Dios Padre providente en quien confiamos
Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del domingo 8° “A”, Mt 6,24-34, 27 febrero 2011.
I. Leer el texto evangélico en su contexto
1. Después de la lectura completa del capítulo 5 del
Evangelio según San Mateo, hoy leemos sólo los versículos
24-34 del capítulo 6, sobre Dios Padre providente. Podrían
parecer desgajados del resto del Sermón de la Montaña y
como una joya perdida. Por ello, como sugerimos el domingo
pasado, conviene leer y gustar el texto en el contexto en
el cual aparece: Dios es “tu Padre, que ve en lo secreto” ,
premia tu limosna, escucha tu oración y recompensa tu ayuno
(Mt 6,4.6-8.18).
2. El Dios Padre, que nos revela Jesucristo en el Sermón de
la Montaña, nada tiene que ver con un dios terrorífico,
especie de célula fotoeléctrica que no te deja pasar una:
“Mira que te mira Dios; mira que te está mirando; mira que
has de morir y no sabes cuándo”. Tampoco es el dios lejano
de los grandes filósofos griegos, que nos crea y luego se
despreocupa de nosotros. Es un Dios cercano a nosotros. Más
aun: es íntimo a nosotros. Como dijo el apóstol Pablo a los
ciudadanos de Atenas: “Él no está lejos de cada uno de
nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y
existimos (Hch 17,27-28). Es el verdadero Dios cantado en
los Salmos como un pastor solícito de su rebaño: “El Señor
es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en
verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara
mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su
Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré
ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me
infunden confianza” (Sal 23,1-4).
3. Engarzado en su contexto normal, que es el Sermón de la
Montaña, y en el contexto global de la Biblia, el párrafo
que leemos hoy, Mt 6,24-34 sobre la confianza en Dios Padre
Providente, aparece en todo su valor. Ésta ya no es una
flor exótica cultivable sólo en las apacibles colinas de la
Galilea, sino una actitud fundamental para el cristiano que
vive en la frenética ciudad moderna.
II. “No se puede servir a Dios y al Dinero”
4. Jesús nos enseña que junto a Dios Padre no hay lugar
para otro señor: “Nadie puede servir a dos señores”. Y
menos si se llama “Dinero”: “No se puede servir a Dios y al
Dinero” (Mt 6,24).
El hombre, mucho antes del capitalismo, inventó el dinero
como medio para intercambiar y compartir el fruto de su
trabajo. Pero desde muy temprano, lo convirtió en su amo al
cual servir. Así acumula dinero por acumular, como si fuese
un valor absoluto, un dios al cual sacrificar su vida y
cuanto encuentra a mano: seres queridos, conciudadanos,
futuro de la patria. Pero es sólo un ídolo (apariencia)
(Col 3,5). Por ello, periódicamente se esfuma, pues otro, -
llámese privado, empresa, estado, multinacional-, que
también acumula por acumular, se las ingenia para
birlárselo y así aumentar su propia montaña de dinero. Es
una guerra interminable de sacarle al otro para tener más,
presentada como un inocente juego del mercado, que fomenta
guerras crudelísimas. La crisis actual del capitalismo, que
pareciera interminable, muestra a las claras que algo de
muy corrompido hay en el modo de gestionarlo. No se puede
acumular dinero de cualquier manera. Las palabras de Jesús
adquirieron, de pronto, una actualidad impensada: “No
acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la
herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes
y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo,
donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni
ladrones que perforen y roben” (Mt 6,19-20). Bien nos
vendría aquí prestar atención a la encíclica social de
Benedicto XVI, Caritas in veritate, sobre el desarrollo
humano integral (29-6-2009).
III. “No se inquieten por su vida”
5. Jesús dedica el largo párrafo de los versículos 25-34 a
manejar bien nuestras preocupaciones económicas: “Por eso
les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a
comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir.
¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más
que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no
siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin
embargo, vuestro Padre que está en el cielo los alimenta.
¿No valen ustedes acaso más que ellos?... ¿Y por qué se
inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo
van creciendo sin fatigarse ni tejer” (Mt 6,25-26). Esta
enseñanza de ningún modo es una invitación a una vida
irresponsable, a pretender vivir de arriba sin trabajar. La
larga parábola de los talentos no permite tal
interpretación (cf Mt 25,14-30). Es más bien una invitación
de Jesús a que contemplemos bien la realidad y a descubrir
en ella la presencia de Dios Padre Providente: “Miren los
pájaros del cielo… Miren los lirios del campo”.
IV. “Busquen primero el Reino y su justicia”
6. Lo que Jesús dice de nuestras preocupaciones económicas,
vale de todas, incluso de las apostólicas. ¿No nos sucede
que, por el apostolado a realizar, nos ponemos a veces tan
ansiosos que abandonamos la oración y herimos la caridad
fraterna? Un tema a pensar, sobre todo cuando nos
proponemos una misión continental. “Buscar primero el Reino
y su Justicia” (Mt 6,33) es un criterio fundamental.