JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo de Ramos, 24 de marzo de 2002
Antes de concluir esta solemne celebración, nos dirigimos a María santísima, que
al pie de la cruz de su Hijo confirmó el fiat pronunciado al anuncio del ángel. Que
ella nos ayude a seguir fielmente a Jesús, según el ejemplo de tantos hermanos
y hermanas que han dado el supremo testimonio del Evangelio con su sangre.
Pienso, en particular, en los misioneros y en las misioneras mártires , cuya
conmemoración anual se celebra hoy en Italia. Que la Virgen os obtenga esta
coherencia y esta valentía de modo especial a vosotros, jóvenes, llamados a
realizar opciones fundamentales para vuestra vida.
Os saludo en particular a vosotros, jóvenes canadienses, que habéis venido a
participar en el encuentro preparatorio de la próxima Jornada mundial de la
juventud en Toronto y en la ceremonia del domingo de Ramos. Ojalá que esta
experiencia de la universalidad de la Iglesia suscite en vosotros el deseo de
invitar a muchos jóvenes a reunirse este verano en Toronto, a fin de proclamar
juntos a Cristo resucitado y recibir nuevas gracias para la misión. Os imparto a
todos una afectuosa bendición apostólica.
Saludo cordialmente a los jóvenes de lengua inglesa. ¡Seguid al Señor con
alegría y entusiasmo! Él tiene palabras de vida eterna. Quiere que seáis la luz
del mundo y la sal de la tierra. Dirijo un saludo especial al grupo procedente de
Canadá. Nos encontraremos de nuevo con ocasión de la Jornada mundial de la
juventud en Toronto. ¡Dios os bendiga a todos!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los
jóvenes. Hoy ya hemos experimentado algo de la alegría y de la reflexión que
caracterizarán la Jornada mundial de la juventud en Toronto. Queridos jóvenes
amigos, a vosotros os corresponde difundir la buena nueva. Sobre todo,
testimoniad a vuestros coetáneos a Jesucristo, el Señor crucificado y resucitado,
que confiere a nuestra vida plenitud y luz. Para ello, os imparto de corazón mi
bendición apostólica.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que han participado con
gozo en la liturgia de hoy, y muy especialmente a los jóvenes. Llevad siempre
grabadas en vuestros corazones las palabras de Jesús: "Vosotros sois la sal de
la tierra... Vosotros sois la luz del mundo". Que la proximidad de la Jornada
mundial de la juventud en Toronto sea también motivo de alegría y esperanza
¡Que Dios os bendiga!
Queridos jóvenes de lengua portuguesa, con vuestros ramos y palmas habéis
aclamado a Cristo, luz y vida de los hombres. Que no os asusten las tinieblas del
mundo; al contrario, como centinelas del amanecer, mantened en alto la luz de
Cristo y defended la vida: "Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra".
¡Hasta la vista en Toronto, si Dios quiere!
Saludo cordialmente a los peregrinos procedentes de Polonia, sobre todo a los
jóvenes aquí presentes. Me alegro de que hayáis venido a Roma para vivir,
juntamente con los jóvenes de esta ciudad, la solemnidad del domingo de
Ramos. Ya es tradición que este encuentro constituya una preparación para la
próxima Jornada mundial de la juventud, que este año viviremos en Canadá.
Nos acompañarán las palabras: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois
la luz del mundo" ( Mt 5, 13-14). Que este encuentro con Cristo, que toma la
cruz para traernos la salvación, dé a la vida de cada uno de vosotros sabor y
esplendor, para que vuestro testimonio sea pleno. Llevad mi saludo y mi
bendición a vuestros coetáneos en la patria. ¡Hasta la vista en Toronto, Dios
mediante!
Por último, os dirijo un saludo especial a vosotros, queridos muchachos y
muchachas de Roma y de Italia, con el deseo de una fructuosa Semana santa y
de una Pascua llena de alegría y paz.