SANTA MISA EN LA CAPILLA SIXTINA
Y ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 13 de enero de 2002
1. "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto" ( Mt 3, 17).
Acabamos de escuchar de nuevo en el evangelio las palabras que resonaron en
el cielo cuando Jesús fue bautizado por Juan en el río Jordán. Las pronunció una
voz desde lo alto: la voz de Dios Padre. Revelan el misterio que celebramos
hoy, el bautismo de Cristo. El Hombre sobre el que desciende, en forma de
paloma, el Espíritu Santo es el Hijo de Dios, que tomó de la Virgen María nuestra
carne para redimirla del pecado y de la muerte.
¡Grande es este misterio de salvación ! Misterio en el que se insertan hoy los
niños que presentáis, queridos padres, padrinos y madrinas. Al recibir en la
Iglesia el sacramento del bautismo, se convierten en hijos de Dios, hijos en el
Hijo . Es el misterio del "segundo nacimiento".
2. Queridos padres, me dirijo con afecto especialmente a vosotros, que habéis
dado la vida a estas criaturas, colaborando en la obra de Dios, autor de la vida
y, de modo singular, de toda vida humana. Los habéis engendrado y hoy los
presentáis a la fuente bautismal, para que vuelvan a nacer por el agua y por el
Espíritu Santo . La gracia de Cristo transformará su existencia de mortal en
inmortal, liberándola del pecado original. Dad gracias al Señor por el don de su
nacimiento y del nuevo nacimiento espiritual de hoy.
Pero ¿cuál fuerza permite a estos inocentes e inconscientes niños realizar un
"paso" espiritual tan profundo? Es la fe , la fe de la Iglesia, profesada en
particular por vosotros, queridos padres, padrinos y madrinas. Precisamente en
esta fe son bautizados vuestros hijos. Cristo no realiza el milagro de regenerar al
hombre sin la colaboración del hombre mismo, y la primera cooperación de la
criatura humana es la fe, con la que, atraída interiormente por Dios, se
abandona libremente en sus manos.
Estos niños reciben hoy el bautismo sobre la base de vuestra fe, que dentro de
poco os pediré profesar. ¡Cuánto amor, amadísimos hermanos, cuánta
responsabilidad implica el gesto que realizaréis en nombre de vuestros hijos!
3. En el futuro, cuando sean capaces de comprender, ellos mismos deberán
recorrer, personal y libremente, un camino espiritual que, con la gracia de Dios,
los llevará a confirmar , en el sacramento de la confirmación, el don que reciben
hoy.
Pero ¿podrán abrirse a la fe si los adultos que los rodean no les dan un buen
testimonio? Estos niños os necesitan, ante todo, a vosotros, queridos padres; os
necesitan también a vosotros, queridos padrinos y madrinas, para aprender a
conocer al verdadero Dios, que es amor misericordioso. A vosotros os
corresponde introducirlos en este conocimiento, en primer lugar a través del
testimonio de vuestro comportamiento en las relaciones con ellos y con los
demás, relaciones que se han de caracterizar por la atención, la acogida y el
perdón. Comprenderán que Dios es fidelidad si pueden reconocer su reflejo,
aunque sea limitado y débil, ante todo en vuestra presencia amorosa.
Es grande la responsabilidad de la cooperación de los padres en el crecimiento
espiritual de sus hijos. Eran muy conscientes de esa responsabilidad los beatos
esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi, a los que recientemente tuve la
alegría de elevar al honor de los altares y que os exhorto a conocer mejor y a
imitar. Si ya es grande vuestra misión de ser padres "según la carne", ¡cuánto
más lo es la de colaborar en la paternidad divina , dando vuestra contribución
para modelar en estas criaturas la imagen misma de Jesús, Hombre perfecto!
4. Nunca os sintáis solos en esta misión tan comprometedora. Os conforte, ante
todo, la confianza en el ángel de la guarda, al que Dios ha encomendado su
singular mensaje de amor para cada uno de vuestros hijos. Además, toda la
Iglesia, a la que tenéis la gracia de pertenecer, está comprometida a asistiros:
en el cielo velan los santos, en particular aquellos cuyos nombres tienen estos
niños y que serán sus "patronos". En la tierra está la comunidad eclesial, en la
que es posible fortalecer la propia fe y la propia vida cristiana, alimentándola con
la oración y los sacramentos. No podréis dar a vuestros hijos lo que vosotros no
habéis recibido y asimilado antes.
Además, todos tenemos una Madre según el Espíritu: María santísima. A ella le
encomiendo a vuestros hijos, para que lleguen a ser cristianos auténticos; a
María os encomiendo también a vosotros, queridos padres, queridos padrinos y
madrinas, para que transmitáis siempre a estos niños el amor que necesitan
para crecer y para creer . En efecto, la vida y la fe caminan juntas .
Que así sea en la existencia de cada bautizado con la ayuda de Dios.
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