JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 6 de enero de 2001
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. La solemnidad de la Epifanía, que celebramos hoy, subraya la universalidad
de la Iglesia y su vocación misionera. En efecto, hoy la Iglesia exulta porque se
ha manifestado a todos los pueblos "la luz verdadera, que ilumina a todo
hombre" ( Jn 1, 9).
Como María, se alegra al ver entrar en la humilde cueva de Belén a personas de
toda raza, nación y cultura para adorar al Hijo de Dios. Al mismo tiempo, siente
la urgencia de ser cada vez más "luz" para difundir el mensaje salvífico a todos
los pueblos. El mandato misionero es para todos los creyentes, llamados a
anunciar y testimoniar el misterio de la salvación que se realizó en la
encarnación, en la muerte y en la resurrección de Cristo.
2. La Iglesia confía hoy la misión de evangelizar, de modo muy especial, a los
niños. Este es el significado de la Jornada mundial de la infancia misionera, que
este año tiene como tema: "Enciende la esperanza", y compromete a los "niños
misioneros" a difundir la luz de la solidaridad, sobre todo donde las tinieblas de
la pobreza, del dolor y de la guerra se hacen particularmente densas. El apoyo
misionero de los niños es muy valioso para numerosos misioneros que, fieles al
mandato de Cristo, trabajan por la propagación de la buena nueva hasta los
últimos confines de la tierra. A cada uno de estos intrépidos evangelizadores va
nuestro agradecimiento, acompañado de un constante recuerdo ante el Señor.
También los nuevos obispos, que esta mañana he tenido la alegría de consagrar,
dedicarán con especial esmero todas sus energías a la exigente actividad
misionera. A ellos y a sus familiares, así como a cuantos se unen a su alegría
espiritual les renuevo mi cordial saludo. Amadísimos hermanos y hermanas,
apoyemos su ministerio con la oración, para que sean guías seguros de la grey
que el Señor les confía.
3. Algunas Iglesias orientales, como la Iglesia ortodoxa rusa, y las venerables
Iglesias de Oriente, como la Iglesia copta, etiópica y armenia, celebran en estos
días la Navidad de Jesucristo. Les expreso mi sincera felicitación y la seguridad
de mi incesante oración. Que la celebración de la venida del Verbo de Dios a los
hombres sea fuente de nuevo vigor espiritual, de afianzamiento en él y de
comunión entre todos nosotros, que lo reconocemos como Señor y Salvador.
Que sea fuente de alegría al anunciarlo a todos los hombres de nuestro tiempo.
La celestial Madre de Dios, que tiene en su regazo a la Sabiduría del Padre,
obtenga a los cristianos el don de la comunión plena y a todos el don de la paz.
Que, gracias a su intercesión, toda persona de buena voluntad sea iluminada por
la luz vivificante del misterio de la Navidad del Señor.