VIERNES DESPUÉS DE CENIZA
(el Evangelio coincide con el del VII Domingo de T.O. de la Liturgia actual)
Sermón 1º
«Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os odian» Mateo 5,44 1
1.- Hoy celebra la santa Madre Iglesia la Cátedra y autoridad del Apóstol San
Pedro 2 , al cual dijo Dios: Te daré las llaves del Reino de los cielos (Mt 16,19). Y viene
la fiesta muy [a] la medida del Evangelio de la feria, que [trata] del amor que hemos de
tener a los enemigos: Amad a vuestros enemigos .
En la música hay voces discordes, altas y bajas; y lo primero que ha de tener, para
ser buena y suave, es concordar las voces: los tiples con los tenores; y para esto hay dos
llaves, una alta y otra baja, con las cuales se vienen a proporcionar las voces que nacen
de ellas, y hacen una gran suavidad que arroba los corazones. Hermanos míos,
entended, pues, que la vida nuestra no es otra cosa sino una música de voces diferentes.
Voces altas y bajas, ricos y pobres menesterosos, grandes y pequeños, buenos y malos.
Es música, en fin, en donde hay tiples y tenores, que son desiguales. Y para esto Dios
nos ha proveído de las llaves de San Pedro, para reconciliarnos con nuestros enemigos y
soltarnos de nuestros pecados, y hacer que amemos a nuestros enemigos. Y lo que más
nos ha de mover a la unidad de la música es el amor, para que de esta unidad, concordia
y caridad de amor que ha de haber entre unos y otros, nazca una modulación y suavidad
con que Dios se regale.
Los cantores, para hacer una buena música, guardan una Regla; así nosotros para
hacer buena música y cantar bien este canto de amor, no podremos [hacerlo] sin tener la
Regla de la Virgen, Regla que nunca se torció [y] Regla que, quien la siguiere, nunca
errará en la música del amor. [Además] los cantores no sólo tienen la Regla, pero
también el punto, que está en la Regla; así también nosotros no nos basta la música, sino
el punto que está en la Regla. Este punto es Jesucristo, Hijo de Dios, que está en la
Regla, porque antes de nacer estuvo en sus entrañas, y ahora lo tiene en sus brazos,
como lo pinta la Iglesia. Veis, pues, hermanos, cómo está el punto en la Regla, y si
miramos con advertencia la Regla y la seguimos, veremos muy bien el punto verdadero
Jesucristo, en sus brazos, como punto en la Regla.
Pues, hermanos, rijámonos por esta Regla. Por este punto se rigieron los santos,
por quien cantando agradaron a Dios. Así nosotros, estando bien proveídos de las llaves
de San Pedro, luego veremos la Regla y el punto, y saldrá de esto una música muy
suave, que ablande las piedras y a Dios, que está aparejado para perdonar.
[Por otra parte] los cantores, cuando cantan algún motete de Gracia rogando,
quítanse los bonetes y ponen las rodillas en el suelo, para que más puedan agradar.
También nosotros cantemos el motete de la Gracia rogando, quitándonos los bonetes, y
[poniendo] las rodillas en tierra, para que más podamos agradar. Y para que la
recibamos de esta Señora, descaperucémonos y postrémonos con humildad, diciendo
devota y piadosamente la salutación del ángel: Ave María .
2.- Para entender este punto de amor que Cristo, nuestro Redentor, como
reformador de la vida espiritual, enseñó a sus creyentes, es menester que entendamos
1 Obras y sermones , vol. I, pp.119-125.
2 Según una nota marginal, este sermón lo predicó San Luis el 22 de febrero de 1577, siendo Prior del Real Convento
de Predicadores de Valencia.
que, aunque Dios es trino en personas, y uno y puro en esencia, sin ninguna división de
esencia, como sea uno, es amigo de [la] unidad y conformidad, y por consiguiente del
amor. Que Dios sea amigo de [la] unidad y conformidad, mostrólo claramente cuando,
después de haber criado todas las cosas del mundo, tantas y tan variables, al sexto día
crió al hombre, donde lo cifró y recopiló todo, porque en él puso los cuatro elementos.
