiento de Jesús se vuelve clarísimo en los
versículos siguientes, donde aparece con nitidez el Padre
como la fuente inspiradora de todo el obrar del cristiano:
“Ustedes han oído que se dijo: „Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo‟. Pero yo les digo: Amen a sus
enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos de
su Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol
sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e
injustos” (vv.43-45).
6. El amor al enemigo, supone otorgar el perdón al que nos
hizo mal. Esta es una condición sine que non para poder
orar como cristianos. No tenemos derecho a llamar a Dios
“Padre nuestro” si excluimos a alguno de nuestra oración,
pues Dios es Padre de todos, incluso de los que nos hacen
el mal. Como enseña Jesús al concluir la enseñanza del
Padre nuestro: “Si perdonan sus faltas a los demás, vuestro
Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco vuestro Padre los
perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). No se trata de un
perdonar formalista, sino, como dice Jesús en la parábola
del rey compasivo, un “perdonar de corazón” (Mt 18,35).
III. Volver a aprender el Sermón de la Montaña
7. El Sermón de la Montaña merece ser comprendido según las
leyes de la interpretación bíblica. No todas sus palabras
han de ser tomadas al pie de la letra. Hay evidentes
hipérboles orientales: Por ejemplo: “Si tu ojo derecho es
para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos
de ti” (Mt 5,29). Pero conviene que nos preguntemos si, con
frecuencia, en la predicación y en la catequesis, y en la
vida general de la Iglesia, no estamos pulverizando el
espíritu del Sermón, hasta volverlo inocuo.
¿Cómo volver a adquirirlo? Sugiero un camino muy sencillo:
incluir con frecuencia en la Oración universal una
intención por los que nos hacen daño, por los que persiguen
a la Iglesia. Pero como dice Jesús: haciéndola de corazón.