Sexto Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo A
SS Pío XII
Amenazas contra la Paz
1. La salvación en la poderosa intercesión de la
Virgen.
Nos parece oportuno recordar que cuando nuevos
peligros amenazaban al pueblo cristiano y a la Iglesia,
Esposa del Divino Redentor, Nos, como en los siglos
pasados lo habían hecho Nuestros predecesores, Nos
dirigimos suplicantes a la Virgen María, madre
amantísima nuestra, e invitamos a toda la grey a Nos
confiada a abandonarse confiadamente a su protección.
Y mientras el mundo era funesta víctima de una guerra
espantosa, hicimos cuanto pudimos para exhortar a la
paz a ciudades, pueblos y naciones, y para llamar los
ánimos de los hombres desgarrados por la lucha al
mutuo acuerdo en nombre de la justicia, de la verdad y
del amor; y no solamente no nos limitamos a esto, sino
que, viendo que no contábamos con medios humanos y
con ayudas terrenas, con diversas cartas de admonición
que invitaban a una santa emulación de oraciones,
invocamos la ayuda celestial mediante la poderosa
intercesión de la gran Madre de Dios, a cuyo corazón
inmaculado consagramos toda la familia humana
3. Menosprecio de la Autoridad de Dios.
Pero si examinamos atentamente las causas de tantos
peligros, presentes y futuros, fácilmente vemos que las
decisiones, las fuerzas y las instituciones humanas
están destinadas a un fracaso inevitable, cuando la
autoridad de Dios —que ilumina las mentes con sus
preceptos y sus prohibiciones, que es principio y
garantía de justicia, fuente de verdad y fundamento de
la ley— se descuida, o no se coloca en el justo puesto, o
del todo se suprime. Toda casa que no se apoye sobre
una base sólida y segura, se derrumba; toda
inteligencia que no sea iluminada por la luz divina, más
o menos se aleja de la plenitud de la verdad; surgen,
aumentan y crecen las discordias si la caridad fraternal
no enfervoriza a los ciudadanos, a los pueblos y a las
naciones.
4. La Religión cristiana es el remedio de los males;
combatirla daña la sociedad y la humanidad.
Ahora bien, solamente la Religión cristiana enseña esta
verdad plena, esta justicia perfecta y esta caridad
divina que elimina los odios, animosidades y luchas; en
efecto, sólo ella la ha recibido en depósito del Divino
Redentor que es camino, verdad y vida , y con todas sus
fuerzas debe ponerla en práctica. No hay, por tanto,
duda de que quienes deliberadamente quieren
desconocer la Religión cristiana y la Iglesia, o se
esfuerzan en obstaculizarla, ignorarla, subyugarla;
debilitan por eso mismo las bases de la sociedad o las
sustituyen con otras que absolutamente no pueden
sostener el edificio de la dignidad humana, de su
libertad y bienestar.
Es necesario, por tanto, volver a los preceptos del
cristianismo si se quiere formar una sociedad sólida,
justa, equilibrada. Es dañoso e imprudente ponerse en
conflicto con la Religión cristiana, cuya perennidad ha
sido garantizada por Dios y probada por la Historia.
5. La importancia y la misión de la Religión en la
sociedad civil.
Reflexiónese que un Estado sin Religión no puede tener
dirección moral ni orden. Ella hace que los ánimos se
formen en la justicia, en la caridad, en la obediencia a
las leyes justas; condena y proscribe el vicio; induce a
los ciudadanos a la virtud y, más aún, rige y reglamenta
su conducta pública y privada; enseña que la mejor
distribución de la riqueza no se obtiene con la violencia
ni la revolución, sino con justas normas, de modo que
el proletariado, que aún no tiene los medios suficientes
y necesarios para vivir, pueda elevarse a una condición
más decorosa solucionando felizmente los problemas
sociales; de este modo aporta una valiosísima
contribución al buen orden y a la justicia, aún, cuando
la Religión cristiana no haya sido instituida únicamente
para procurar y acrecentar las comodidades de la vida.
6. Dos cosas angustian: a) la descristianización y corrupción en los
países cristianos.