Y así se llama al hombre mundo menor, mundo abreviado, porque en él se contienen
todas las cosas virtualmente, el ser del cielo, y [el] de las piedras, el vegetar de las
plantas [y] el sentir de los animales; y finalmente es mundo menor donde está todo
cifrado y epilogado. Después de haberle criado, [Dios] pónele leyes de grande amor, y
fueron estas dos: Come del fruto de todos los árboles del Paraíso (Gn 2,16). ¡Cómo le
mostraba grande amor Dios, a Adán, en [este] precepto, pues le busca el comer para
poder sustentarse, y no como quiera, sino que se lo manda bajo precepto! Le busca los
bocados, y le dice come de esto. Mira qué mayor muestra de amor en andarle buscando
y escogiéndole los bocados [que había de comer].
3.- Una de las cosas en que uno más muestra el amor que tiene a una persona es
en que, cuando coméis juntos, le estáis convidando a menudo, y diciéndole: «Coma,
señor, coma», apartándole [=escogiéndole] algunos bocados. Pues mirad la maravilla
[del] amor de Dios, que convida a Adán [a] que coma de este bocado, y está buscándole
otro, y dándole los más sabrosos; y aún se lo manda bajo precepto, para que pueda más
merecer. Como hacen en algunas santas Religiones, que muchas veces mandan bajo
pena de obediencia, lo que nosotros habíamos de rogar que nos diesen, para que más
merezcamos. Mirad, pues, hermanos, cuán ardientísimo es el amor de Dios, que nos
pone por precepto lo que nosotros le habíamos de suplicar nos diese.
4.- El segundo precepto es que les priva Dios de que puedan comer del árbol de
la ciencia del bien y del mal: Pero del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comas (Gn 2,17). ¿Y decís que es precepto de amor? Antes parece un [precepto] muy
áspero. Pues, sabed que no fue sino muy lleno de amor. Y la razón de esto es porque
Adán tuvo ciencia infusa, porque le infundió Dios la ciencia universal de todas las
cosas, y así fue sapientísimo, más que David, más que Salomón y cuantos hombres
doctos ha habido. Y aunque esta ciencia de Adán fue universal de todas las cosas, no
fue particular de todos los negocios y cosas que podían acaecer. Aunque bien podía
Dios dársela e infundírsela comiendo del árbol, pero no quiso, [para que el hombre]
tuviese ocasión y necesidad de ir a menudo a consultar y comunicar los negocios con
Dios, porque con esta plática y comunicación con Dios se le encendiese más el amor
con Dios.
5.- ¿No os parece que un letrado mostrará más amor a un hombre que pleitea con
su hacienda, y le va a pedir su consejo, y el letrado le dice la resolución del negocio,
diciéndole, «haced esto y lo otro», pero, porque en semejantes pleitos y negocios
siempre se ofrecen dudas y dificultades, venid a mí cada vez que se os ofreciere y fuere
menester, que aquí estoy, [para] que a cada cosa le fuese aconsejado?... Mejor lo haría
este tal, y más voluntad le mostraría, que si le dijese una [sola] vez lo que
universalmente había de hacer. Pues de esta manera se hubo Dios con Adán. Diole
ciencia universal, para que cada vez que menease el pie se aconsejase con Dios. Que si
le diera ciencia en particular de todo, no tuviera necesidad de consultar con Dios,
porque todo lo supiera. Por tanto, no quiso, por este fin que está dicho, [y así el hombre]
se encendiese [más] en su amor.
