“Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de
Herodes”
Mc 8:14-21
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¿DE MODO QUE TAMPOCO VOSOTROS ENTENDÉIS?
«Al ver el Señor que crecía en la tierra la maldad del hombre y que todos sus proyectos
tendían siempre al mal, se arrepintió...». El texto de Gn 6,5 dice esto: «Todos los
pensamientos que formaba en su corazón durante todo el día eran sólo mal». El corazón es el
lugar en el que se forman los pensamientos, en el que se conciben las acciones: pues bien,
este corazón no hace otra cosa más que concebir el mal, meditar delitos, idear malos
pensamientos.
Ya lo había dicho claramente Jesús en la disputa sobre lo puro y lo impuro, reprendiendo a
los mismos discípulos por su escasa comprensión: «¿De modo que tampoco vosotros
entendéis? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo, puesto
que no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a parar al estercolero? [..] Lo que sale del
hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es de dentro, del corazón de los hombres,
de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia e insensatez. Todas estas
maldades salen de dentro y manchan al hombre» (Mc 7,18-23). Son los mismos malos
pensamientos que encontró Dios en el corazón del hombre, y a causa de los cuales vino el
diluvio sobre la tierra. Pero es también la situación en la que nos encontramos hoy. Todavía
hoy sigue endurecido nuestro corazón como el de los discípulos, a pesar de la amistad de
Dios, a pesar de la señal del pan multiplicado. Tenemos ojos y no vemos, tenemos oídos y no
oímos. Buscamos constantemente otro pan, un pan que no sacia, y, al hacer esto, nuestro
corazón no cesa de formar pensamientos inútiles, de concebir designios impuros. Sólo
podremos poner límite a esta proliferación de pensamientos si comprendemos que el único
pan que hay en la barca es el que nos basta. El pan único es el corazón del Hijo que ha
entregado su vida por nosotros.
ORACION
Señor, tú has visto nuestro corazón:
en él no hay más que mal todo el día.
Has sumergido en el bautismo
todo el mal que llevamos dentro,
pero nuestro corazón vuelve a empezar
desde el principio, a elaborar designios malvados.
En el arca de antaño, en la barca de hoy,
no tenemos otro dique
contra el diluvio de los pensamientos
que el corazón de Jesús,
único pan necesario.