6º domingo, A. Las leyes se han de cumplir no por miedo sino por
amor, que nos dice de los mandamientos: “quien los cumpla y
enseñe, será grande en el Reino de los Cielos”.
Pedimos a Dios: “Tú, en la etapa final de la historia, / has enviado a
tu Hijo, / como huésped y peregrino en medio de nosotros, / para
redimirnos del pecado y de la muerte, / y has derramado el Espíritu, / para
hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, / que tiene como meta,
tu reino, / como estado, la libertad de tus hijos, / como ley, el precepto del
amor” (Prefacio común VII).
1. El Eclesiástico (15,16-21) habla de la libertad que tenemos
ante el bien y el mal: “si quieres, guardarás sus mandatos, / porque es
prudencia cumplir su voluntad; / ante ti están puestos fuego y agua, / echa
mano a lo que quieras; / delante del hombre están muerte y vida: / le
darán lo que él escoja. // Es inmensa la sabiduría del Señor, / es grande su
poder y lo ve todo; / los ojos de Dios ven las acciones, / él conoce todas las
obras del hombre; / no mandó pecar al hombre, / ni deja impunes a los
mentirosos”.
Es un misterio cómo elegimos lo malo, y nos hace daño, engañando
nuestra libertad. A veces podrá escoger entre dos bienes, pero otras veces
deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es muerte. Y esta
libertad no está exenta de responsabilidad. Toda la vida humana es un
dilema: debemos escoger entre el bien-vida o el mal-muerte. En la libertad
el hombre se realiza, pero sólo en el amor verdadero. Como aquella persona
que cuentan que puso el gato a secar en el microondas, y que se le
desgració, y que a consecuencia de eso pusieron en las instrucciones que no
se pusieran animales a secar dentro, así tenemos dentro un manual de
instrucciones que si se sigue somos felices, los 10 mandamientos señalan
esas instrucciones, que luego Jesús resume en el amor. Se requiere hace
caso a las instrucciones puestas por el creador, reconocer el papel de
criaturas. El árbol de la ciencia no tiene raíces sólo en el Edén, sino en la
humanidad, en el corazón anida esa sabiduría, y no hay que caer en la
desconfianza del creador como en el primer pecado, celoso de nuestra
libertad sin límites contra toda indicación de Dios, pues son afirmación, la
negación de los mandamientos es en el fondo una negación de nosotros
mismos, es la dictadura del capricho, y la Ley es garantía, ayuda, camino
para la felicidad. La libertad no consiste en inventarse el ser hombre, sino
responder a la invitación a la felicidad, con elecciones hacia esta opción
fundamental de corresponder al amor de Dios. Esa ley natural indica las
exigencias mínimas y básicas, los bienes humanos que hay que proteger
siempre por respeto a la dignidad de la persona y su correcto desarrollo, y
no puede ser ir a lo mío, estamos todos unidos, como los siameses…
ayudarnos es el camino de la salvación. En la montaña más fría, ir solo es
morir: afrontar la vida y sus peligros en soledad, es la muerte. Los
mandamientos son el sendero para la realización de nuestro "mejor yo", de
nuestro mejor "nosotros". Descubrir en el mandamiento la vida, la auténtica
vida, nuestra mejor vida, es entrar en el ámbito de la fe que es situar
nuestra vida donde realmente está: ante Dios. Y ante Dios sólo hay una
salida: la salvación. Pero todo esto "si quieres".
2. Salmo (118,1-2.4-5.17-18.33-34). “Dichosos los que caminan
en la voluntad del Seor… Dichoso el que con vida intachable / camina en la
voluntad del Señor; / dichoso el que guardando sus preceptos / lo busca de
todo corazón. // Tú promulgas tus decretos / para que se observen
exactamente; / ¡ojalá esté firme mi camino / para cumplir tus consignas! //
Haz bien a tu siervo: viviré / y cumpliré tus palabras; / ábreme los ojos y
contemplaré / las maravillas de tu voluntad. // Muéstrame, Señor, el
camino de tus leyes / y lo seguiré puntualmente; / enséñame a cumplir tu
voluntad / y a guardarla de todo corazn”. Estas palabras cantan la
obediencia a Dios Padre, y se hacen vida en Jesús de un modo pleno.
Nosotros también queremos decir de corazón en el Padrenuestro: "Hágase
tu voluntad" y unir la "obediencia" y el "amor" como nos pide Jesús: "Si me
amáis, seréis fieles a mis mandamientos"; “el que recibe mis preceptos y
los guarda, ése es el que me ama,... Yo también lo amaré..." Paul Claudel
se veía necesitado, como quizá también nosotros podemos pedir a Jesús:
"Estoy sobre la tierra como un hombre extraviado: Dame una señal para
encontrarme... La ceguera no es la forma de ver claro, ni el andar
tortuosamente, la de andar derecho... Mis labios no hacen más que repetir
Tu boca... Quita de mis pies el tapiz del mal, fabrícame una pendiente hacia
el bien... Tus mandamientos, un trampolín bajo mis pies... Corta todo
aquello que en mí va hacia algo distinto del fruto... Es una locura ver
trabajar a todos estos chapuceros que se oponen a tu Ley... Una linterna
alumbra el camino ante mí para conducirme... Tengo Tu mano sobre la
mía...". Padre, hágase Tu voluntad. Una forma de recitar este salmo, podría
ser la de repetir como una especie de estribillo la fórmula del "Padre
Nuestro", poniendo atención a esta petición de Jesús.
3. En 1 Corintios (2,6-10) San Pablo nos habla de “una sabiduría
que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan
desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa,
escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues si la hubiesen
conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está
escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios
ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el
Espíritu; y el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios”. La
sabiduría de Dios es Cristo. Pablo la con la actitud del hombre seguro de sí,
cerrado sobre él mismo, confiado en su estrecha visión de la realidad. Son
los "príncipes de este mundo", el hombre que se deshumaniza.
4. En Mateo (5,17-37) , Jesús habla a sus discípulos de los
mandamientos: “quien los cumpla y ensee, será grande en el Reino de los
Cielos… Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate
será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano
será procesado. Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio».
Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido
adúltero con ella en su interior. Sabéis que se mandó a los antiguos: «No
jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no
juréis en absoluto… A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí
viene del Maligno”.
Es continuación de los dos domingos anteriores, los bienaventurados
y los que han de ser sal de la tierra y luz del mundo. Aquí en sus relaciones
con la Ley y los Profetas, es decir con el amor. Jesús no ha venido a abolir
eso, sino a darle plenitud: “Se ha dicho... yo os digo”, esquema que se
repite, en enriquecimiento de lo dicho. Es el esquema letra-espíritu de la
letra: en el tema de corazón que mira bien, que ama a los hermanos, que
defensa la familia, que busca la verdad. Jesús es el perfecto cumplidor de la
Ley, porque la ha cumplido con un amor cuya única medida es no tener
medida. "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el extremo". Le pedimos «ser como él» en el amor. Llucià Pou Sabaté