¡Bendito seáis mi Dios, bendígaos los ángeles! Pues, ¿paréceos, hermanos, que
estos dos preceptos no están llenos de amor? ¿Qué otra cosa pensáis que es la oración
sino un consultar con Dios y aconsejarse con él? Pues, si Adán tuvo necesidad de
consultar con Dios, como se ve, con ser tan sapientísimo, ¡cuánto más lo tendremos
[que hacer] nosotros, que somos vasos de ignorancia y de otras mil maldades, como
dice la Escritura: ¡Oh, Dios nuestro!, no sabiendo lo que debemos hacer, no nos queda
otro recurso que volver a ti nuestros ojos (2 Cro 20,12). Esto decía Josafat a Dios,
cuando le presentaron guerra sus enemigos (cfr. 3 R 22,5; 2 Cro 18,4).
Pues sólo este bien nos queda, que alcemos los ojos a Dios, que él nos aconsejará,
suplicándole la ciencia, como es menester, para salvación de nuestras almas, y [que] nos
desembarace de lo que nos perturba y pone [en] duda. Para esto fue inventada la
oración, para que con ella manifestásemos nuestras llagas a Dios, pidiéndole que sea
nuestro letrado, y nos aconseje en nuestros pleitos y contiendas. De manera que
mandarle Dios a Adán que [comiese] y no comiese de aquel árbol, fueron ambos
preceptos de amor.
6.- Y si no, mirad que, aún después que hubieron pecado, vino Dios y,
hallándolos desnudos, como niños, les cortó las vestiduras, y los comenzó a consolar,
diciendo: Ella quebrantará tu cabeza (Gn 3,15). [Como si dijese]: «Prométote,
serpiente, que la mujer te quebrará la cabeza». Así como una mujer que ve llorar a su
hijo y le dice por acallarlo: «Calla, calla, hijo mío, que él me lo pagará», [así Dios]:
«Callad, Adán y Eva, que yo me vengaré de aquel que os ha metido en tanta miseria».
Pues, con cuanta razón podemos decir, hermanos, que Dios es Dios de amor, que todo él
es brasas de amor que abrasan. Pues no se contentó con abreviarlo y cifrarlo todo en el
hombre, sino que también quiso que, en la sexta edad, viendo que todas las cosas
criadas y por criar estaban separadas, quiso confirmarlas y hacer una [sola cosa] de
ellas, y para eso [determinó] que viniese otro Hombre, en quien estuviese cifrado todo
lo criado y lo increado, que es Dios; de suerte, que no sólo estuviesen allí cifradas todas
las criaturas, pero aún el Criador de ellas, y finalmente todo cuanto hay en el mundo
criado y por criar.
Este Hombre fue Jesucristo, nuestro Redentor, Dios y hombre verdadero, como lo
dice Isaías: Destrucción y disminución hará el Señor de los ejércitos en toda la tierra
(Is 10,23). Vendrá Dios en la sexta edad y hará el epílogo y unidad de todas las cosas
criadas, donde se abreviará y cifrará todo el bien del cielo y de la tierra, para que de
aquí nos manase gracia y todos los bienes, para todas las gentes. Pues, ¿paréceos,
hermanos, que no son estas cosas para hacer derretir corazones, y guijarros, que todo
cuanto hay, hoy lo viniese a recopilar en el amor? ¡Misericordia sobre misericordia,
para derretir nuestro corazón duro [y] atraernos por esta vía el bien del mundo!
Pero, aún [más], abrevió y redujo todas las leyes de los profetas y antiguos Padres
a la ley del amor, como lo dice San Pablo: Toda la Ley en este precepto se encierra:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Ga 5,14). Y porque no dudásemos de qué amor
hablaba Dios, dice: Quien ama al prójimo, tiene cumplida la Ley (Rm 13,8). Porque no
puedes amar a Dios sin amar al prójimo, y en esto cumples la ley de Dios. Y porque
podías dudar en qué consiste el amor del prójimo, adviértenoslo el mismo Cristo nuestro
Señor: Ama a tu prójimo, como a ti mismo (Mt 19,19 y 22,39).
