VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A TORONTO, CIUDAD DE GUATEMALA Y CIUDAD DE MÉXICO
XVII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Toronto, Parque Downsview
Domingo 28 de julio de 2002
"Vosotros sois la sal de la tierra...
Vosotros sois la luz del mundo" ( Mt 5, 13-14).
Amadísimos jóvenes de la XVII Jornada mundial de la juventud;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. En una montaña, cerca del lago de Galilea, los discípulos de Jesús escuchaban
su voz suave y apremiante: suave como el paisaje mismo de
Galilea, apremiante como una llamada a elegir entre la vida y la muerte, entre la
verdad y la mentira. El Señor pronunció entonces palabras de vida que
resonarían para siempre en el corazón de los discípulos.
Hoy os dice esas mismas palabras a vosotros, jóvenes de Toronto, de Ontario y
de todo Canadá, de Estados Unidos, del Caribe, de la América de lengua
española y portuguesa, de Europa, de África, de Asia y de Oceanía. Escuchad la
voz de Jesús en lo más íntimo de vuestro corazón. Sus palabras os dicen quiénes
sois como cristianos . Os enseñan qué debéis hacer para permanecer en su amor .
2. Jesús ofrece una cosa; el "espíritu del mundo" ofrece otra. En la lectura de
hoy, tomada de la carta a los Efesios, san Pablo afirma que Jesús nos lleva de
las tinieblas a la luz (cf. Ef 5, 8). Tal vez el gran Apóstol estaba pensando en la
luz que lo había cegado a él, el perseguidor de los cristianos, en el camino de
Damasco. Cuando recobró la vista, ya nada era como antes . Pablo había
renacido y ya nada podía quitarle la alegría que le había inundado el alma.
También vosotros, queridos jóvenes, estáis llamados a ser transformados.
"Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará
Cristo" ( Ef 5, 14), dice también san Pablo.
El "espíritu del mundo" ofrece muchos espejismos, muchas parodias de la
felicidad. Quizá no haya tiniebla más densa que la que se introduce en el alma
de los jóvenes cuando falsos profetas apagan en ellos la luz de la fe, de la
esperanza y del amor. El engaño más grande, la mayor fuente de infelicidad
es el espejismo de encontrar la vida prescindiendo de Dios , de alcanzar la
libertad excluyendo las verdades morales y la responsabilidad personal.
3. El Señor os invita a elegir entre estas dos voces, que compiten por conquistar
vuestra alma. Esta elección es la esencia y el desafío de la Jornada mundial de la
juventud . ¿Para qué habéis venido desde todas las partes del mundo? Para decir
juntos a Cristo: " Señor, ¿a quién iremos? " ( Jn 6, 68). ¿Quién, quién tiene
palabras de vida eterna? Jesús, el amigo íntimo de cada joven, tiene palabras de
vida.
Lo que heredaréis es un mundo que tiene necesidad urgente de un renovado
sentido de fraternidad y solidaridad humana. Es un mundo que necesita ser
tocado y curado por la belleza y la riqueza del amor de Dios. El mundo actual
necesita testigos de ese amor. Necesita que vosotros seáis la sal de la tierra y la
luz del mundo .
El mundo os necesita; el mundo necesita la sal, os necesita como sal de la tierra
y luz del mundo.
4. La sal se usa para conservar y mantener sanos los alimentos . Como apóstoles
del tercer milenio, os corresponde a vosotros conservar y mantener viva la
conciencia de la presencia de Jesucristo, nuestro Salvador , de modo especial en
la celebración de la Eucaristía, memorial de su muerte redentora y de su gloriosa
resurrección. Debéis mantener vivo el recuerdo de las palabras de vida que
pronunció, de las espléndidas obras de misericordia y de bondad que realizó.
Debéis constantemente recordar al mundo que "el Evangelio es fuerza de Dios
que salva" (cf. Rm 1, 16).
La sal condimenta y da sabor a la comida . Siguiendo a Cristo, debéis cambiar y
mejorar el "sabor" de la historia humana. Con vuestra fe, esperanza y amor, con
vuestra inteligencia, valentía y perseverancia, debéis humanizar el mundo en
que vivimos. El modo para alcanzarlo lo indicaba ya el profeta Isaías en la
primera lectura de hoy: "Suelta las cadenas injustas, (...) parte tu pan con el
hambriento (...). Cuando destierres de ti el gesto amenazador y la maledicencia,
(...) brillará tu luz en las tinieblas" (cf. Is 58, 6-10).
5. Una llama ligera que arde rompe la pesada cubierta de la noche. ¡Cuánta más
luz podréis producir vosotros, todos juntos, si os unís en la comunión de la
Iglesia! Si amáis a Jesús, amad a la Iglesia. No os desalentéis por las culpas y
faltas de alguno de sus hijos. El daño que han hecho algunos sacerdotes y
religiosos a personas jóvenes o frágiles nos llena a todos de un profundo sentido
de tristeza y vergüenza . Pero pensad en la gran mayoría de sacerdotes y
religiosos generosamente comprometidos, cuyo único deseo es servir y hacer el
bien. Hoy se encuentran aquí muchos sacerdotes, seminaristas y personas
consagradas: estad cerca de ellos y sostenedlos. Y si escucháis que resuena en
lo más íntimo de vuestro corazón esa misma llamada al sacerdocio o a la vida
consagrada, no tengáis miedo de seguir a Cristo por el camino real de la cruz. En
los momentos difíciles de la historia de la Iglesia el deber de la santidad resulta
aún más urgente. Y la santidad no es cuestión de edad . La santidad es vivir en el
Espíritu Santo , como hicieron Catalina Tekakwitha aquí en América y muchísimos
otros jóvenes.
Vosotros sois jóvenes, y el Papa es anciano; 82 u 83 años de vida no es lo
mismo que 22 o 23. Pero aún se identifica con vuestras expectativas y vuestras
esperanzas. Jóvenes de espíritu, jóvenes de espíritu. Aunque he vivido entre
muchas tinieblas, bajo duros regímenes totalitarios, he visto lo suficiente para
convencerme de manera inquebrantable de que ninguna dificultad, ningún miedo
es tan grande como para ahogar completamente la esperanza que brota eterna
en el corazón de los jóvenes.
Vosotros sois nuestra esperanza, los jóvenes son nuestra esperanza. No dejéis
que muera esa esperanza. Apostad vuestra vida por ella. Nosotros no somos la
suma de nuestras debilidades y nuestros fracasos ; al contrario, somos la suma
del amor del Padre a nosotros y de nuestra capacidad real de llegar a ser imagen
de su Hijo.
Concluyo con una oración.
6. Señor Jesucristo,
conserva a estos jóvenes en tu amor.
Haz que oigan tu voz
y crean en lo que dices,
porque sólo tú tienes
palabras de vida eterna .
Enséñales cómo profesar su fe,
cómo dar su amor,
cómo comunicar su esperanza
a los demás.
Hazlos testigos convincentes
de tu Evangelio,
en un mundo que tanto necesita
de tu gracia que salva.
Haz de ellos el nuevo pueblo
de las Bienaventuranzas,
para que sean la sal de la tierra
y la luz del mundo
al inicio del tercer milenio cristiano.
María, Madre de la Iglesia,
protege y guía
a estos muchachos y muchachas
del siglo XXI.
Abrázalos a todos
en tu corazón materno.
Amén.