Considerando, pues, tales cosas con aquella disposición
de ánimo que nos sitúa por encima de los contrastes
humanos y que Nos hace amar paternalmente a los
pueblos de todas las estirpes y razas, dos cosas se Nos
presentan y Nos causan intensa angustia y
preocupación. Por una parte, vemos que en no pocos
países los preceptos cristianos y la Religión católica no
son tenidos en la consideración debida. Masas de
ciudadanos, especialmente del pueblo menos instruido,
son atraídas con facilidad por los errores ampliamente
divulgados y muchas veces revestidos de apariencias de
verdad; los atractivos e incentivos al vicio que
perturban con su nefasto influjo las almas por medio de
publicaciones de todo tipo, de espectáculos
cinematográficos y televisivos, corrompen
particularmente a la juventud. Muchos escriben y
difunden sus obras, no para servir a la verdad y a la
virtud ni para dar un sano entretenimiento a sus
lectores, sino para ejercitar —con fines de lucro— sus
turbias pasiones: o para llenar de fango, con mentiras,
calumnias y ofensas todo cuanto hay de sagrado, noble
y bello. Muy frecuentemente —doloroso es decirlo— la
verdad es mal presentada; y se da público realce a
cosas falsas y vergonzosas. No hay quien no vea
cuántos males se derivan de allí para la sociedad misma
y para enorme daño de la Iglesia.
7. b) la persecución abierta de la Iglesia.
Por otra parte, vemos con sumo dolor de Nuestro
corazón de Padre, que la Iglesia Católica, tanto de rito
Latino como Oriental, en no pocas naciones sufre
graves vejámenes; los fieles y los ministros del culto,
aunque no con palabras, pero sí con hechos, se
plantean el siguiente dilema o abstenerse de profesar y
difundir públicamente la fe, o sufrir muy graves daños.
Muchos Obispos han sido ya expulsados de sus sedes,
impedidos en el ejercicio libre de su ministerio,
encarcelados o desterrados. En una palabra, se tiende a
realizar temerariamente aquella palabra: Heriré al pastor
y se dispersarán las ovejas
8. Prensa, escuela y misiones destruidas.
Además, casi todos los diarios, revistas y publicaciones
católicas han quedado reducidas al silencio, como si la
verdad fuese de exclusivo dominio y arbitrio de quien
manda, y como si las ciencias divinas y humanas, y las
artes liberales no tuviesen el derecho de ser libres para
poder florecer en provecho del bien público.
Las escuelas abiertas en otro tiempo por los católicos,
están abolidas y prohibidas; en su lugar se han abierto
otras que no imparten noción alguna Dios y de religión,
o proclaman y difunden máximas del ateísmo, cosa que
muy frecuentemente sucede.
Los misioneros que, habiendo abantado la casa y la
dulce tierra natal, habían soportado numerosos y
graves trabajos para dar a otros la luz y fuerza del
Evangelio, han sido expulsados de tantas regiones como
individuos nocivos y peligrosos; de tal modo, el clero,
que ha quedado reducido en número ante la extensión
territorial, y a menudo vigilado y perseguido, no puede
todas las exigencias de los fieles.
9. El Nacionalismo conculca los derechos de la S.
Sede, eligiendo "obispos" y persiguiendo al clero.
Con dolor vemos pisotearse a veces los derechos de la
Iglesia, a la cual compete, solamente bajo el mandato
de la Santa Sede, elegir y consagrar a los Obispos
destinados a gobernar legítimamente el pueblo
cristiano; y esto sucede con gravísimo perjuicio de los
fieles, como si la Iglesia católica fuese una cosa interna
de una sola nación y dependiente de la autoridad civil y
no una institución divina destinada a acoger a todos los
pueblos.
10. Heroica constancia y fidelidad de los
cristianos.
A pesar de tan graves y dolorosas angustias hay, sin
embargo, algo que la mayor parte de los fieles de rito
latino y oriental permanecen adictos con todas sus
fuerzas a la fe de sus mayores, aun viéndose privados
de las ayudas espirituales que sus Pastores pudieran
administrarles si no estuvieran impedidos. Continúen,
pues, con valor y pongan toda su esperanza en Aquel
que conoce el llanto y los sufrimientos de quien sufre
por la justicia . Él no tardará en cumplir su promesa y
consolará finalmente a sus hijos con el justo premio.
11. Exhorta a la unidad salvadora.
Con paternal afecto exhortamos, además, y de modo particular, a aquellos
Venerables Hermanos y Amados Hijos Nuestros que son empujados de
tantos modos —aun con engaño e insidia— a abandonar la sólida, firme y
constante unión con la Iglesia y la estrechísima fidelidad a esta Sede
Apostólica, sin la cual tal unidad es acechada y atacada con engañosas
opiniones y con todas las artimañas posibles. Pero recuerden todos que la
Iglesia, Cuerpo Místico de Jesucristo, debe estar "compaginado y unido en
todas sus partes según la operación proporcionada a cada miembro hasta
que nos reunamos todos en la unidad de la fe y en el conocimiento del Hijo
de Dios, como en un hombre perfecto, en la medida de la plena edad de
Cristo de quien el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es, por divina
disposición, Vicario en la tierra.
( Pío XII , Meminisse Iuvat, Nº 1 y 2-11)