¿Sabéis por qué dice San Pablo que quien ama a su prójimo cumple y guarda toda
la Ley? Porque los mandamientos, no cometerás adulterio, no matarás, no robarás,
etc., todos los guarda quien ama al prójimo; y por eso os hago saber, dice San Pablo,
que el amor es el cumplimiento de toda la Ley (Rm 13,9-10). ¿Habéislo entendido,
hermanos? Pues en esto se remata y cifra la ley de Dios; y así, entre otras cosas que
dijo, vino a concluir con este dicho del Evangelio del día de hoy: Habéis oído que se
dijo a los antiguos: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo:
Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen (Mt 5,43-44).
Dijo el verdadero maestro del mundo, Jesucristo: «Ya sé que anda entre vosotros
un refrán de gente vieja y malaventurada, [que reza]: «Amarás a tu amigo y aborrecerás
[a] tu enemigo»; [pues], dejadlo estar, porque es refrán de mala gente [y] desventurada,
que tiene poco calor y amor de Dios, y seguid mi consejo: Amad a vuestros enemigos,
haced el bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan y rogad por los que os
maltraten (Lc 6,27-28). Y no os ha de espantar el refrán de [los] antiguos, porque eran
viciosos y, como viciosos, tenían poco calor de amor y caridad. Pero vosotros, pues
estáis [=sois] mozos renovados y rociados con mi sangre y con mi muerte, no habéis de
hacer así, sino que habéis de tener mucho calor de amor y caridad». Yo en cambio os
digo , etc.
7.- Este precepto del amor, si se mira a primera vista, parece muy duro y muy
áspero: ¿Que haya yo de amar a quien me persigue y hace mal?... Pero, si se considera
como se ha de mirar, cierto que no lo es; sino muy suave y muy fácil de cumplir. Esto
es, ni más ni menos, como si os dijesen: «Mirad, ¿veis aquí esta cuesta?, subid por ella».
Si vos esta subida la tomáis al ojo, sería [para] reventar: ¿cómo puedo subir yo por
aquí? Pero, si es por la industria humana, con brevedad la remontaréis.
Considerad que, para subir una cuesta, [se va] dando vueltas al rededor, para que
puedan subir con mucha facilidad. [Así] no os cansaréis [y] tendréis en nada la subida:
todo se os hará fácil. Si os dijese uno: «Amad a vuestro enemigo, porque él os
aborrece»; eso sería reventar y tomar la cuesta por lo más fragoso. Si os dijesen: «Haced
bien a vuestro enemigo, porque os quiere matar»; [eso] sería cosa terrible de hacer.
Pero, si vos buscáis las vueltas y rodeos que hay, se os hará fácil y ligero amarlo y
hacerle bien; no porque os hace mal, sino porque lo manda Dios.
Decid ahora: «Yo quiero amar a mi enemigo, porque Dios me lo manda; porque
Dios lo quiere, quiero amar a mi enemigo; porque Dios me lo manda y es precepto de
Dios». Y de esta manera, yo os prometo que no [os] será cosa pesada, ni áspera, sino
dulce y suave. Cierto está, que si os dijese vuestro señor: «Dad a fulano cien ducados»,
sin más ni más, que os sería muy áspero y muy duro. Pero si os dijese el señor: «De los
doscientos ducados que allá tenéis, y más, dad a fulano cincuenta», ¿seríaos pesado y
difícil?... Eso no, por cierto, porque no da nada de lo suyo. Pues, hermanos, sabed que
en el bautismo habéis dado vuestro corazón a Dios, si [de verdad] sois cristianos, y así
[el corazón] no es vuestro. Pues, si esto es verdad, como lo es, ¿qué mucho [es] que
Dios os mande, de ese corazón que es suyo, dar un poquito a vuestro enemigo? Y si sois
cristiano y bautizado, ¿por qué os ha de saber mal, mandándolo Dios?...
