COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO
VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Amigos estamos celebrando el sexto domingo del Tiempo Ordinario, que en este
Ciclo A de Lecturas Dominicales A nos propone como primera lectura el capítulo 15
del Libro del Eclesiástico, la continuación del segundo capítulo de la Primera Carta
del Apóstol Pablo a los Corintios y seguimos leyendo el capítulo 5 del Evangelio
según san Mateo. El Salmo Responsorial es el 118 que tiene como antífona:
“Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor”.
Este domingo toda la escritura nos está poniendo de relieve la ley de Dios y su
cumplimiento, especialmente cuando en el Evangelio Jesús dice que no ha venido a
abolir la ley, sino a darle cumplimiento. Ese cumplimiento de la ley será el que, con
el Salmo 118, nos hará dichosos, porque cumplir los mandamientos, la ley de Dios,
es caminar según la voluntad del Señor. El Libro del Eclesiastés también lo ratifica,
cuando dice “si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su
voluntad…”, y el Apóstol Pablo lleva este pensamiento al plano de la perfección,
cuando dice que “hablamos, entre perfectos, una sabiduría que no es de este
mundo ni de los príncipes de este mundo (…) sino que enseñamos una sabiduría
divina…”. Prudencia y sabiduría podemos decir que son sinónimos en la escritura
porque son las actitudes de una persona madura, que conoce la vida, que conoce lo
que quiere Dios de ella, y con esa convicción, lleva la ley de Dios a su vida, para
que sea su modelo y su carta de navegación en el mundo. Si sigue los
mandamientos de Dios no estará perdido, porque el mismo Dios le orientará y lo
llevará a su destino, que no es otro que el Reino eterno del cielo.
En la antigüedad, como en la época de Jesús, y de manera especial en nuestros
días, el tema de la ley y su cumplimiento es algo discutido. Se discuten las leyes
civiles y sociales que tenemos, y también se ponen en entredicho leyes religiosas,
sobre todo las creadas para organizar el culto y el funcionamiento de la religión.
Dios nos dio 10 mandamientos con Moisés que son la base de nuestra vida
religiosa, pero en el devenir del tiempo el pueblo de Israel, con sus guías que eran
los maestros de la ley, los fariseos y los escribas, elaboraron un cuerpo legislativo
que buscaba organizar la vida de ese pueblo. Es así que en el momento de la
venida de Cristo los judíos tenían que observar poco más de 600 leyes, además,
por supuesto, de los diez mandamientos. Es claro que todo ese corpus legislativo se
hacía pesado de cumplir, y a Jesús se le acusó en algunas oportunidades de no
cumplir algunos de esos preceptos, o sus discípulos, como la ley de lavarse las
manos antes de las comidas. Y Jesús pone las cosas en su lugar. La ley de Dios es
esencial, y como la ha mandado el Padre se debe cumplir. Las otras leyes, las
creadas por los hombres, aún cuando tengan el sentido religioso, se deben cumplir
en función de la salvaguarda de la persona y de su crecimiento como creyente,
porque al final lo que se quiere es que el ser humano se salve. Por eso Jesús insiste
en que “hagan lo que ellos dicen”, es decir, cumplan la ley, “pero no hagan como
ellos hacen”, que significa que la ley para ellos era algo exterior, para que la gente
los viera. Con ello excluían a Dios de sus vidas.
Jesús al afirmar que vino, no a abolir la ley, sino a darle cumplimiento, aprovechó
la ocasión para explicarnos el alcance que tienen los mandamientos. La formulación
de los mandamientos, como la conocemos, está hecha en sentido negativo, como
prohibiciones, y es tal vez eso lo que crea resistencias para su cumplimiento. Y
Jesús nos dice que hay que interpretar en un sentido más amplio esos preceptos,
para que efectivamente los convirtamos en actitudes de vida, que es en definitiva lo
que nos salvará. ¿Nos contentamos con decir que no matamos? Perfecto, no le
hemos quitado la vida a nadie, pero Jesús dice que el mandamiento va más allá,
porque cada vez que insultamos a alguien, cada vez que hablemos mal de esa
persona, cada vez que la pongamos mal ante los demás, también la matamos. Y
como este, cada mandamiento tiene su interpretación. Jesús nos pide hoy que
abramos nuestra mente y nuestro espíritu para, no sólo aprendernos los 10
preceptos, sino para que los convirtamos en vida, en nuestra vida.
Para terminar creo que lo mejor es hacerlo con la respuesta al salmo de hoy:
“Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor”. Te invito a que sientas la
dicha y el gozo de vivir en plenitud la ley de Dios.
Fuente: Radio vaticano. (con permiso)