Sábado 19 de Febrero de 2011
Hebreos 11,1-7 Por la fe, sabemos que la palabra de Dios configuró el universo
Salmo responsorial: 144 Bendeciré tu nombre; Señor, por siempre.
Marcos 9,2-13 Se transfiguró delante de ellos
“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una
montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías
y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías. Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los
cubrió, y salió una voz de la nube: Éste es mi Hijo amado; escuchadlo. De pronto, al mirar
alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto,
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado, y
discutían qué querría decir aquello de "resucitar de entre los muertos. Le preguntaron: ¿Por
qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías? Les contestó él: Elías vendrá
primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que
padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido, y han hecho con él lo
que han querido, como estaba escrito.
No sigamos esperando. Ya Jesús está entre nosotros. Jesús ya volvió y está
presente en el corazón de nuestra vida. De vez en cuando, como en un relámpago
que llega de improviso, esta presencia irrumpe y se ilumina, transfigurando nuestra
vida.
Jesús se muestra. Se transfigura. Pero los discípulos no terminan de verlo y
aceptarlo. Estaban confundidos. La cruz era un impedimento para creer en Jesús.
De ahí que la transfiguración de Jesús ayudará a los discípulos a superar el trauma
de la Cruz.
Esa cruz es un escándalo. Uno de los mayores esfuerzos de los primeros
cristianos consistía en ayudar a las personas a percibir que la cruz no era ni
escándalo, ni locura, pero sí expresión del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor
1,22-31)
Jesús muda de aspecto. Jesús sube a una montaña alta. Lucas añade que
subió allí para rezar (Lc 9,28). Allí encima, Jesús aparece en la gloria ante Pedro,
Santiago y Juan. Junto con él aparecen Moisés y Elías. La montaña alta evoca el
Monte Sinaí, donde, en el pasado, Dios había manifestado su voluntad a la gente,
entregando la ley. Los vestidos blancos recuerdan a Moisés resplandeciente
cuando conversaba con Dios en la montaña y de él recibió la ley (cf. Ex 34,29-35).
Elías y Moisés, las dos mayores autoridades del Antiguo Testamento, conversan
con Jesús. Moisés representa la Ley, Elías la profecía. Lucas informa de la
conversación sobre “el éxodo de Jesús”, esto es la Muerte de Jesús en Jerusalén
(Lc 9,31). Así queda claro que el Antiguo Testamento, tanto la Ley como la profecía,
ya enseñaba que para el Mesías Siervo el camino de la gloria tenía que pasar por la
cruz.
Pedro vive un momento de gozo, pero no entiende nada. Se ofreció para
construir tres tiendas. Marcos dice que Pedro tenía miedo, sin saber lo que estaba
diciendo. La voz del cielo aclara los hechos. En cuanto Jesús está envuelto en la
gloria, una voz del cielo dice: “¡Este es mi Hijo amado!”
“En la Cruz, el Hijo puede derramar su sufrimiento en el corazón de la
Madre. Todo hijo que sufre siente esta necesidad” (Juan Pablo II)
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