De aquí podéis sacar, si sois cristianos o no. Si vos no amáis a vuestros enemigos,
no habéis dado vuestro corazón a Dios, porque él manda que deis un poquito al
enemigo, y vosotros os alzáis con todo. Pues ésta es la prueba del verdadero amor
cristiano. ¿Queréis conocer si sois de Dios? Mirad si dais lo que es de Dios, vuestro
amor y corazón. Si lo dais, es buena señal; y si no, no sois cristianos ni amigos de Dios.
Y si lo sois, habéis de haber dado enteramente vuestro corazón a Dios, dejándolo en sus
manos, [para] que El disponga de él a su gusto. Estas son las vueltas que alivian al
caminante a amar a su enemigo, porque ya ha dado su corazón a Dios. Y cuando lo
contrario es, es apartarse del Evangelio santo y faltar a lo [propio] del cristiano.
8.- Por reverencia de Dios, hermanos, que pues somos cristianos, que lo
mostremos y no judaicemos [ni] gentilicemos, guardando refranes viejos y antiguos.
¿Queréis ver acerca de esto un maravilloso ejemplo, para que, con él movidos, améis a
vuestros enemigos? En el libro cuarto de los Reyes (6, 14 y ss.), se lee que, una vez, los
de Siria vinieron con gran ejército sobre Eliseo, profeta de Dios, para matarle; y el
profeta rogó a Dios que los volviese a todos ciegos, para que no le viesen. «¿Queréis a
Eliseo?», [les dijo él]. [Pues] andad acá, que yo os lo pondré en las manos. ¡Hecho está!
Guióles el profeta, como a ciegos, [a] la ciudad de Samaria, y púsolos en la plaza en
medio de sus enemigos; y allí volvió a rogar a Dios que les abriese los ojos. Mirad
[cómo] se hallarían en la plaza en medio de sus enemigos. [Entonces] el rey de Samaria
dijo al profeta: «Éstos te venían a matar. ¿Quieres que haga armar [algunos de mi] gente
para que te vengues de estos tus enemigos?» Respondió [el profeta]: «No me manda
Dios que yo tal consienta, [para] que sepan los de la gentilidad, que en Israel hay quien
ama a sus enemigos». Y así les preparó mesas, y les hizo grandes banquetes y les dijo:
«Esto sea en pago de que me queríades matar». No lo hacéis ahora, hermanos míos,
como este santo profeta, sino que estáis con el rencor dos y tres semanas, por no decir
meses y años. Pues si esto hacéis, ¿no os parece que judaizáis y que sois gente
gentilicia?
9.- Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian,
bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian (Lc 6,27-28). De
manera que, el reparador de la vida, para atajar todos los pasos a los cristianos, de no
aborrecer a sus enemigos, [y] considerando que habían tres cosas con que podía recibir
daño el enemigo, [a saber], con el corazón, aborreciéndole a él y a sus cosas; dañándole
en su persona; [y] con la lengua, difamándole y murmurando de él; en el Evangelio de
hoy cierra estas tres puertas, y dice: «Porque con el corazón podéis aborrecer a vuestro
enemigo, yo os mando que lo ocupéis en amarle: Amad a vuestros enemigos . Y porque
con las manos podéis dañarle, yo os mando que le hagáis el bien: Haced bien a los que
os odian . Y porque con la lengua podéis murmurar de él, yo os mando que roguéis a
Dios por él: Orad por los que os persiguen y os calumnian» .
10.- Así que todas las cosas con que podíamos dañar al enemigo las ocupó Dios
para que se le procurase todo bien y no nos quedase con qué hacerle mal. No se
contentó Cristo, nuestro Redentor, con decir: «Haced bien a vuestros enemigos»; sino
que todas estas tres cosas nos mandó expresamente, como el buen cirujano que cura a
un hombre que tiene muchas llagas, y no se contenta con curarle una o dos, y dejar las
otras, sino que todas las cura, [para] que las que quedaren no reverdezcan las demás.
Así quiso Dios, nuestro Redentor, como cirujano verdadero, que nosotros fuésemos
medicina para curar a nuestros enemigos.
Y así, para la llaga del enemigo que está en el corazón, teniendo vos a Dios, os dio
su medicina para le amar, para con esto atraerles [a] que hagan penitencia y se
conviertan y que pidan perdón. Y para la llaga que tiene en las manos, la medicina es
que, haciéndoos mal, le hagáis bien. Y para la llaga de la boca, que os dice cosas malas
y deshonestas, ordenó la medicina que oréis por él, porque es verdad que no hay cosa
que más confunda a uno que os tiene ira y rencor, como que vos le améis y le hagáis
bien. No hay espada que más corte, que viendo vuestro enemigo que os hace mal, que
vos le hagáis bien. [Y] no hay cuchillo más penetrante, que ver a vuestro enemigo que
os deshonra y os dice mil pesares, [y] que vos oréis por él.
¿No es esto verdad, hermanos? ¿No es esto bastante para ablandar corazones más
duros que [las] piedras, [y] que se enternezcan y vuelvan al camino del cielo?... Como
lo hizo David con Saúl, que yéndole a matar, se entró en una cueva a dormir. [Y] David,
[que] iba tras de él, córtale un pedazo de su ropa, y sálese David de la cueva, y dícele:
«Saúl, Saúl, quien te cortó ese pedazo de ropa, también te pudo haber quitado la vida.
¿Por qué me persigues?» [Y] caló tanto esta buena obra en el corazón duro de Saúl, que
se resolvió en lágrimas, y dijo: «Pudísteme quitar la vida y no lo hiciste, señal es que
eres mejor que yo» (cfr. 1 Re 26). Mirad cómo le rindió.
11.- Esto mismo hizo Jacob, como el que sabe que los enemigos se ablandan y
enternecen con dádivas. Viendo a su hermano Esaú, se dijo para aplacarle: Lo aplacaré
con los regalos que preceden, y después me presentaré a él; quizás se me mostrará
propicio (Gn 32,20). Y así le aplacó, porque suelen decir [que] las dádivas quebrantan
peñas.
Pues no quiere Dios que solamente amemos a los enemigos, sino que también les
hagamos bien; y además, que roguemos por ellos, para que de esta manera les venzas y
les quites las fuerzas y rencor que tienen contra ti, para que ellos se enternezcan y sean
buenos.
¡Oh qué lance habéis hecho, hermanos, en convertir un alma a Dios, que la crió!
Veis aquí, hermanos, que llevándole [al enemigo] por estos rodeos es muy fácil y
amoroso el camino. ¿Queréislo ver más claramente? Si Dios diera este precepto de amor
a la carne, parecería cosa dura, porque el enemigo la pudiera dañar a cada paso. Pero no
lo dio este precepto sino al alma espiritual, que no está agraviada, porque [a] nuestra
alma nadie la puede tocar. Si lo diera a la carne, que recibe los daños y males, fuera
muy áspero y pesado. [Pero], ¿por qué le ha de ser al alma áspero y dificultoso y pesado
amar al que no la ha enojado?... Y así, en mandar Dios que améis a vuestros enemigos,
no hizo ningún agravio a la carne, porque supone el alma, y ésta no tiene en esto de qué
quejarse, porque ella no recibe agravio del enemigo, antes todo para su provecho.
Cualquier denuesto, cualquier agravio que hace nuestro enemigo a nuestra carne, nos
ayuda [espiritualmente], y hace mal a nuestra enemiga, la carne.
12.- Decidme a quien deberíais más: ¿a quien os ayuda a tener venganza de
vuestro enemigo, o al que no? Claro está que al que os ayuda. Pues, ¿no veis, hermanos,
que vuestro enemigo [principal] es vuestra carne, y que cuando hacéis bien a vuestros
enemigos no hacéis otra cosa sino vencer la carne, y para esto os ayuda vuestro
enemigo? Pues mirad si hay razón para amar [a los enemigos] por estos rodeos, siendo
dado por manos de Dios, que os manda perdonar al que os ayudó a vencer vuestra
enemiga la carne, porque es incapaz [de por sí] del amor de Dios.
Manda amar a quien puede amar, que es el alma, y manda amar al que le ayuda a
vencer [a] su enemigo. Y no sé, por cierto, qué dificultad hay en esto, [si no es que]
nosotros somos de tal metal, y [con] tantas imperfecciones, que no guardamos bien esta
ley, ni más que los gentiles. Ni hay tanto pleito allá entre los moros, ni hay allá tantas
trapazas, marañas, latrocinios. ¿No profesáis la ley evangélica? Pues, ¿por qué, en
enfrentándoos, alegáis y seguís la ley de Italia o del César? ¿Para qué decís que la
bofetada se ha de vengar con esto y con lo otro? ¿Por ventura sois de los de la parte de
Italia o de los Césares? ¿O, con eso pensáis seguir a Cristo? ¿Por qué no hacéis lo que él
os manda? ¿Por qué no amáis? ¿Por qué no os aconsejáis con [hombres] buenos y
temerosos de Dios, que os quiten el rencor y mala voluntad, y no con unos lucíferes que
os indignan y sacan mil leyes, que el diablo no las enseñó?... ¡Oh, maldito hombre,
ministro de Satanás, que dice a su hermano que se vengue, y que le cumple, [porque] si
no le tendrá por hombre ruin!
13.- Mirad la misericordia de Dios. Queriendo asolar a Sodoma, por las
abominaciones y pecados que hacían, consultólo con Abraham: El clamor de Sodoma y
de Gomorra se aumenta más y más, y la gravedad de su pecado ha subido hasta lo
sumo (Gn 18,20). «¿Qué te parece Abraham?», dícele Dios. «Yo quiero destruir a los de
Sodoma». Dícele Abraham: «No hagáis eso, Señor, por vuestra misericordia, porque
siempre habrá algunos justos, [y] los justos algo de han de valer delante de vos».
Enterneció tanto esto el corazón de Dios, que le prometió que no destruiría la ciudad por
diez justos.
¿Tenía Dios necesidad de aconsejarse con Abraham? No por cierto, que bien lo
sabía todo; sino por dar a entender que, cuando estáis airados, os habéis de aconsejar
con gente santa y buena, y no con los diablos. Con un Abraham que os aconseje,
esfuerce y anime a sufrir estas persecuciones, y os amoneste y os diga: «Mirad,
hermano, mirad, que así lo manda Dios».
Finalmente, ¿qué queréis que os diga, sino que es falta de conocimiento de Dios,
no querer perdonar a los enemigos?... Cuando os viéredes en tales tribulaciones, sed
como David, el cual, persiguiéndole unos y otros, pedía a Dios paciencia: Señor,
apresúrate a socorrerme (Sal 69,2). «Señor, por vuestra misericordia os ruego, me deis
paciencia y que no dé [=devuelva] mal por mal»: ¡Oh Dios!, por tu nombre sálvame y
con tu poder defiende mi causa (Sal 53,1), como lo hacen muchos por conocerte.
Decidme, hermanos, los que habían oído muchas veces este sermón, si están en el
infierno, cómo les pesará de no haber obrado lo que supieron; y si lo oyeron y [lo]
hicieron, ¡cómo se holgarán estando en el cielo! Pues procurad, hermanos, de
aprovecharos de estas cosas, ahora que es tiempo; que el hacerlo al contrario procede de
no conocer a Dios, como lo decía Cristo: Harán estas cosas porque no conocieron al
Padre, ni a mí (Jn 16,3)... 3 .
3 Al margen hay una nota que dice: «No hay conclusión de este sermón, por faltar una hoja en el original». Obras y
ser-mones , vol. I, p.125.